viernes, 27 de junio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 30

 —¿Te parece sensato mezclarte con un niño que se ha escapado? Lo digo por la campaña.


—C. J. no se ha escapado, su padre se ha marchado. Estaba viviendo en un edificio abandonado, por amor de Dios.


—Podrías haber llamado a las autoridades.


—Vaya, qué tierno… Creía que Tamara te había dulcificado.


—Yo también —intervino su esposa—. Vamos, Gonza, tú habrías hecho lo mismo. ¿Has visto lo delgado que está? Necesita unos cinco kilos más. Si Pedro no puede hacerse cargo de él, creo que deberíamos hacerlo nosotros.


—¿Qué? —Gonzalo levantó una mano—. No podemos hacerlo ahora con el trabajo y el be…


Paula los miró fijamente.


—¿Están esperando un bebé?


—Shh… —le advirtió Tamara—. No se lo hemos dicho a nadie todavía. Vamos a decírselo a Alejandra y a su padre este fin de semana. No lo cuentes por el momento.


Paula le dió un abrazo.


—Serán unos padres fantásticos. Naturalmente, andaré cerca para malcriarlo.


Paula abrazó a su hermano.


—Estoy deseándolo —gruñó Gonzalo—. Ahora, volvamos al asunto que nos ocupa. Podría haber cuestiones legales, hermana.


—No podíamos entregarlo al sheriff, Gonza. A lo mejor lo mandaba a un albergue. Al menos, primero quiero saber lo que dice papá.


Gonzalo accedió a regañadientes y la pareja se marchó. Unos minutos después, Pedro volvió con el niño vestido de cowboy y Paula lo llevó a su dormitorio para que viera la televisión. Cuando volvió, Pedro estaba mirándola fijamente.


—Creo que a tu hermano no le ha gustado esto. Tampoco le gusta que ande rondando a su hermanita.


Miguel llegó antes de que ella pudiera decir algo y fue a abrazarla.


—Siento haber tardado tanto, tenía que esperar una llamada.


Ella le sonrió con nerviosismo y luego miró a Pedro.


—Te agradezco que quieras ayudarnos.


—El problema es que a lo mejor no les gusta la solución que tengo —Miguel miró a Pedro y le tendió la mano—. Me alegro de verte, Pedro —se estrecharon las manos justo cuando el niño salía al pasillo—. Éste debe de ser C. J.


El niño asintió con la cabeza.


—Hola, C. J. Soy Miguel Chaves, pero todo el mundo me llama «Senador».


—¿Va mandarme a la cárcel?


El senador se agachó delante de él.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 29

Estacionó delante de la casa de madera blanca. Le habían arreglado el tejado y la habían pintado hacía poco. También habían arreglado el pequeño porche y parecía muy distinta a cuando estuvo allí la primera vez.


—¿Paula vive aquí? Es guay —comentó C. J.


—Sí, es el rancho de sus padres —contestó Pedro.


—Será muy rica…


—Creo que podría decirse que lo es —murmuró él.


Entonces, se vieron las luces de unos faros por el camino. Paula estacionó al lado de él y se bajó. Otra camioneta apareció poco después.


—Me parece que ya ha llegado la tropa.


Pedor se bajó y ayudó a C. J. Paula sacó unas bolsas mientras Gonzalo, su hermano, y Tamara, la esposa de éste, estacionaban su vehículo.


—Hola, C. J. —lo saludó Paula mientras llevaba las bolsas hacia la puerta de la casa.


Entró y encendió la luz del porche mientras la pareja se bajaba de la camioneta.


—Hola, Pedro —lo saludó Sloan acercándose a él—. ¿Qué tal todo?


—Hola, Gonzalo. Tamara… —se estrecharon las manos—. Creo que tu hermana les lo ha explicado todo.


Gonzalo miró de reojo a Paula.


—Bueno, como explica ella las cosas.


Paula se acercó.


—Gonzalo, Tamara, éste es C. J.


Todos se saludaron y Paula los llevó dentro. Cuando encendió las luces, Pedro se vió abrumado por los recuerdos. Aunque había remodelado la habitación, la chimenea le recordó aquella noche cuando un fuego crepitante les dio calor mientras hacían el amor una y otra vez. Dejó a un lado los recuerdos y se quitó el sombrero. Tamara llevó un maletín a la mesa de la cocina.


—C. J., ¿Quieres oírte el corazón? —le preguntó la guapa morena mientras sacaba el estetoscopio.


Al niño pareció no importarle que lo examinara. Pedro miró a Gonzalo y vió que él también lo miraba, pero con los ojos entrecerrados. Era lo que le faltaba.



Veinte minutos después, Tamara ya había reconocido a C. J. y estaba sano, aunque delgado. Paula le dió una ropa nueva que había comprado en el pueblo y lo mandó a bañarse. Ella sabía que tenía nueve años y que, seguramente, podría lavarse solo, pero Pedro lo acompañó y supervisó su higiene. Sonrió al oír las risas al otro lado de la puerta. Esa fue la parte fácil. Al ver la expresión de Gonzalo, supo que le esperaba un tercer grado.


—¿Te importaría decirme qué está pasando? —le preguntó Gonzalo.


—Ya te lo he dicho.


—No me has dicho nada de Pedro. ¿Qué hay entre ustedes dos?


—Nada, que hemos encontrado a C. J. —adornó un poco la verdad—. Cuando pasé por Alfonso’s Place para comentar la recaudación de fondos que han ofrecido hacer para el club infantil, ví al niño allí. Luego, cuando se escapó, juntamos nuestras fuerzas para buscarlo.


Su hermanastro era el mejor hermano mayor posible. Tenía ocho años cuando Alejandra se casó con el senador Miguel Chaves y llevaba el rancho familiar, River’s End.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 28

Media hora después, los tres habían vuelto al restaurante. C. J., a regañadientes, estaba sentado en la encimera. Paula frunció el ceño al ver lo delgado que estaba.


—No pueden obligarme a que me quede aquí —protestó C. J.


—No, la verdad es que podría entregarte al sheriff —replicó Pedro.


Fue la primera vez que Paula vió miedo en sus ojos.


—No he hecho nada —se defendió el niño—. Mi padre va a volver, lo prometió. Ya lo verán.


Pedro se sentó en un taburete al lado del niño.


—Hasta que vuelva, no puedes vivir solo. ¿Qué te parece ir a casa conmigo durante un tiempo?


Los ojos del niño dejaron escapar un destello de esperanza y luego miró a Paula.


—¿Y ella? ¿Va a delatarme?


—No, a no ser que sigas llamándome vieja novia.


Él la miró desafiante.


—¿No eres de él?


—No soy de nadie.


—Entonces, ¿Por qué estás mirándonos todo el rato de esa manera?


A Paula no le gustó la dirección que estaba tomando aquello.


—¿Por qué no nos ocupamos de asearte y de decidir adónde vamos?


—A casa conmigo —insistió Pedro.


Paula supo que a Pedro no iba a gustarle, pero tampoco podía callárselo. C. J. podía estar enfermo.


—¿Puedo hablar contigo?


Pedro se levantó.


—No pienses que vas a escaparte otra vez —le avisó a C. J.


Fueron hasta la puerta que daba al callejón.


—A lo mejor tendría que verlo un médico —Pedro la miró con el ceño fruncido y ella siguió—. De acuerdo, ¿qué te parece si lo ve Tamara? Ella es enfermera.


—¿Tenemos que implicarla?


—Pedro, necesitamos más ayuda para C. J. Si lo piensas, te darás cuenta de que tengo razón.


Él se cruzó de brazos.


—¿Qué has pensado?


—Tenemos que llamar a alguien que tenga contactos. Tenemos que llamar a mi padre.



Una hora más tarde, Pedro estaba en su camioneta llevando a C. J. al rancho de los Chaves. ¿Cómo había permitido que Paula lo convenciera? Aunque tampoco pudo hacer nada cuando ella sacó el móvil y llamó al senador. Las cosas se pusieron en marcha antes de que se diera cuenta de lo que estaba pasando. El supuesto plan era que todo el mundo se reuniera en la casa de Alisa en el rancho. Miró al asiento trasero y vió a C. J. comiéndose la segunda hamburguesa que había comprado antes de emprender el viaje de cuarenta kilómetros. Llegaron a la puerta de hierro que protegía el rancho. Pulsó el botón, dijo su nombre y pudo entrar. Tomó el camino hacia la casa principal, giró a la derecha para tomar otro camino, pasó una elevación y vio la casa familiar original, la que construyó el bisabuelo de Paula cuando se asentó en esas tierras. Su padre le había contado que, en esos momentos, la casa era de Paula y que la había reformado para vivir allí. En el pueblo, todo el mundo contaba historias de los Chaves. Hacía más de cien años, las familias Kerry y Chaves se unieron y levantaron la dinastía. Hicieron su fortuna con el ganado y con buenas inversiones. Un Alfonso nunca podría competir con un Chaves en riqueza y prestigio. Fue un disparate haber pasado ese fin de semana con Paula hacía tres años. Volver a la escena del crimen era otro.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 27

 —De acuerdo.


—Aun así, no puedes hacerlo solo.


—Creí que tú… Me ayudarías.


—¿Yo? —preguntó ella sacudiendo la cabeza.


—Paula… No puedo darle la espalda al niño —Pedro giró la cabeza para mirar a C. J., pero la cocina estaba vacía—. ¡No!


Salieron al callejón, pero no vieron al niño.


—Bueno, me parece que ya no tenemos que preocuparnos sobre lo que hay que hacer —Pedro la miró—. Ya puedes estar tranquila, Doña Candidata, tu historial sigue inmaculado.


Sus palabras le dolieron mucho.


—No iré a ningún sitio mientras haya un niño tan pequeño dando vueltas por ahí —Paula suspiró—. Todavía hay luz, vamos a buscarlo.


Pedro no se movió.


—¿Para qué? ¿Para qué lo entregues al sheriff?


Ella sabía que lo importante era encontrarlo.


—Si lo encontramos, te prometo que no le diré nada al sheriff. Al menos, hasta que encontremos a algún familiar.


Él sonrió y a ella se le desbocó el pulso. Pedro se acercó.


—¿De verdad?


La miraba con tanta intensidad que ella tuvo que mirar hacia otro lado.


—C. J. necesita gente que lo apoye —Paula arrugó la nariz—. Además, no me gusta que me llamen vieja novia. Tengo que corregírselo.


Pedro no pudo evitar sonreír, pero fue suficientemente listo como para no decir nada más. Agarró a Paula de la mano y empezaron a buscar por la zona. Por lo que pudieron ver, el niño no estaba en los locales vacíos. Volvieron a buscar por el parque y, cuando el sol empezaba a ocultarse, recorrieron otra vez los callejones. Entonces, lo vieron detrás del club infantil. Pedro hizo que Paula se ocultara y vió que C. J. entraba por un ventanuco que estaba ligeramente abierto. Fueron hasta la puerta lateral del edificio. Él sacó una navaja y forzó la endeble cerradura. Entraron y esperaron hasta que se adaptaron a la oscuridad.


—¿Puedes ver? —susurró él.


—Sí —contestó ella susurrando también—. Vamos a buscarlo.


Él la guió silenciosamente mientras buscaba pistas de C. J., hasta que oyó ruidos en un cuarto al final del pasillo. Una vez dentro, vieron unos montones de cajas, pero había luz suficiente para encontrar el camino por ese laberinto. Al fondo, encontraron una zona despejada con estanterías llenas de libros y montones de ropa. También había una caja de madera con una lámpara y un reloj y un camastro hecho con un montón de mantas. Pedro sintió una opresión en el pecho al ver a C. J. sentado en el centro y comiendo algo que se había llevado de la cocina. Era peor de lo que se había imaginado. ¿Dónde estaba su padre? El niño se dió la vuelta como si hubiese notado que no estaba solo. Sus ojos reflejaron miedo y Pedro supo perfectamente lo que sentía.


—Entonces, éste es tu hogar, dulce hogar.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 26

 —Pedro, lo siento. No quería decir…


—Olvídalo —él hizo un gesto con la mano sin dejar de mirarla—. Mi infancia se quedó en el pasado. Nunca devolvería al niño a su padre. A lo mejor hay algún familiar que pueda ocuparse de él.


—¿Y entretanto?


—Hay que lavarlo y darle de comer —Pedro se cruzó de brazos—. No te preocupes, Paula, puedo hacerme cargo de él.


—Espera un segundo. Estás hablando de infringir la ley.


—Estoy ganando un poco de tiempo.


—Pedro, C. J. es menor y está solo. Hay que ponerse en contacto con las autoridades.


—Sé muy bien qué harían las autoridades. Lo mandarían a un albergue con otros niños descarriados. C. J. nunca saldría de esa rueda.


¿Tan espantosa había sido la infancia de Pedro?


—No podemos decidirlo nosotros. Tenemos que comunicar al sheriff lo que está pasando.


Pedro se pasó los dedos entre el pelo.


—Así, nos libramos del problema, ¿Verdad? Creía que querías que las cosas mejoraran para los niños. ¿Acaso era mera palabrería?


Eso le dolió, pero Paula se negó a demostrarlo.


—De acuerdo, ¿Qué quieres que haga?


Él no dijo nada durante un instante.


—Estaba pensando en que fuera a casa conmigo. Al menos, esta noche. C. J. confía en mí.


—Aun así, hay que comunicarlo a los servicios sociales.


—Todavía, no —Pedro bajó la voz—. Además, lo más probable es que no tengan sitio en el albergue.


Seguramente, tenía razón, pero…


—¿Cómo vas a terminar el restaurante y abrirlo antes de dos semanas si estás cuidando al niño?


—Me apañaré.


Pedro miró al niño. La verdad era que no estaba seguro de poder hacerlo. Había días en los que no se soportaba a sí mismo.


—Es posible que pueda durante un tiempo. Tengo mi propia casa en el rancho.


—¿No te fastidiaría tu… Forma de vida?


Él no disimuló su enojo.


—¿Acaso te importa mi vida amorosa?


Ella se sonrojó.


—No negarás que ha habido muchas mujeres en tu vida.


Ella lo volvía loco.


—Siento haberte hecho daño, Paula. Entonces solo pensaba en pasar como pudiera los días… Y las noches.


Ella levantó una mano.


—Tienes razón. No tengo por qué sacar a colación el pasado. No volveré a hacerlo.


Pedro la miró y no supo si podría contenerse.

miércoles, 25 de junio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 25

Una sonriente Florencia entró en la habitación. La acompañaba Pedro, quien llevaba a su sobrino Agustín de la mano, hasta que lo tomó en brazos para acabar el recorrido. El niño rodeó el cuello de su tío con los brazos y lo abrazó con fuerza. El corazón de Paula se desbocó. Parecía muy natural con el niño.


—Me alegro de verte Paula, sobre todo, de pie. Me siento mucho más seguro.


—Muy gracioso, Alfonso —hacía unos días que no lo veía y, para su desgracia, se dió cuenta de que lo había echado de menos—. Ten cuidado, tengo el coche estacionado ahí fuera.


—Gracias por avisarme.


Ella tuvo que dejar de mirarlo.


—Hola, Agustín.


El niño sonrió y extendió los brazos. Ella lo tomó en brazos.


—Eres un niño muy grande…


El niño estaba fascinado con su collar y Pedro no le quitaba la vista de encima. Se sintió incómoda por su atención.


—Norma acaba de contarme lo de tu generosa donación para el club infantil. Gracias.


Sus profundos ojos azules se clavaron en los de ella.


—Me gusta ese sitio. Me trae recuerdos muy especiales.


Paula sintió una punzada de cariño.


—Ya sé que pasaste mucho tiempo allí cuando eras niño. A lo mejor, podrías presentarte como voluntario cuando esté abierto.


—Es posible —él sonrió—. En este momento, tengo que volver al trabajo.


Pedro le dió un beso a su madrastra, Norma, y otro muy sonoro a su sobrino en la mejilla. Estaba muy cerca de Paula.


—Tengo que hablar contigo —le dijo en voz baja—. Es sobre C. J.


—¿Lo has encontrado? ¿Dónde?


—Vino al restaurante.


Pedro retrocedió y se despidió con la mano de todo el mundo. Comentó algo con su cuñada Florencia y se marchó de la tienda. Paula quiso seguirlo, pero si lo hacía, tendría que contestar muchas preguntas. No podía mezclarse con él.


—¿Vamos a almorzar? —le preguntó su madre devolviéndola a la realidad.


—Lo siento, mamá, pero no puedo —contestó Paula—. Yo también tengo que volver al trabajo.


Después de contestar algunas preguntas sobre Vista Verde, Paula devolvió a Agustín a su madre, se despidió y se marchó. Una vez en el coche, rodeó la manzana, estacionó en una calle lateral y fue a Alfonso’s Place por el callejón. Entró en la cocina y vió a la pareja junto a la encimera. C. J. fue el primero en verla.


—¿Vas a mandarme a la cárcel?


Su cara y sus ropas sucias le dieron ganas de llorar.


—No, me gustaría ayudarte.


—No quiero ayuda. Estoy muy bien solo —miró a Pedro con sus enormes ojos marrones—. ¿Verdad, Pedro?


—Claro, hijo —Pedro le puso una mano en el hombro—. Sin embargo, te recuerdo que prometiste hacer caso de lo que te digamos.


C. J. miró a Paula con el ceño fruncido.


—¿Quién es ella? ¿Es una vieja novia?


Pedro sonrió.


—Deberías revisarte la vista. Paula no tiene nada de vieja, aunque sí es muy guapa.


Paula no hizo caso del coqueteo de Pedro y lo llevó al fondo de la cocina.


—Muy bien, ahora que C. J. está aquí, ¿Qué vamos a hacer?


—No lo he pensado —reconoció él.


—Hay una cosa clara, no puedes devolverlo al hombre que lo ha abandonado. ¿Quién abandonaría a su propio hijo?


Pedro se puso rígido y ella, súbitamente, se dió cuenta de lo que acababa de decir.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 24

Esa tarde, Paula entro en Puntada con Hilo y se encontró a Florencia Alfonso detrás del mostrador. La saludó con la mano, siguió por la bulliciosa tienda y fue a la habitación contigua. Cerca del escaparate había una mesa redonda con su madre y sus amigas Mónica, Norma y Diana sentadas alrededor. Le sorprendió ver a su cuñada Tamara, que era enfermera en el centro médico y nunca había sido especialmente aficionada a hacer colchas de retazos. Quizá su madre hubiera acabado convenciéndola.


—Paula —la saludó su madre—. Vaya sorpresa.


—Siempre sé dónde encontrarte.


La mujer se levantó y la abrazó.


—Solo vengo unos días a la semana. Tu padre y yo íbamos a pasarnos por la obra para verte.


¿Estaba tramando algo su padre?


—¿Pasa algo?


—No, creo que tiene algo que ver con organizar una recaudación de fondos.


A Paula no le gustaba la idea de utilizar a su padre para entrar en el Ayuntamiento.


—Mamá, ya le he dicho a papá que quiero hacer esto por mi cuenta.


Alejandra sacudió la cabeza.


—No, esto tiene que ver con el club infantil.


—Creo que es maravilloso que quieras arreglar ese sitio — intervino Norma—. Es una vergüenza que esté en ese estado. Nuestros niños se merecen otra cosa —la mujer frunció el ceño—. En realidad, fue Leticia quien ayudó a cerrarlo el año pasado al decir que no había dinero en el presupuesto.


—¿De verdad? —preguntó Paula—. Eso es muy interesante.


Mónica se levantó de la mesa.


—¿Sabes otra cosa interesante? Al parecer, sí tuvimos dinero para arreglar el drenaje del campo de golf. Perdona, tengo que ir a relevar a Florencia en la caja para que pueda dar de comer a Agustín.


Paula se alegró de recibir apoyo para su proyecto.


—Entonces, ¿Piensan que merece la pena reabrirlo?


—Sí —contestaron todas al unísono.


—Además, vamos a ayudarte —añadió Diana—. Vamos a donar dos colchas para una rifa.


—Hay algo más —siguió Norma con un destello en los ojos—. Horacio me ha dicho que Federico donará parte de los beneficios de la inauguración por todo lo alto de Alfonso’s Place.


—Es muy generoso.


—En realidad, fue idea de Pedro —puntualizó Norma.


—Es fantástico —comentó su madre—. La vieja Leticia va a subirse por las paredes.


—Madre, todavía no he ganado las elecciones —replicó Paula— . A lo mejor tienes que seguir soportándola.


Norma le dió unas palmadas en la mano.


—Cariño, tengo la sensación de que, en cuanto la gente se entere de lo que piensas hacer, se pondrán en fila para votarte.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 23

 —Ese soy yo.


Era un hombre de treinta y tantos años con pantalones oscuros y camisa. Tenía el pelo castaño y cortado al estilo militar.


—¿Desde cuándo llevas licenciado? —le preguntó Pedro.


—Desde enero.


Pedro ojeó el currículum y vio que había pasado diez años en el ejército, que había estado acuartelado en Alemania y que había participado en dos misiones en Afganistán.


—Yo pasé dieciocho meses fuera —comentó Pedro mientras se preguntaba si Kevin sufriría alguna secuela. 


Ross asintió con la cabeza.


—Creí que me casaría con mi novia, pero cuando volví, ella ya me había sustituido.


—Ya, eso duele.


Kevin negó con la cabeza.


—A mí me parece que me libré de una buena. Ahora voy a la universidad por la mañana y espero encontrar un empleo por las tardes. Para ser sincero, no tengo experiencia, pero aprendo deprisa.


Pedro decidió en ese momento que no lo defraudaría.


—Supongo que, si serviste a tu país, podrás servir algunas bebidas. Mi padre es el mejor en ese puesto, pero quiere retirarse. Te ayudará unas semanas, puede enseñarte más sobre atender una barra que cualquier otra persona que yo conozca.


—Hay otra cosa. He recibido terapia… Desde que volví —Kevin vaciló—. Tengo que adaptarme a muchas cosas.


Pedro supo exactamente de lo que estaba hablándole.


—¿Crees que afectará a tu trabajo?


—No. Sobre todo es al sueño, pesadillas, si quiere saberlo.


—Te agradezco que me lo hayas contado. ¿Tienes algún inconveniente para empezar la semana que viene?


—¿Estoy contratado?


Pedro asintió con la cabeza y le dió una tarjeta.


—Ven la semana que viene para formarte un poco y arreglaremos lo de tus clases.


Se estrecharon las manos.


—No le defraudaré —afirmó Kevin.


—Eso espero.


Pedro observó a Kevin por el escaparate mientras se encontraba con un amigo que, más bien, parecía un hermano. Le dió una palmada en la espalda y se fueron juntos.


—Me alegro de haberle alegrado el día a alguien.


Pensó en Kevin y en su terapia. Pesadillas. Él, al poco tiempo de volver, pasó una época en la que le costaba distinguir lo que era real y lo que era inventado. Estuvo unas semanas en terapia de grupo y le sentó bien. Hasta que hacía unas semanas, las pesadillas habían aumentado por el estrés. De repente, se acordó de Paula. Ella había presenciado lo que le pasaba y eso no le gustaba. No era el mismo hombre que la dejó abandonada hacía tres años. Era posible que nunca lo fuera. ¿Qué importaba? Tampoco quería empezar una relación sentimental con ella. Algo se le revolvió en las entrañas y sofocó rápidamente la sensación. Era verdad que hacía dos días que no la veía y que la había echado de menos. Mal asunto. No necesitaba que Paula Chaves lo mareara. Tenía que concentrarse en abrir el restaurante. Fue a la cocina y se encontró al niño sentado ante la encimera.


—Vaya, has decidido volver.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 22

Paula también se bajó y, aunque le resultaba incómodo estar con él, se alegró de que la acompañara. Entraron en la oficina y el olor a tabaco y alcohol se le hizo insoportable. Tuvo que contener la respiración para no vomitar. Un hombre ya mayor, sin afeitar y con una camiseta y unos vaqueros sucios, salió del cuarto del fondo. Los miró de arriba abajo.


—No alquilamos por un día. Vayan al motel de la carretera.


Ella oyó que Pedro que soltaba un improperio entre dientes.


—No queremos alquilar nada, solo queremos hacer unas preguntas.


El hombre los miró con los ojos entrecerrados.


—¿Son de la policía?


Ella notó que Pedro no estaba tranquilo precisamente.


—No, estamos preocupados por un niño —contestó Pedro mientras dejaba unos billetes en el mostrador—. Un niño rubio de unos nueve años que se hace llamar Nicolñás.


El hombre miró los billetes de veinte dólares y se los guardó.


—Sí, vivía aquí, pero su padre se marchó hace unas semanas.


—¿Y su madre? ¿Se ha ido a algún sitio del pueblo?


—No había ninguna mujer. Si pagan el alquiler a tiempo, me da igual adónde hayan ido.


Alisa intervino al notar la tensión de Pedro.


—¿Sabe el nombre completo del niño?


Él se encogió de hombros.


—El padre se llamaba Cristian Jackson y supuse que las iniciales del niño eran por Cristian Junior.


—Gracias —dijo Pedro asintiendo con la cabeza.


Paula notó la mano de Pedro en la espalda mientras salían por la puerta. Volvieron al coche, se montaron y ella lo miró.


—¿Crees que C. J. y su padre están viviendo en su coche o en la calle?


—No lo sé. Solo el niño puede decírnoslo.


—Tenemos que encontrarlo.


Pedro miró su reloj.


—No lo encontraremos si él no quiere. Me vuelvo al trabajo.


—Ni siquiera te importa…


La mirada de él hizo que se callara.


—Claro que me importa. Sé muy bien lo que es vivir a salto de mata, pero también sé algo sobre el orgullo. Por lo que me contó el niño, solía echar una mano en el bar cuando era de Juan. No quiere caridad. Tengo la esperanza de que vuelva.


Pedro vió que a ella se le empañaban los ojos de lágrimas.


—Entonces, tiene hambre.


—He dejado comida. Ahora, tengo que volver por si se presenta.


—De acuerdo —concedió ella—, pero seguiré buscándolo.


—Es un chico listo, Paula —le acarició la mejilla—. Lo encontraremos. Haré todo lo posible para ocuparme de que no le pase nada.


Durante las veinticuatro horas siguientes, Pedro puso algunos cebos con la esperanza de que C. J. apareciera por el restaurante. Había dejado la puerta de la cocina sin echar la llave mientras él trabajaba en el bar pero, por el momento, no había pasado nada. Sin desanimarse, fue a entrevistar a los solicitantes de trabajo.


—Kevin Ross —llamó mientras un joven entraba por la puerta del bar.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 21

 —Antes de que te enfades, solo he venido a preguntarte algo sobre el niño que estaba aquí el otro día.


—Buenos días también a tí, Paula.


—Perdona. Buenos días, Pedro.


—¿Qué quieres preguntarme sobre C.J.?


—¿Se llama así?


—Es todo lo que pude sacarle —contestó él encogiéndose de hombros—. ¿Por qué?


—Esta mañana estaba en la terraza de mi piso y lo he visto. Estoy casi segura de que era él —lo miró a los ojos—. Estaba rebuscando en las papeleras del parque.


—Me lo temía.


—Entonces, ¿No has vuelto a verlo?


—No. He llenado la nevera de comida con la esperanza de que vuelva.


—¿Crees que no tiene un sitio donde vivir?


—Me dijo que su padre vivía en el campamento para remolques.


—Entonces, empezaré por ahí. Gracias.


Paula se dió la vuelta para irse, pero él la detuvo.


—¿Vas allí?


—Sí, un niño no puede estar vagabundeando por las calles.


Eso era lo último que había esperado.


—Te acompañaré.


—No hace falta.


—Vivo aquí y podría ayudarte.


Además, no quería que fuera sola a un sitio como ese, se dijo a sí mismo. Sin esperar la réplica, la acompañó fuera y ella se dirigió hacia un todoterreno.


—Vaya, ¿Dónde está el deportivo? —preguntó él con sorpresa.


—No siempre es práctico. Éste es mejor para trabajar.


—¿Es seguro que me monte contigo?


—Eres un majadero, Alfonso.


Él sonrió.


—Es muy fácil desquiciarte, Paula —él se montó por el lado del acompañante y se puso el cinturón de seguridad—. Muy bien, vamos a buscar al niño.


Diez minutos más tarde, aparcaron junto a la oficina del campamento para remolques a las afueras del pueblo. Era peor de lo que recordaba. Habían pasado años desde que vivió allí con su padre y Federico. Fue el único sitio que Horacio pudo permitirse mientras criaba a dos niños pequeños después de que su esposa se marchara con todo el dinero y el único coche. El sitio estaba más desastrado todavía, si eso era posible. Los remolques de alquiler parecían en peor estado que hacía veinticinco años. Solo se veía polvo y hierbajos, pero esas no eran las únicas hierbas que había. Sabía que se habían hecho varias redadas para buscar drogas.


—Acabemos de una vez —dijo él mientras abría la puerta del coche.

lunes, 23 de junio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 20

Por eso, no quería que nada la desconcentrara… Ni nadie como Pedro Alfonso. No dejaba de pensar en su abrazo durante la tormenta y sus besos la habían desvelado más de lo que estaba dispuesta a reconocer. ¿Por qué? ¿Por qué no podía olvidarse? Él solo podía garantizar que volvería a partirle el corazón. Tenía que concentrarse, no tenía tiempo para pensar en un hombre. Solo faltaban cinco semanas para las elecciones y había recorrido miles de kilómetros para pedir el voto de puerta en puerta. También había pedido un presupuesto a Adrián para la reforma del club infantil. Luego, podía explicar la manera de recaudar fondos para hacer las mejoras. Sería su primer encargo… si ganaba un asiento en el Ayuntamiento. Por eso, Pedro Alfonso no era bien recibido en sus pensamientos ni en su porvenir. Esos sueños se esfumaron hacía mucho tiempo. Fue con un café a la terraza del segundo piso. Esa casa estaba apartada de la calle principal y daba al parque del pueblo. Le encantaba esa vista silenciosa y sencilla. Los árboles estaban reviviendo y la hierba se recuperaba del largo y frío invierno. Era temprano, pero ya había gente. Sonrió al ver algunos corredores por el parque. Al cabo de unos minutos de soledad y calma, fue a entrar cuando vio otra figura entre los árboles. ¿Un niño? ¿Qué hacía un niño solo en el parque cuando todavía no habían dado las siete de la mañana? Lo observó mientras se dirigía hacia una papelera y rebuscaba dentro. Sacó unas latas de refrescos y las guardó en su mochila. Rebuscó en otras papeleras y acabó acercándose lo suficiente como para que pudiera reconocer su chaquetón y el pelo rubio. Era el niño que había visto en la cocina de Pedro. ¿Dónde estaban sus padres? Entró, se duchó y se vistió, pero antes de ir al trabajo dio una vuelta por el parque. Sin embargo, el niño ya no estaba. ¿Qué tenía que hacer? 


Después de una noche sin sueños, Pedro se levantó a las cinco. No había rememorado nada ni había tenido pesadillas. Contento, dió de comer al ganado, hizo sus tareas y se dirigió al pueblo. Tenía todo el día ocupado porque pensaba contratar a alguien que se ocupara de la barra, a alguien que cocinara y a tres camareras. Todo eso era nuevo para él. Sabía tratar a los empleados del rancho, pero ¿Cómo se contrataba a una buena camarera? Su padre le había propuesto que volviera a contratar a Silvia y a Valeria, dos camareras que trabajaron mucho tiempo con Juan, y que si necesitaba ayuda, lo llamara. Accedió. Con los brazos llenos de bolsas, consiguió abrir la puerta trasera y entró en la cocina. Llevaba comida porque esperaba que Nicolás, su joven amigo, se pasara por allí. Metió leche, lonchas de embutidos y yogures en la nevera. También guardó latas de sopa, pan de molde y galletas en el armario y dejó la puerta sin cerrar con llave para que pudiera entrar. Oyó un ruido, se dió la vuelta y vió que Paula entraba. El corazón se le aceleró un poco. Estaba muy guapa a primera hora de la mañana. Llevaba una vaporosa blusa azul metida en unos pantalones con pinzas. Tenía el pelo casi negro recogido en una coleta y eso le permitía ver su precioso rostro. Sus ojos marrones y sus labios carnosos le hicieron la boca agua.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 19

 Temió que fuese un niño que se había escapado de su casa. Miró a Paula. Se había puesto una camisa vaquera blanca y unos pantalones, también vaqueros, desteñidos. Se había tapado las piernas, pero él nunca las olvidaría.


—¿Qué te trae por aquí? —él le sonrió—. No te cansas de mí, ¿Eh?


Paula quiso borrarle esa sonrisa del rostro y sabía que él quería que desapareciera, pero no pensaba marcharse a ningún lado hasta que le hubiera dicho lo que quería decirle.


—Ya me he cansado de tí, Pedro. En realidad, estoy harta. Además, ese beso de antes… No fue una buena idea. No creas que ha cambiado algo entre nosotros.


Él se acercó y ella tuvo que hacer un esfuerzo para no moverse.


—Vaya, yo creía que había sido algo placentero.


—Pues te equivocas. Aquel fin se semana que pasamos juntos fue hace mucho tiempo. No sería sensato por parte de ninguno de los dos que empezáramos algo ahora.


—¿Eso era lo que querías decirme cuando te aferrabas a mí?


Ella tuvo que hacer otro esfuerzo para contener la furia.


—Había un tornado. Si acaso, te aprovechaste de mí.


—Si tú lo dices… —replicó él encogiéndose de hombros.


Ese hombre la sacaba de sus casillas, pero no podía permitir que él lo notara.


—Entonces, ¿Estamos de acuerdo en que debemosmantenernos alejados el uno del otro?


—Me parece que es más seguro para mí que no te cruces en mi camino. No se puede saber lo que pasará la próxima vez que estés cerca.


Ella esbozó una sonrisa forzada.


—Un motivo más para que nos eludamos.


—De acuerdo —concedió él—. Cambiaré de acera si te veo. Es preferible que la gente no sepa que alguna vez te has relacionado con alguien como yo.


—No quiero decir eso. Es que tengo que hacer campaña. Para mí es importante entrar en el Ayuntamiento.


Él la miró fijamente con sus intensos ojos azules.


—Tienes razón, somos tu primer escalón para que llegues a Washington.



Casi una semana después, sonó el despertador y Paula se levantó de la cama. Esa mañana le costó encontrar entusiasmo para empezar el día. Salió del dormitorio principal de la casa de dos dormitorios del pueblo y fue a la cocina. Esa casa fue de su padre cuando estuvo en el Senado y, sobre todo, la usaba el personal o los visitantes. Cuando ella volvió, se mudó allí para estar cerca de su trabajo en el proyecto Vista Verde. Como Miguel se había jubilado, se la cedió. A ella le encantaba vivir en la vieja casa familiar del rancho, pero también le gustaba estar cerca de sus amigos y del trabajo. Habían estado haciendo los trabajos preliminares para la segunda fase de Vista Verde y ella, como directora del proyecto, le había dedicado muchas horas. La primera fase de casas asequibles de Construcciones AC se vendió inmediatamente y ya había lista de espera para las veinticuatro siguientes. El ranchero Adrián Casali tenía el dinero y la perspicacia para financiar el proyecto de casas asequibles. Estaba previsto que la semana siguiente se empezaran rellenar los cimientos con hormigón, salvo que hiciera mal tiempo u ocurriera algún percance. ¡No! No podían ocurrir percances, no lo permitiría. Ya tenía el presupuesto de las subcontratas y era casi la misma gente que en la fase anterior. Sabía que se podía confiar en ellos y que habían hecho un trabajo magnífico.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 18

 —No, te prometo que no voy a llamar a nadie.


El niño, con la cara y el pelo rubio muy sucios, lo miró con unos grandes ojos marrones.


—¿Por qué iba a creerte?


—Porque no miento a los niños. ¿Cómo te llamas?


—¿Quién lo pregunta?


—Pedro Alfonso.


—C.J.—el niño miró alrededor—. ¿Dónde está Juan?


—En Florida. Vendió el bar… A mí.


—Ah… —el niño lo miró de arriba abajo—. ¿Conoces a Horacio?


—Sí, es mi padre. ¿Por qué lo conoces tú?


—Algunas veces, Juan y él me dejaban que les ayudara a limpiar la cocina.


Pedro no le había oído a su padre hablar de ese niño.


—¿Tienes hambre?


—Es posible, pero no tienes nada aquí.


Pedro abrió un armario y sacó un pan de molde, mantequilla de cacahuete y confitura de uvas.


—¿Te apetece un sándwich?


—Bueno.


Sin embargo, los ojos se le salieron de las órbitas cuando vió la comida. Pedro sacó cuatro rebanadas de pan y empezó a untarlas. Cuando terminó los sándwiches, fue a dárselos al niño.


—Antes, lávate las manos.


Nicolás no discutió y fue al fregadero, se las lavó y se la secó en los repugnantes vaqueros. Pedro le dió la recompensa y lo observó mientras se comía uno de dos bocados. Luego, encontró una lata de un refresco en la nevera, la abrió y se la dió al niño.


—¿Dónde están tus padres, C.J.?


El niño dió un buen sorbo antes de contestar.


—Por ahí. ¿Por qué me haces tantas preguntas?


Pedro sacó un taburete y se sentó.


—Bueno, como estás en mi bar y eres menor, quiero cerciorarme de que tienes un sitio adonde ir.


El niño lo miró con curiosidad.


—En el campamento para remolques.


No lo creyó del todo, pero ese campamento era conocido por albergar a residentes provisionales.


—¿Tu padre trabaja en algún rancho?


Nicolás atacó el segundo sándwich.


—Sí, está reuniendo el ganado.


Pedro fue a hablar, pero oyó que lo llamaban, que la puerta de la cocina se abría y que Paula Chaves entraba. No parecía contenta.


—Muy bien, Pedro Alfonso, tenemos que hablar.


Nicolás se levantó y agarró el sándwich y la lata de refresco.


—Me largo.


El niño salió corriendo por la puerta trasera antes de que Pedro pudiera sujetarlo. Él salió detrás.


—¡Espera, Nicolás! —gritó en el callejón vacío—. Maldita sea.


Volvió a entrar y vió a Paula.


—Lo siento —se disculpó ella—. No sabía que estabas con alguien.


—Bueno, ya se ha marchado.


Asombrosamente, esperó que el niño volviera.


—¿Quién es?


Pedro sacudió la cabeza.


—No lo sé bien.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 17

 —Solo sé cómo te miraba ahora mismo.


Hacía mucho tiempo que Paula dejó de pensar en lo que habría podido pasar entre ellos. No quería arriesgarse con él, aunque sus besos la dejaran sin aliento.


—Te lo repito, no tengo tiempo para él. Dedico todo el tiempo a Construcciones AC y a mi campaña, en la que deberías ayudarme.


—Y te ayudo, pero creía…


—Es agua pasada, Yani. Pedro Alfonso no tiene sitio en mi futuro.


Ojalá pudiera creerse sus propias palabras.



Pedro había atajado por el callejón y había llegado en cuestión de minutos. Comprobó si había desperfectos en el tejado y en las ventanas. No podía permitirse sustituir nada más en ese momento. Por lo que parecía, el local no había sufrido daños, había tenido suerte. Se sentó. No tuvo tanta suerte al encontrarse a Paula en el club. Era el único sitio donde podía liberar algo de tensión y de frustración. Pero esa mujer le había producido las dos cosas. El beso… Fue una auténtica acometida. Su cuerpo se encrespó solo de pensar en lo que había sentido al tenerla entre los brazos y en su sabor tan delicado. Había cosas que un hombre no podía olvidar y, efectivamente, fue un recuerdo que se llevó al extranjero. Nadie era tan dulce y tentadora como Paula Chaves. El inconveniente era que había sido la única que había estado a punto de abrasarlo. No podía darle otra oportunidad. Nunca dejaría que una mujer jugara con su corazón. Un ruido en la habitación del fondo llamó su atención. Aguzó el oído. Era el ruido de la lluvia, pero hubo algo que lo intranquilizó. Se levantó del taburete de la barra y fue hacia la cocina. Entró por la puerta batiente y vio la que puerta de la enorme nevera de acero estaba entreabierta y que ocultaba a alguien que rebuscaba en su interior. Solo pudo ver dos pies con unas zapatillas muy desgastadas. La puerta tapaba el resto del diminuto ladrón. Silenciosamente, cruzó la cocina vacía y agarró al niño por la camiseta.


—¡Suéltame! —gritó el chico mientras daba patadas y manotazos al aire.


—¿Por qué si te he pillado robándome?


—No tienes nada que pueda robarte. Suéltame.


Como no pudo sujetar los brazos del niño, lo levantó y lo tumbó sobre la encimera.


—Tranquilízate, solo quiero hablar contigo.


El niño parecía tener unos nueve años.


—Llamarás al sheriff y acabaré en un correccional.


Pedro vivió la misma amenaza cuando era niño.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 16

 —Diría que han llegado justo a tiempo —dijo él con voz ronca.


Paula consiguió levantarse mientras Pedro contestaba a los rescatadores. La tomó de la mano y volvieron hacia el pasillo. Vieron el destello de una linterna y a Yanina, que corría hacia ellos.


—¡Paula!


—Estoy aquí.


Su amiga la abrazó mientras el sheriff Bradshaw llegaba.


—¿Estás bien? —le preguntó Yanina apartándose un poco.


Ella tuvo que mirar hacia otro lado.


—Estoy bien. Un poco asustada. Pedro me llevó a las duchas — Paula miró hacia su refugio improvisado—. ¿Ha sido un tornado?


El sheriff asintió con la cabeza.


—Han tenido suerte. El tejado ha sufrido bastantes daños — Bradshaw los miró con detenimiento—. ¿Seguro que están bien?


—Sí —contestó Pedro—. Aunque no puede decirse que haya sido divertido.


—Es verdad —el sheriff se dirigió a Paula—. Creo que tu padre agradecería que lo llamaras.


Paula conocía al sheriff de toda la vida y era un hombre apreciado en el pueblo.


—En cuanto recoja mi móvil.


Bradshaw asintió con la cabeza.


—Si no me necesitan, tengo que comprobar los daños en el resto del pueblo.


—Estamos bien —lo tranquilizó ella con un gesto de la mano.


Paula miró a Pedro, quien clavó su mirada abrasadora en la de ella antes de mirar hacia otro lado.


—Será mejor que vaya a ver si mi edificio conserva el tejado — comentó él antes de marcharse.


Paula miró a Yanina, que estaba sonriendo.


—¿Qué pasa?


—Solo tú te las apañarías para quedarte atrapada por un tornado con Pedro Alfonso ni más ni menos.


—Yo no he hecho nada. Él estaba aquí jugando al baloncesto cuando entré —todavía tenía el corazón acelerado—. ¿Qué debería haber hecho?


—Al parecer, no pueden evitarlo. Son como imanes. Es la segunda vez en menos de cuarenta y ocho horas que se topan.


Yanina era la única persona que sabía lo que había pasado hacía tres años entre Pedro y ella.


—Parece como si el destino quisiera que estuvieran juntos.


—Pues no va a conseguirlo. No tengo tiempo para Pedro Alfonso.


Su amiga dejó escapar un gruñido.


—Yo encontraría tiempo para un pedazo de hombre como ése.


—No, Yanina. No quiero ser una más de su interminable lista de mujeres. Además, si no me quiso la primera vez, ¿Por qué iba yo a pensar que va a cambiar?


Se dirigió hacia al pasillo y encontró su bolso. Entonces, se acordó de la primera vez que Pedro volvió del ejército. Estaba trabajando en Austin y él la llamó, pero en cuanto vió su número, dejó que saltara el contestador automático. Borró el mensaje sin oírlo. Seguía demasiado dolida, vulnerable, y nunca contestó la llamada. Yanina la alcanzó.

viernes, 20 de junio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 15

 —Había venido para comprobar las mejoras que necesita.


Súbitamente, el viento volvió a rugir y a sacudir el ventanuco que había en lo alto de la pared.


—La lista es muy larga, cariño.


—Bueno, me gustaría oírla… Luego, cuando no esté… Pensando en otra cosa.


—No voy a permitir que te pase nada.


Un estrépito parecido al de un tren que se acercaba ahogó sus voces. Se oyó el ruido de la madera al astillarse y él tumbó a Paula y la cubrió con su cuerpo. Toda una serie de recuerdos le invadió la cabeza y rememoró la noche que pasaron juntos. Su voluptuoso cuerpo debajo del de él, los seductores sonidos que dejaba escapar su boca. Ella le rodeó la espalda con los brazos y lo estrechó más contra sí.


—Pedro… —le susurró ella al oído—. Tengo miedo.


—No va a pasar nada, Paula.


Notó que ella temblaba y rezó. Cerró los ojos durante lo que le pareció una eternidad mientras la tormenta azotaba el edificio y hacía un ruido como si estuviera arrancando el tejado. Por fin, la tormenta pareció alejarse, se hizo el silencio y empezó a llover a raudales. Paula notó su tensión, los latidos acelerados de su corazón y el sudor que le mojaba el cuerpo. Se apartó un poco y le tomó la cara entre las manos. A pesar de la penumbra, pudo ver su mirada perdida.


—Quédate conmigo, Pedro. Vamos, casi ha terminado.


Él parpadeó y la miró. Había vuelto a pasarle. Intentó adaptarse a la oscuridad y vió que Paula lo miraba fijamente. Sintió una opresión en el pecho por un deseo que no había sentido desde hacía mucho tiempo.


—Al parecer, estamos a salvo —comentó ella casi sin aliento.


—No, seguimos en peligro.


Incapaz de contenerse, se inclinó y la besó en la boca como si se alegrara de seguir vivo. Paula no se lo impidió. Él la agarró de la nuca para inclinarle la cabeza y profundizar el beso. Le pasó la lengua por los labios y ella los separó. Entonces, dejó escapar un leve gemido y él se dejó arrastrar. Que Dios se apiadara de él. No era de piedra. Cuando por fin dejó de besarla, parecía tan aturdida como se sentía él. No pudo encontrar las palabras adecuadas e hizo lo que haría cualquier hombre con sangre en las venas que tenía una mujer hermosa entre los brazos: Volvió a besarla. No apartó la boca hasta que oyó que alguien la llamaba.


Mi Destino Eres Tú: Capítulo 14

Lo observó fingir unos regates con el balón, saltar, lanzarlo… Y encestar. Lo repitió varias veces sin parar ni aminorar el ritmo. Al parecer, el hombro no le dolía. Abrió la puerta y avanzó por el borde de la habitación para no molestarlo. Pedro siguió como si alguien lo persiguiera. Lanzaba con un salto una y otra vez. Fue hasta otra canasta, recogió otro balón y también lo lanzó. Los truenos retumbaban, pero parecía como si ese hombre tuviera una tormenta mayor dentro de sí y no pudiera contenerla. Entonces, el sonido de una sirena se abrió paso en el silencio. Se acercaba un tornado. Se quedó petrificado, pero se dió la vuelta y la vió.


—¿Puede saberse…? —Pedro soltó el balón y se acercó corriendo a ella—. Tenemos que ponernos a cubierto.


—¿Dónde? —preguntó ella aterrada.


Él la agarró de la mano.


—Vamos.


La llevó al pasillo. Pedro prefirió no pensar cuánto tiempo había estado ella observándolo. No se había dado cuenta de lo que pasaba a su alrededor. Sin embargo, en ese momento, con el sonido de la sirena en los oídos, se daba cuenta perfectamente. Arrastrando a Paula, se dirigió hacia la zona donde estaban las duchas y, entonces, todas las luces se apagaron. Paula contuvo el aliento, pero él la metió en una habitación a oscuras. Se oyó el estruendo de otro trueno.


—No te preocupes, conozco bien este sitio.


Notó que a ella le temblaba la mano mientras la apoyaba contra la pared de baldosas. Olió a moho.


—¿No deberíamos bajar al sótano? —preguntó ella con la respiración entrecortada.


—No sé si sabría llegar desde aquí. No quiero arriesgarme a dar vueltas para intentar encontrar la puerta. Aquí estaremos a salvo. Estamos cerca de la fontanería y en un muro maestro.


—¿Crees que el tornado pasará por el pueblo?


Él seguía agarrándola de la mano y no iba a soltarla.


—No lo sé y no voy a ir a comprobarlo.


—Perfecto, porque no quiero que me abandones —dijo ella casi sin poder hablar.


Entonces, el viento cesó y a él no le gustó. Algo iba a ocurrir. Lo notó en las entrañas.


—¿Ha pasado?


—Ojalá. Como dicen, solo es la calma antes de la tormenta.


Se agachó pegado a la pared e hizo que ella también se sentara mientras se preguntaba si podría tomar alguna otra precaución. No se trataba solo de él. Hizo un esfuerzo para que nada le impidiera proteger a Paula. Se centró en la situación para que nada más lo alterara.


—¿Puede saberse qué hacías en la calle con este tiempo? —le preguntó a ella.


—Podría preguntarte lo mismo. Además, este sitio lleva meses cerrado.


—Hay formas de entrar si las conoces. Federico y yo prácticamente vivimos aquí cuando éramos niños. ¿Y tú?

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 13

Al día siguiente, Paula se dedicó a ir arriba y abajo de la calle principal para intentar conseguir votos y enterarse de lo que querían los dueños de las tiendas. Recibió algunas respuestas pero, en general, querían que hubiera más comercios en el centro del pueblo. Los locales vacíos al final de la calle también les preocupaban. El viento le agitó el pelo y se lo apartó de la cara mientras entraba en la heladería Shaffer para recoger la llave del club infantil. Yanina Shaffer estaba atendiendo clientes detrás del mostrador. Yanina, su mejor amiga desde el instituto, se había hecho cargo de la heladería desde que sus padres se jubilaron y se marcharon a Florida. La rubia alta y atlética fue quien la convenció para que se presentara a las elecciones del Ayuntamiento cuando volvió a Kerry Springs.


—Espera un par de minutos —le pidió su amiga saludándola con la mano.


—Tranquila.


Como Yanina había puesto un menú de mediodía, su actividad había aumentado, sobre todo, en pedidos que se llevaban otros comerciantes de la calle principal. Además, como el bar de Juan estaba cerrado provisionalmente, la actividad era mayor todavía. ¿Pedro pensaba abrir a mediodía? No pudo evitar pensar cómo estaría. ¿Tendría mejor el hombro? Se olvidó de la pregunta. Él podía cuidarse y tenía una familia que lo ayudaría. Lo que menos le apetecía hacer era estar cerca. Alguien entró en la tienda y el viento abrió más la puerta. Cuando consiguió cerrarla, la mujer, de mediana edad, se colocó bien el pelo.


—Está poniéndose feo —comentó la mujer—. Se acerca una tormenta y hay aviso de tornado.


Paula asintió con la cabeza y cierta preocupación.


—Es la primavera en Texas…


—Sí. En cuanto recoja mi pedido, me marcharé a casa y me encerraré en el sótano.


Paula miró a la calle y vió unas nubes negras y amenazadoras que se acercaban. Quizá también debiera darse prisa e ir al club infantil.


—¿Puedo tomar la llave del club? Quiero ver cómo está el edificio antes de que estalle la tormenta.


Yanina también miró al exterior, rebuscó debajo del mostrador y le dió a Paula la llave que le había confiado el director del club.


—Gracias. Intentaré llegar… Si puedo.


Paula salió apresuradamente, recorrió dos manzanas con locales vacíos y llegó a un edificio de ladrillo. La puerta doble tenía tallado, aunque casi borrado, Club infantil. Entró justo cuando empezaba a caer una lluvia torrencial. Los rayos rasgaron el cielo y un trueno retumbó con estruendo. Se alegró de estar a cubierto. Podría esperar a que pasara la tormenta si era necesario. Se alisó el jersey azul de manga corta y la falda azul marino y miró alrededor. Encendió la luz del vestíbulo y comprobó que llevaba años abandonado. Las paredes estaban sucias y, el suelo, desgastado. Encendió otra luz y recorrió un pasillo con cuartos a los lados que, al parecer, se usaban de trasteros. Fue hasta el gimnasio y entonces oyó un ruido. Había alguien, pero ¿Quién? El edifico estaba cerrado indefinidamente. Echó una ojeada por el ventanuco de la puerta batiente. En la penumbra, vió a alguien que jugaba con un balón de baloncesto en el extremo más alejado de la pista. Lo observó un instante antes de reconocer a Pedro. Fantástico. ¿Qué estaba haciendo allí?

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 12

Afortunadamente, consiguió volver de su misión por el extranjero, pero con algunos problemas. Había visto y había vivido cosas que lo habían cambiado. Le quedaron cicatrices, aunque fuesen invisibles. Paula ya había vislumbrado su angustia. Aun en el supuesto de que quisiera tener alguna relación con ella, ¿sería capaz? Más aún, ¿Le daría ella una segunda oportunidad?


—¿Ya estás vagueando otra vez?


Pedro dió un respingo, se dió la vuelta y vió a Federico, su hermano mayor.


—Tengo derecho a descansar de vez en cuando.


—¿Necesitas ayuda? —le preguntó Federico con una sonrisa.


—No puedes ayudarme con el problema que tengo.


—Inténtalo…


Pedro miró fijamente a su hermano. Federico siempre lo había ayudado. Lo cuidó durante unos años, después de que Ana Alfonso decidiera que no necesitaba a dos hijos y un marido que la ataran.


—¿No tienes una esposa encantadora y un par de hijos en casa?


Él sonrió al acordarse de Florencia, Camila y Agustín.


—Puedo dedicarle un par de minutos a mi hermano.


Federico se casó siendo bastante joven y consiguió sobrevivir a una unión sin amor que dio como fruto a Camila. Cuando murió Karen, él se encerró en el trabajo e intentó criar a su hija, hasta que Florencia apareció en su vida y le enseñó el amor verdadero.


—Efectivamente —siguió Federico—, puedes descansar un rato. Deja que tu cuerpo se recupere.


—Tengo que terminar esto.


—¿Por qué? Puedes pagar la hipoteca aunque abras después de la fecha prevista —Federico frunció el ceño—. ¿Hay algo más que te preocupa?


Pedro negó con la cabeza.


—¿Seguro? Esto huele a problema de faldas.


Pedro esbozó una sonrisa forzada.


—¿De dónde iba a sacar tiempo para las mujeres? He estado trabajando aquí día y noche.


—Te conozco, hermanito. Encuentras la compañía de una mujer en los sitios más insospechados —Federico se quedó pensativo—. Sin embargo, me parece que llevas un tiempo sin ninguna, salvo que contemos a esa mujer tan guapa que iba de un lado a otro de la sala de espera del hospital esta mañana.


¿Paula se había preocupado por él?


—El único motivo para que Paula Chaves se preocupara por mí era porque podía darle mala imagen ante sus electores.


Federico se cruzó de brazos.


—A mí me parece que fue por algo más. Sería la mujer ideal para tí.


Pedro intentó no inmutarse.


—Vaya, hermano sabiondo, ¿Podrías decirme por qué lo piensas?


—Lo mejor es que no es tu modelo habitual. Me extrañaría que se tragara toda tu palabrería. Un poco, como Florencia.


Él se acordó de Paula y sintió una punzada de anhelo, pero la sofocó inmediatamente.


—Te olvidas de lo más importante. Yo, al revés que tú, no quiero sentar la cabeza.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 11

Su encuentro casual en el Roadhouse Bar hacía tres años fue un golpe de suerte. Pedro estaba de permiso con tiempo por delante y, al sentirse inquieto, salió a beber algo. Paula y un par de amigas de Austin habían salido a dar una vuelta por los arrabales cuando las vió entrar por la puerta de un tugurio country-western de las afueras de Kerry Springs. El personal era rudo, en general cowboys que querían desfogarse y, con un poco de suerte, encontrar a alguien con quien pasar la noche. Si hubiese sido listo, se habría ocupado de sus propios asuntos y habría terminado la partida de billar. Sin embargo, cuando Damián y Mariano Jankins empezaron a molestarlas, no pudo mirar hacia otro lado y desentenderse. No era tan majadero. Consiguió salvar la situación sin derramamiento de sangre. Tuvo que invitar a los vaqueros a una ronda, pero sacó a las mujeres de allí. Las amigas de Paula volvieron al hotel, pero ella acabó con él y no tuvo reparos en dejar muy claro cuánto lo deseaba. Acabaron en la casa de ella, la vieja residencia familiar del rancho de los Chaves. Pasó los dos días siguientes en la cama de Paula. Esa fue la primera de sus reglas que infringió: Nunca pasar la noche entera. La segunda era nunca hablar del futuro. Con Paula, había perdido la cuenta de la reglas que había infringido. 


Cuando acabó dándose cuenta de lo profundamente que estaba enamorándose, se largó inmediatamente. No podía permitir que aquello siguiera más. No quería nada permanente con una mujer desde que su madre los abandonó, a su hermano y a él, cuando eran niños. Además, no aprendió la lección y le volvió a ocurrir en el instituto con Nadia Haynes. Entonces, ella lo abandonó antes de marcharse a la universidad y lo dejó tirado cuando perdió la beca deportiva por una lesión y una nota media baja. Entonces, Nadia le comunicó que iba a encontrar un hombre con un porvenir mejor y que pudiera ofrecerle la forma de vida que a la que ella aspiraba. Durante años, solo salió con chicas a las que les explicaba las reglas. Entonces, Paula Chaves se cruzó en su camino y todo el sentido común salió volando por la ventana. Por eso, antes de que pasara una tercera vez, consiguió dejar la cama de ella. Efectivamente, fue un cobarde y se marchó antes del amanecer sin despedirse siquiera. Supo que no podría soportar ver su dolor y solo así pudo sobrevivir el año siguiente. Se iba al extranjero y no podía arriesgarse a pensar en ella y a preguntarse si estaría esperándolo cuando volviera. No, no volvería a ser vulnerable otra vez. Siguió la regla de salir pitando.

miércoles, 18 de junio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 10

Entonces, súbitamente, se acordó de Pedro Alfonso. Ningún hombre tenía derecho a ser tan sexy. ¿Había pensado alguna vez en ella? Que hubiesen pasado un fin de semana ardiente no quería decir que fuese memorable para él. Dejó a un lado los recuerdos para volver al presente.


—He pensado que podía pasar por todas las tiendas y hablar con ellos de uno en uno. Así, podría saber cuáles son sus mayores preocupaciones. Lo que esperan de mí cuando esté en el Ayuntamiento.


—También está bien —reconoció él—. Vas a competir contra Leticia Peters y ella tiene mucho apoyo aunque esté anclada en el siglo pasado. Te beneficia que lo que quiere para el pueblo sea que siga igual. Tu proyecto de reformar el extremo sur de la calle principal es excelente. Necesitamos que Kerry Springs reciba más ingresos.


Siguió pensando en Pedro. Tenía un local fantástico. ¿También pensaba reformarlo por fuera?


—Está bien que los Alfonso se hayan quedado con el bar de Juan.


—Sí. Es una esquina muy buena. También estaría bien que el pueblo tuviera más restaurantes de cierta categoría.


—¿De cierta categoría?


Su padre sonrió.


—Según me ha contado Horacio, Pedro piensa ofrecer un menú mejor y un comedor renovado. Es justo lo que necesita el pueblo. Kerry Springs necesitaba muchas cosas.


—Me gustaría reformar y reabrir el club infantil.


Su padre frunció el ceño.


—Es una idea ambiciosa, sobre todo, con el presupuesto tan limitado del pueblo.


—Lo sé, pero hay muchos niños que necesitan un sitio así para ir después del colegio y en verano.


Entonces, él sonrió.


—Puedo ayudarte a recaudar fondos, a que empiecen las donaciones y a buscar subvenciones federales.


—Papá…


Miguel Chaves no estaba escuchando.


—Tengo amigos en Austin.


Ella adoraba a ese hombre que siempre había estado cuando lo había necesitado.


—Papá, te agradezco tu ayuda, pero tengo que hacerlo por mi cuenta.


Él asintió con la cabeza.


—¿Puedo decirte lo orgulloso que me siento de tí y de tu trabajo como directora del proyecto Vista Verde? Sin embargo, siempre serás mi niñita y es natural que quiera ayudarte.


Paula se levantó, se acercó a él y le dió un beso en la mejilla.


—Y yo te quiero por eso. Tu ayuda ha sido muy valiosa para mí, pero si quiero que la gente me tome en serio, tengo que hacer esto yo sola. Pienso hacer un cálculo básico de lo que costaría reparar el club infantil antes de siquiera ir al Ayuntamiento.


Su padre sonrió.


—Parece que tienes claras las cosas.


Paula creía que las tenía hasta que se encontró con Pedro. Miró a su padre.


—Bueno, soy la hija de Miguel Chaves y he tenido el mejor maestro.



Ese día, más tarde, Pedro soltó una maldición cuando el dolor del hombro le impidió terminar la moldura. No quería retrasarse en la fecha de la inauguración. Además, si seguía pensando en Paula Chaves cada dos por tres, acabaría perdiendo tiempo y dinero. ¿Qué estaba pasándole? Ella llevaba meses en el pueblo y a él le había dado igual. Se habían mantenido alejados el uno del otro. Aunque tampoco debió tener una aventura con ella. Una Chaves… ¿En qué estaría pensando? Debió dejarla en paz aquella noche. Ese era el problema. No había pensado en otra cosa que en lo que sintió al tenerla entre los brazos y en su sabor.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 9

 —Estoy todo el día metido aquí y pronto tendré que reunir el ganado en el rancho. No tengo mucho tiempo para juergas aunque quisiera.


—No te pareces nada al Pedro Alfonso que recuerdo. Él tenía muchos planes que no conocía nadie.


—Quiero concentrarme en labrarme un porvenir.


—Bueno, te deseo suerte.


—Gracias. Lo mismo te digo.


Ella miró hacia otro lado.


—Te dejaré que sigas trabajando. Tengo que ir a una reunión.


—Conduce con cuidado —le pidió él—. Estaré cruzándome en tu camino.


—No tiene gracia, Alfonso, no tiene gracia.


Era un disparate, pero quería retenerla. Sin embargo, sonrió mientras ella se dirigía hacia la puerta y admiró el suave contoneo de sus caderas. Resopló y no hizo caso de la reacción de su cuerpo.


—Juega en otra liga, vaquero —se dijo en voz alta—. Como Nadia. Fue una lección amarga que no quiero repetir. Algunas veces es mejor retirarse con las pérdidas.


Deseó que esas palabras le sofocaran el anhelo que sentiría cuando volviera a verla, algo que, al parecer, iba a ser bastante frecuente.




—Paula.


Paula miró a su padre, que estaba sentado en el borde de la mesa de la sede de la campaña.


—Perdona, papá. ¿Qué has dicho?


—Que esta mañana has tenido suerte de que no pasara nada.


Miguel Chaves, a los sesenta años, era un hombre atractivo. Su atractivo y su encanto le hacían ganar votos entre las mujeres y su antecedente como ranchero lo ayudaba entre los hombres. La verdad era que todo el mundo lo apreciaba. Llevaba casi treinta años casado con Alejandra, era un marido entregado y un hombre de familia que no había dado el más mínimo escándalo. El político perfecto. Mejor dicho, un político retirado desde el año anterior y eso significaba que no había un Chaves en el Senado por primera vez desde hacía setenta años. Como su hermanastro Gonzalo ni se planteaba la posibilidad de abandonar el rancho familiar y a su encantadora esposa Tamara, ella era la última Chaves que había entrado en política, que seguía con la tradición.


—Tal vez sea buena idea que cambies el deportivo por un coche más normal —añadió él.


Paula se quedó sin respiración. Le encantaba su coche.


—Paula —siguió su padre—, si vas a tomarte en serio la campaña, tiene que parecerlo y debes actuar en consecuencia. Ese descapotable no va a ayudarte a ganar votos, solo entre los chicos adolescentes.


Tenía que renunciar a su parte intrépida.


—Supongo que tienes razón pero, por favor, no me hagas conducir una furgoneta.


—No voy a hacer que conduzcas nada —replicó su padre con una sonrisa—. Es una decisión que tienes que tomar tú, cariño. Me has pedido que te ayude e intento aconsejarte.


—De acuerdo. Empezaré a conducir uno de los coches del rancho.


Sin embargo, no pensaba permitir que su hermano condujera su adorado descapotable. Miguel asintió con la cabeza mientras volvía a repasar la lista.


—Muy bien. Tienes que volver a organizar la reunión que has cancelado esta mañana. Los dueños de las tiendas serán quienes te ayuden a salir elegida.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 8

Paula quiso morirse en ese instante. ¿Por qué se lo había preguntado? Él volvió a sonreír.


—Siempre te he apreciado, pero no quería darte falsas esperanzas. Estaba comprometido con el ejército.


Efectivamente, en ese momento, lo que menos le importó fue haberle roto el corazón. Esbozó una sonrisa forzada. Ya era mucho mayor y más sensata y no iba a dejar que volviera a hacerle daño.


—Lo que pasó entre nosotros fue hace mucho tiempo.


—Y ya es hora de dejarlo atrás —terminó él mientras se acercaba a ella—. ¿Puedes, Paula? ¿Puedes olvidar lo bien que estuvimos juntos?


Ella se negaba a echar la vista atrás.


—Creo que lo he conseguido bastante bien.


Pedro sabía que jugaba con fuego cuando se trataba de Paula Chaves. La verdad era que lo había atraído como no lo había hecho otra mujer. En otras palabras, era peligrosa. Se mordió la mejilla por dentro mientras le miraba la falda ceñida y los tacones altos. Si no tuviera esas piernas. Volvió a mirarla a la cara para intentar recomponerse.


—Me alegro, porque voy a pasar mucho tiempo en la calle principal y nos veremos con frecuencia —replicó él—. Espero que vengas por el bar.


Ella miró alrededor.


—Es verdad. No te había felicitado por tu nueva iniciativa. Veo que ya es muy bonito —Paula sonrió—. Les han pasado muchas cosas buenas a los Alfonso. Son muy emprendedores.


—Sí. Es posible que algún día lleguemos a la altura de los Chaves.


La mirada de ella dejó escapar un destello de dolor y él se arrepintió de haberlo dicho.


—Los Chaves no somos mejor que nadie del pueblo. ¿Alguna vez alguno de nosotros les ha hecho creer lo contrario?


Él se encogió de hombros para intentar que ella no se diera cuenta de lo mucho que lo afectaba.


—Ya me conoces. ¿Crees que me importa lo que piense la gente?


Los ojos de color ébano de Paula lo miraron fijamente y Pedro estuvo a punto de confesar cuánto lo había alterado, cuánto lo alteraba todavía.


—Al parecer estás cambiando, lo hayas planeado o no. De soldado has pasado a vaquero y a empresario.


—Sí, los dos estamos moviéndonos. Sin embargo, no te confundas, seguiré siendo ese vaquero polvoriento.


Paula se puso muy recta.


—Los dos vamos a estar muy ocupados durante los próximos meses. Yo con la elección y, tú, con el restaurante y el rancho.


Él asintió con la cabeza.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 7

Paula no había salido corriendo de nada desde que Lucas Grayson se rió de ella en segundo curso, pero tuvo que hacer un esfuerzo para hacer frente a Pedro.


—Por lo visto, sigues enfadado por lo de antes.


Él se levantó las gafas protectoras y se las puso en lo alto de la cabeza.


—¿Por eso has venido? ¿Quieres cerciorarte de que no voy a demandarte?


Se negó a permitir que la alterara aunque, hasta el momento, no había tenido mucha suerte.


—No, he venido porque estoy preocupada por tí —no podía librarse de esa sensación protectora que había tenido al verlo desorientado—. ¿Vas a negarme que estabas rememorando algo muy intenso cuando me acerqué a tí?


—No voy a negar nada. El médico me ha dado el alta —arqueó una ceja—, pero si quieres hacer de enfermera conmigo, no voy a oponerme.


Le costó, pero no le hizo caso. Además, aquello no era de su incumbencia.


—Por lo que parece, tampoco estás haciendo lo que dijo el médico. No deberías trabajar durante un tiempo.


—No debo levantar peso —él señaló con la cabeza un listón de madera—. Estoy terminando unas molduras y puedo hacerlo.


Pedro se cruzó de brazos. Se había quitado la camisa y llevaba una camiseta negra y ceñida sobre el musculoso pecho y los anchos hombros. Intentó tomar aliento, pero el aire no le entraba en los pulmones.


—Entonces, te dejaré que sigas trabajando.


Él sonrió. Ella detestaba esa sonrisa de suficiencia.


—¿Qué pasa?


—Hoy me has hablado más que en todo el tiempo que llevo aquí. ¿Significa eso que por fin me has perdonado?


Ella no quería hablar de su breve historia del pasado.


—Tampoco hemos tenido muchas ocasiones de vernos. He estado muy ocupada con mi trabajo y, al parecer, tú también. Además, tú fuiste quien se marchó.


Paula se arrepintió de haberlo dicho. Los ojos azules de él se clavaron en los de ella.


—Intenté explicártelo cuando volví, pero tú no estabas muy dispuesta a escucharme.


Ella no se habría creído su endeble excusa, ni entonces ni en ese momento.


—Mira, Pedro, no hay ningún motivo para volver a hablar de todo eso —replicó ella con una mano levantada—. Los dos hemos seguido con nuestras vidas.


Él asintió con la cabeza.


—Entonces, vas a entrar en el Ayuntamiento. Será mejor que me porte bien o podrías cerrar Alfonso’s Place antes de que lo inaugure.


—Alfonso’s Place… —a ella le gustó el nombre—. ¿Por qué iba a cerrarlo? Vas a traer actividad al pueblo. Además, todavía no me han elegido.


—Es un mero trámite. No puedo imaginarme que un Chaves pierda una elección, al menos, en Texas.


—No soy mi padre —ella no había querido mostrar su inseguridad—. Soy nueva en todo esto.


—Eres de aquí, Paula, y la gente te aprecia.


—¿También tú?

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 6

Pedro había pensado ser soldado profesional y se quedó sorprendida cuando volvió hacía dieciocho meses como un civil. Aun así, no hubo ningún problema porque ella trabajaba en Austin. Él se puso en contacto con ella una vez, pero ella rechazó sus llamadas y le dejó un mensaje bastante poco amable diciéndole que no quería volver a verlo. Seguramente, era una de las poquísimas mujeres que lo habían rechazado. Luego, ella volvió a Kerry Springs con un empleo en la promoción inmobiliaria de Vista Verde. Aun así, él pasaba el tiempo en el rancho y ella estaba centrada en su trabajo y en su carrera política. No quería complicaciones.


—Debería hablar con papá —le dijo ella a su madre.


—Buena idea. A lo mejor puedes organizar otra vez la reunión con los comerciantes.


—Voy a intentar hablar con ellos de uno en uno.


Se despidió y fue hacia la puerta. Hacía un día muy agradable y decidió ir andando a la oficina de su padre. Como ya estaba retirado, le había dejado un poco de sitio para su campaña. Cruzó la calle principal y sonrió al ver las tiendas con sus antiguos escaparates. Allí estaban los comercios de toda la vida, la ferretería Sayers y la heladería Shaffer, justo una manzana más abajo de Puntada con Hilo. Aminoró el paso al ver el bar de Rory. Era agradable ver otro negocio que se ponía en marcha, el negocio de Pedro. Él estaría en el pueblo en vez de en el rancho y sería muy probable que lo viera con frecuencia. Dejó a un lado la idea de que su ex amante estuviera por allí cerca. Lo que menos soportaba era que todavía la alterara. Vió una conocida camioneta oscura estacionada junto al bordillo. ¿Estaba Pedro allí… Trabajando? Se detuvo ante la puerta, entró y vio el barullo. Había montones de maderos por todos lados y el antiguo suelo de madera estaba cubierto de serrín. Habían remodelado las paredes con paneles de madera teñida de color claro y los marcos de las ventanas y los rodapiés eran más oscuros. También habían lijado la larga barra de roble y los asientos de plástico rojo habían desaparecido. Oyó una sierra y siguió el sonido hasta un pequeño cuarto pasada la improvisada pista de baile. Allí estaba Pedro, inclinado sobre una sierra de mesa con unas gafas protectoras y un cinturón de herramientas que colgaba de sus esbeltas caderas. Se le aceleró el corazón. ¡Fantástico! Otra imagen sexy de ese vaquero. Empezó a retroceder para no molestarlo. Estaba absorto y no sabría que estaba allí. Sin embargo, chocó con un montón de tablones que empezaron a caer mientras ella intentaba mantener el equilibrio. Él se dió la vuelta bruscamente mientras paraba la sierra y se acercó mirándola con furia.


—Al parecer, no te conformas con el daño que has hecho esta mañana. ¿Has venido a rematar la faena?

lunes, 16 de junio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 5

 —¿Qué tal estás, hijo? —le preguntó Horacio.


—Un poco dolorido —Pedro miró a Paula—. No hacía falta que te quedaras.


Pedro captó la expresión de congoja en su rostro y se arrepintió de haberlo dicho.


—Estaba diciéndole a tu padre que quiero hacerme cargo de tus facturas médicas.


Él no quería que ella lo ayudara, solo que lo dejara en paz.


—El seguro se ocupará de todo. Tenía el hombro dislocado y el médico lo ha puesto en su sitio.


Paula frunció el ceño porque sabía que había pasado mucho más; la reacción de Pedro al ruido del helicóptero. Le espantaba pensar que había desencadenado algo.


—Me alegro, podría haber sido mucho peor.


Lo miró a esos hipnóticos e irlandeses ojos azules y, de repente, todo el mundo desapareció.


—Sí. El médico me reconoció y dijo que estoy bien. Lo único que no puedo hacer es levantar peso durante unos días —miró a Paula—. Te has librado.



Una hora más tarde, Paula entró en Puntada con Hilo, la tienda de colchas de retazos. Casi todos los días se encontraba allí con su madre. Alejandra Chaves, muy aficionada a hacer colchas de retazos, pasaba mucho tiempo con sus amigas del rincón de las costureras. Había participado en varios proyectos como las colchas para bodas o para bebés. También habían organizado una feria de artesanía en verano y entregado el dinero a la beneficencia. Saludó con la mano a Florencia Alfonso, que estaba atendiendo a una clienta tras el mostrador. Su amiga llevaba la tienda e impartía clases de colchas de retazos. Estaba casada con el hermano Alfonso encantador, con Federico, y tenían dos hijos adorables, Camila y Agustín. Había muchos motivos para envidiar a Florencia, pero ella la quería demasiado como para que le importara. Avanzó entre las mesas con muestras de telas y los estantes con cualquier cosa que pudiera necesitar una aficionada a las colchas de retazos y llegó al local contiguo, donde se impartían las clases. En la parte delantera había una mesa redonda con un grupo de mujeres alrededor. Allí estaban Mónica Roberts, quien también trabajaba media jornada en la tienda, Norma Staley-Alfonso, recién casada con Horacio, y Alejandra Chaves, su madre.


—Hola, mamá —saludó Paula a la mujer de casi sesenta años.


Alejandra tenía un pelo oscuro que le llegaba justo por debajo de las orejas y unos profundos ojos marrones. Había quien decía que la única diferencia entre madre e hija era la edad.


—Me alegro de verte —la saludó Alejandra—. He intentado llamarte. ¿Qué ha pasado esta mañana? Tu padre me ha dicho que has cancelado la reunión y Norma me ha contado que has llevado a Pedro a Urgencias.


Ella dejó escapar un gruñido. Naturalmente, todo el pueblo lo sabía.


—Lo siento, mamá, por eso no he llamado —Paula miró a Norma—. Por lo que veo, Horacio te lo ha contado.


—Sí. Me ha contado que Pedro se cayó del caballo, pero que no le ha pasado nada.


Todas la miraron para que diera más información.


—Fue culpa mía. Estaba atajando por el camino del Triple A. Debí de asustar al caballo porque se encabritó y lo tiró. Me alegro de que no haya pasado nada.


—No te lo reproches —replicó Norma—. Ese caballo es muy bronco. Nadie puede montarlo excepto Pedro.


—Pues me parece que no va a montar ninguno durante una temporada.


—Es posible que le venga bien. Pedro ha estado trabajando en el rancho durante el día y en el bar por la tarde. Quiere abrirlo lo antes posible.


Hacía tres años, ella había tenido la oportunidad de estar con Pedro, pero él impuso una regla: Sería una relación sin ataduras y solo para el fin de semana. Ella, como había estado enamorada de él desde el instituto, aprovechó la ocasión y aquellas cuarenta y ocho horas juntos fueron increíbles. Aunque se enamoró más, a él no le costó gran cosa marcharse cuando todavía estaba dormida dejándole solo una nota. Le dolió que no significara lo bastante como para que la despertara y se despidiera de ella

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 4

 —Es una buena señal —comentó Evan con una sonrisa—. Iré a comprobarlo.


Observaron a Federico mientras se dirigía al puesto de las enfermeras y ella se volvió hacia el padre de Pedro.


—Lo siento, Horacio, si no hubiera tomado el atajo por vuestras tierras… No ví a Pedro hasta que fue demasiado tarde.


El imponente irlandés le tomó una mano.


—Sabemos que no querías hacerle nada, Paula. Tienes permiso para usar ese camino cuando quieras.


—Bueno, fue mi culpa, y me haré cargo de las facturasmédicas de Pedro.


—No nos preocupemos por eso ahora.


—Pero ni siquiera pudo montarse en el caballo. ¿Cómo va a trabajar?


Ella sabía que llevaba el rancho Triple A con su hermano y su padre. Él se ocupaba del ganado.


—Hay bastantes empleados que pueden hacer el trabajo —le tranquilizó Horacio—. Aunque su lesión podría retrasar la reforma del bar.


—¿El bar?


—Efectivamente. Hace tiempo que no pasas por el pueblo. Hace poco compramos el bar de Juan.


—Mi madre me comentó algo sobre la jubilación de Juan. Han comprado el bar… —Paula sonrió—. Tiene sentido porque has trabajado mucho tiempo allí y allí nació tu famosa salsa barbacoa. ¿Vas a seguir trabajando en él?


Horacio era un hombre atractivo con el pelo blanco y tupido y un marcado deje irlandés. Se había casado con Norma Staley hacía poco tiempo.


—Lo siento, pero me he retirado. Quiero estar con mi mujer y los dos promocionaremos la salsa barbacoa Alfonso. Federico y yo seremos socios, pero el bar será asunto de Pedro. Naturalmente, mi barbacoa estará en el menú con los vinos Legado Alfonso.


Paula se alegró por ellos.


—Al parecer, me he perdido muchas cosas mientras estaba fuera.


—Bueno, tú también has estado ocupada. He oído muchas cosas buenas de tí.


Como sus padres eran amigos íntimos de Norma y Horacio, supo inmediatamente de qué estaba hablando.


—Lo comuniqué oficialmente hace poco.


—Si mi opinión importa para algo, creo que lo harás muy bien en el Ayuntamiento. Necesitamos a más gente joven que lleve las cosas por aquí. Tu padre está muy orgulloso.


Ella siempre había sido la niña de sus ojos, aun cuando chocaban porque tenía algunas ideas progresistas para el pueblo.


—Algunas personas no quieren cambios. Eso significa que tengo que recaudar fondos. Voy a enfrentarme a alguien tan asentado en el Ayuntamiento como Gladys Peters.


Paula tenía que demostrar a su distrito que era digna de apostar por ella.


—Hay que agitar un poco a este pueblo y tú eres la persona indicada para hacerlo —los ojos azules de Horacio resplandecieron—. Tengo una idea. Dentro de unas semanas vamos a inaugurar el bar por todo lo alto. ¿Por qué no haces también una recaudación de fondos?


Ella dudaba mucho de que a Pedro le gustara esa idea.


—Me honra que lo hayas pensado, Horacio, pero estás intentando que el bar despegue y no sé si es buena idea.


—¿Qué no es una buena idea?


Los dos se dieron la vuelta y vieron a los hermanos Alfonso. Eran altos y anchos de espalda, unos auténticos cowboys texanos. Pedro llevaba el brazo en cabestrillo.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 3

Cuando lo miró, sintió el mismo estremecimiento en las entrañas que hacía tres años, cuando hicieron el amor y luego él se despidió de ella.


—¿Me dejarás que te lleve al hospital?


Él asintió con la cabeza y Paula suspiró con alivio, pero al mirar al curtido y guapo cowboy se dio cuenta de que todavía se le aceleraba el corazón y se le humedecían las palmas de las manos. No podía soportarlo. Pedro Alfonso era el hombre que menos necesitaba en su vida en ese momento. ¿A quién quería engañar? Él no la quiso hacía tres años y estaba deseando librarse de ella en ese preciso instante. Bueno, ella tampoco lo quería. En cuanto lo dejara en el hospital, volvería a desaparecer.


—Déjame que llame a alguien para que se ocupe de Pegaso.


Pedro sacó el móvil del bolsillo de la camisa y marcó el número del establo.


—Hola, Francisco —saludó a su capataz—, necesito que me hagas un favor. Estoy en el camino del viejo molino, como a ochocientos metros de la carretera. ¿Te importaría venir a por Pegaso?


—¿Pasa algo? —preguntó Francisco.


Pedro miró a Paula.


—No, nada que no pueda solucionar —mintió él. 


Sabía que Paula lo había obnubilado una vez y no podía permitir que volviera a hacerlo.



Una hora más tarde, en Urgencias, Paula se sentó en la sala de espera e hizo algunas llamadas. La primera, a su padre para cancelar la reunión. No era como le gustaba empezar un lunes… Ni ningún otro día. Cerró los ojos. Pedro podía haber resultado gravemente herido por su culpa. Su padre y su hermano Gonzalo le habían avisado muchas veces para que condujese más despacio. El año anterior la habían multado dos veces por exceso de velocidad, por no decir nada de las veces que se había librado solo con una advertencia por apellidarse Chaves. Hubo momentos en los que disfrutó por ser la hija de un senador, pero esa vez había causado un accidente. Peor aún, había un herido. Esperaba que fuese leve. Fuera como fuese, Pedro estaba herido por su culpa. Independientemente de lo majadero que fuese hacia tres años, nunca quiso hacerle nada. No había visto mucho a él desde que volvió del ejército pero, a juzgar por el incidente de ese día, no había vuelto indemne. Podía decir lo que quisiera, pero ella sabía que había rememorado algo visualmente, lo que era frecuente entre los hombres y mujeres que habían estado en el frente. Había servido en el extranjero y había vuelto como un héroe, pero ¿A qué precio? Se abrieron las puertas automáticas y vió entrar precipitadamente a un hombre mayor, Horacio Alfonso. Federico, el hermano de Pedro, entró justo detrás de su padre. Como ella lo había llamado, Horacio se le acercó.


—¿Qué tal está? —le preguntó con preocupación.


—Cuando lo dejé, estaba quejándose a la enfermera.

Mi destino Eres Tú: Capítulo 2

 —¿Estás bien? —le preguntó ella otra vez.


—Estaría mejor si no hubiera tanto ruido que molesta a mi ganado y a mi tranquilidad.


—Lo siento, era el helicóptero de mi padre.


—Podía tomar otra ruta… —gruñó él mientras se sentaba dolorido—. ¿Qué haces aquí?


—¿Me creerías si te dijera que pasaba en coche? —contestó ella sentándose también.


—Deberías seguir, es más seguro para todos.


—No puedo dejarte —replicó ella—. El caballo te ha tirado.


Él quería levantarse, pero no sabía si podría.


—Bueno, ya estoy bien. Puedes marcharte.


Ella negó con la cabeza, se levantó y se sacudió la falda.


—Necesitas ayuda. Voy a llamar a Emergencias.


—¡No! Estoy bien.


Ella frunció el ceño.


—No lo parece. Estás pálido y te has caído sobre el hombro. Has podido dislocártelo. Además, ¿Puede saberse qué te pasó cuando el helicóptero nos sobrevoló? Parecías presa del pánico.


Pedro no pensaba hablar de eso con ella.


—Lo que me preocupa de verdad es que alguien quisiera atropellarme.


Él reunió todas las fuerzas que le quedaban, se arrodilló, tomó aliento y se levantó. Sintió dolor durante un instante, pero miró a un árbol y vió a su caballo.


—Pegaso…


Silbó levemente, pero fue suficiente para que el caballo acudiera a él. Recogió el sombrero del suelo y se lo puso. Podía hacerlo. Ya había mostrado bastante debilidad y no quería que ella lo viera en ese estado. Paula se interpuso en su camino.


—No vas a montarte en ese caballo, Pedro Alfonso.


Ella medía un metro y sesenta centímetros y le llegaba justo hasta la barbilla a pesar de los tacones.


—¿Quién va a impedírmelo? —preguntó él.


Pedro fue a sortearla, pero lo agarró del brazo y él hizo una mueca de dolor.


—¿Lo ves? Estás herido.


—Puedo apañarme. Me han tirado caballos desde que era un niño —entonces, él se fijó en el deportivo plateado—. Además, ¿Qué haces en las tierras de los Alfonso?


—Había tomado el atajo. Llegaba tarde a una reunión.


—Y eso justifica que lastimes a lo que se cruce en tu camino, ¿No?


Ella se puso en jarras.


—No quería lastimar a nadie. No te ví.


Paual Chaves era una mujer impresionante. Un hombre tenía que estar ciego para no sentirse atraído por ese pelo largo y moreno y por esos ojos marrones y aterciopelados. Su ascendencia hispana se reflejaba en sus pómulos marcados y en su cutis aceitunado.


—Entonces, no deberías ir a toda velocidad por una propiedad privada.


—Ya te he dicho que tenía una reunión importante en el pueblo.


—¿Para desayunar con tus amigas?


—No, pero para que lo sepas…


Él levantó una mano.


—No quiero saberlo —le dolía el hombro—. Tengo que comprobar qué tal está mi caballo.


Pedro miró a su precioso caballo castaño. Él mismo lo había adiestrado. Le pasó una mano por el flanco y le habló con delicadeza. Afortunadamente, estaba bien. Introdujo la bota en el estribo, agarró el cuerno y sintió un dolor muy agudo en el hombro. Soltó un improperio y retrocedió.


—Se acabó —Paula volvió a su coche y tomó el móvil del asiento del acompañante—. Si no me dejas que te ayude, llamaré a alguien para que lo haga.


—Espera un minuto.

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 1

Llegaba tarde otra vez. Paula Chaves apretó el acelerador de su descapotable plateado y el motor rugió antes de salir disparado por la carretera del condado. Necesitaría alas para llegar a tiempo a la reunión y necesitaba el apoyo de los comerciantes de Kerry Springs si quería que la eligieran para el Ayuntamiento. Entonces, se acordó del atajo. Estaba en una propiedad privada, pero conocía a los propietarios. Los Alfonso eran sus vecinos y no les importaría… Hasta que se acordó de Pedro Alfonso. Quizá a él le importara. No tuvo tiempo de pensar y giró para tomar el camino polvoriento y flanqueado por árboles. Los desmesurados árboles y los arbustos espinosos le dificultaban la visión. No tardó en darse cuenta de que había sido una mala idea y tenía que encontrar algún sitio donde dar la vuelta y volver a la carretera. Su coche no era apto para ese terreno. No quería romper los bajos del vehículo, pero tenía que seguir con la esperanza de poder salir de ese laberinto. Entonces, los árboles fueron separándose y llegó a un claro, donde vió al caballo y al jinete. Ya era demasiado tarde. Pisó el freno y dio un volantazo para esquivarlos. El caballo se encabritó y tiró al jinete de espaldas. Ella consiguió parar el coche y se bajó.


—Dios mío, Dios mío —repitió mientras se acercaba apresuradamente al jinete tumbado.


El caballo estaba encima del hombre boca abajo.


—Vamos, tienes que apartarte.


Al animal obedeció y ella se arrodilló al lado del hombre. Temblorosa, le buscó el pulso y, gracias Dios, lo encontró. Reconoció inmediatamente a Pedro Alfonso.


—Vamos, Pedro, despierta —le pidió ella intentando mantener la calma—. Pedro, por favor.


Él gruñó, se puso de costado, parpadeó y abrió los ojos. Ella vió que tenía la mirada perdida.


—Pedro, ¿Estás bien?


Él volvió a gruñir. Estaba herido. Lo tocó y él se apartó bruscamente.


—Pedro, soy yo, Paula. Por favor, por favor que no te pase nada.


Pedro Alfonso hizo un esfuerzo para respirar e intentó enfocar la mirada, pero notó que se deslizaba a ese sitio adonde no quería ir. Oyó el conocido sonido de los rotores del helicóptero que surcaba el cielo despejado. La ayuda estaba llegando. ¿Sería suficiente? ¿Llegaría a tiempo? Oyó una voz de fondo. Era una voz delicada, pero ronca, de una mujer. ¿Quién era? ¿Qué hacía allí? Levantó la mirada y apareció lentamente.


—¿Puede saberse qué…? ¡Ponte a cubierto! —él gritó la orden, pero ella no se movió—. ¡Maldita sea! —la agarró y la tumbó a su lado—. ¡Pueden alcanzarte!


—¡Pedro! —gritó ella.


Él se quedó petrificado cuando esa voz tan conocida se abrió paso entre los sonidos difusos que tenía en la cabeza. Entonces, notó su contacto y la miró.


—Paula.


Ella sonrió vacilante y todo el cuerpo de él reaccionó a su sonrisa. La nebulosa empezó a disiparse y quiso salir corriendo, pero estaba débil como un gatito. Era la última persona que quería ver cuando estaba en ese estado. Miró un poco más allá y vio el coche que había asustado a su caballo. Inclinó la cabeza mientras oía el lejano sonido del helicóptero privado que lo había desorientado.

Mi Destino Eres Tú: Sinopsis

El hombre más impresionante del pueblo…


Para Paula Chaves, Pedro Alfonso era el ranchero más inalcanzable de Kerry Springs. Paula era una política férrea, pero nunca había olvidado el maravilloso fin de semana que pasaron juntos ni su desconsuelo cuando él se marchó.


Pedro había vuelto del ejército y era un hombre distinto, silencioso y reservado. Paula no podía evitar preguntarse el motivo, aunque estaba decidida a mantenerse alejada de él. Mientras observaba cómo se adaptaba Pedro a la vida civil, sus sentimientos de antaño resurgieron. Aunque quisiera negarlo, él siempre sería su vaquero….

viernes, 13 de junio de 2025

Has Vuelto A Mí: Epílogo

 –Deberíamos habernos casado en Hawái –murmuró Pedro al oído de Paula después de la enésima felicitación.


Paula le dió un discreto codazo a su flamante marido.


–¿Y perdernos otra Nochebuena con nuestras familias? Ni hablar.


–Eres una romántica –se quejó él, abrazándola por la cintura.


–Demándame si quieres –suspiró y se apretó contra él–. Gracias.


–¿Por qué?


–Por esto –hizo un gesto abarcando la playa que se extendía frente a la escuela de surf Winki Pop. 


Arturo, espléndido con su esmoquin y su gorro de Santa Claus, estaba preparando otra tanta de su sangría especial. Violeta, preciosa con su disfraz de duende, daba vueltas alrededor de Federico cantando una disparatada versión de Ring-a-Rose. Tomás y Jimena estaban haciéndose carantoñas, como siempre, y los padres de Pedro estaban sentados y asidos de la mano junto a Alejandra, contemplando sonrientes la celebración navideña. Incluso el recalcitrante Miguel había regresado inesperadamente de Oriente Próximo, sin mujer, y estaba intentando reconciliarse con Alejandra y con su hija. Paula sabía que era inútil, pero aun así lo había invitado a la boda y a la comida navideña del día siguiente. La ceremonia en la playa había sido increíble, pero el momento más emotivo fue cuando Pedro llevó a Alejandra en brazos hasta la primera fila. A Paula le costó Dios y ayuda contener las lágrimas mientras pronunciaba los votos. Aún le costaba creer que se hubiera casado con su primer y único amor, y continuamente se acariciaba el vestido de seda color marfil para asegurarse de que todo era real.


–¿Estás segura de que tu madre estará bien mientras nos vamos de luna de miel a Capri? –le preguntó Pedro–. Podemos quedarnos aquí y..


–Estará bien.


Doce meses antes Paula había mantenido una larga charla con su madre, cuando estuvo a punto de perder a Pedro, y como resultado había enterrado sus temores y había empezado a vivir la vida sin preocuparse por el futuro. El imparable deterioro de Alejandra le encogía el alma, naturalmente, pero su madre estaba aprovechando al máximo el tiempo que le quedaba. Lo menos que ella podía hacer era lo mismo. El deseo de su madre era verla feliz y por eso habían adelantado la fecha de la boda. Ni a ella ni a Pedro les había importado, pues ya estaban viviendo juntos. Se quedaban en Melbourne de lunes a viernes y los fines de semana los pasaban en Torquay. Aún no habían decidido dónde se instalarían de manera permanente. Ya habría tiempo para eso cuando regresaran de Capri.


–¿En qué piensas?


Miró a los azules ojos de su marido y sonrió.


–En la primera vez que estuvimos en Capri...


–Te prometo que esta vez será aún mejor –meneó exageradamente las cejas, haciéndola reír–. Sabes que vamos a ser muy felices juntos, ¿Verdad?


–Lo sé.


Pasara lo que pasara, tendría a su lado a aquel hombre tan maravilloso.







FIN

Has Vuelto A Mi: Capítulo 77

 –Porque es natural tener miedo –continuó Pedro–. Pero pase lo que pase lo afrontaremos juntos.


–¿Estás loco? Ya has visto a mi madre. Su estado empeora día a día. ¿Crees que quiero..? –no pudo seguir hablando. Los ojos se le llenaron de lágrimas.


–Dímelo.


Ella no quería hacerlo, pero no pudo resistirse al afecto que despedía su mirada.


–¿Crees que quiero cargarte con algo así? No puedo hacer que renuncies a tu libertad por mí. Aunque la enfermedad no me matara, no soportaría la culpa –un gran sollozo le desgarró el pecho–. Quiero más para tí.


–Tú eres todo lo que quiero... –se calló un momento y Paula temió que fuera a llorar–. Mira, todo esto de los sentimientos es nuevo para mí. No sé qué hacer ni qué decir para demostrarte que te quiero.


Hundió la cara en las manos, y verlo así, abatido y derrotado, tan distinto al hombre que era, conmovió a Paula como ninguna otra cosa. La quería. Quería estar con ella. ¿Cuántas personas tenían una segunda oportunidad con su primer amor? Con mucho tiento, le puso una mano en el hombro.


–Los análisis han confirmado que no porto el gen alterado, pero cabe la posibilidad de que pueda desarrollar la enfermedad en el futuro.


Él levantó la cabeza. Su expresión desconsolada se le clavó a Paula como un cuchillo.


–La vida está llena de riesgos, Pau. Yo me arriesgo todos los días al hacer surf, al subirme a un avión, al conducir un coche... Si no asumimos los riesgos no estamos viviendo de verdad, y tú no eres así. La mujer a la que conocí en Capri exprimía la vida al máximo, y en esta semana he vuelto a ver destellos de esa mujer. Es la mujer con la que quiero estar.


Paula no podría hablar ni aunque quisiera. Las emociones le comprimían la garganta.


–Tu madre te dirá lo mismo que te acabo de decir. Ella quiere que vivas tu vida, que la disfrutes al máximo y no la pases angustiándote por algo que quizá no ocurra.


–No quiero que renuncies a lo que eres por mí. No seré una egoísta como mi padre...


–Tu padre es un imbécil y tú no te pareces a él en nada. Has permanecido junto a tu madre y has hecho todo lo posible para demostrarle lo mucho que significa para ti. En cuanto a la desconfianza que te provocó tu padre, yo me encargaré de solucionarla –se pasó una mano por sus rubios cabellos–. Estoy dispuesto a lo que sea con tal de tenerte conmigo.


Tener a Pedro con ella... En lo bueno y en lo malo... La atracción era irresistible.


–¿Y qué pasa con los hijos? No sé si podría arriesgarme a tenerlos y que hereden la...


–Ya basta. Estás buscando excusas porque tienes miedo de comprometerte conmigo.


Cierto. Pedro la conocía bien y sabía cómo se sentía. Él la agarró de la mano.


–Solo te preocupas por el futuro, cuando lo que tenemos quehacer es vivir el presente.


Cuando a su madre le diagnosticaron la esclerosis, y posteriormente, cuando a Paula le dijeron que no portaba el gen alterado, decidió que aprovecharía todas las oportunidades que se le presentaran para ser feliz. Pedro le había demostrado lo mucho que la quería al renunciar a su tesoro más preciado, que era su libertad. Quería estar con ella para siempre. Y esa era la mayor oportunidad que podía ofrecerle la vida. ¿A qué estaba esperando, entonces? Él la abrazó y ella se abandonó al torrente de emociones que manaban de sus ojos y le empapaban la camisa.


–Los hijos, el matrimonio, el trabajo... Todo lo afrontaremos juntos –le susurró mientras le acariciaba el pelo, hasta que cesaron los sollozos.


Maravillada porque aquel hombre estuviera dispuesto a abandonarlo todo por estar con ella, se echó hacia atrás y lo miró a los ojos.


–Te quiero... –le confesó–. Siempre te he querido.


Él le respondió con un beso tan prolongado que cuando volvieron al restaurante se les había enfriado la comida.