viernes, 20 de diciembre de 2024

Nuestros Bebés: Capítulo 77

 —Muy bien. Lo hemos puesto en el respirador y ha reaccionado perfectamente. Tiene agallas y es un luchador. Poco a poco, le iremos quitando la respiración asistida, aunque no puedo decirle cuánto tardará. Depende de lo bien que reaccione cada vez que reduzcamos la intensidad de la máquina, pero, por el modo en que está reaccionando, no veo que tenga que estar más de un mes, si no hay complicaciones.


Pedro se tranquilizó un poco. El médico se marchó y él volvió a contemplar a su hijo. Encontró un taburete y se sentó al lado de la incubadora. Entonces, se puso a contarle todos los dedos hasta que las lágrimas le nublaron la visión.


—No sé si me oyes ni si me entiendes —susurró, pegando una mano al cristal de la incubadora—, pero... Soy tu papá. No quiero que te preocupes porque tengamos otro hijo que es más grande y creas que, porque eres más pequeñito, no te queremos —añadió, cuando se le pasó el nudo que tenía en la garganta—. Sé lo que es pensar que uno es una desilusión para los demás. Tú no lo eres. En lo que a mí respecta, tú eres todo lo que yo podría querer en un hijo... Más de lo que me merezco. Solo quiero llevarte a tí y a tu hermano a casa, para que podamos ser una familia de verdad. Siempre estaré a vuestro lado. Siempre. Y jamás antepondré mi carrera para que no tengáis que preguntaros si os quiero o no. Nunca he sido papá antes y tal vez no siempre esté en lo cierto, pero juntos lo conseguiremos. Te quiero, hijo mío. Ocurra lo que ocurra, siempre te amaré. Aunque cometas errores. Resolveremos juntos nuestras diferencias.


—¿Pedro?


Al darse la vuelta, se encontró a su padre vestido de la misma guisa que él. Pedro nunca lo había visto en una actitud tan humilde en toda su vida.


—Después de que nos marcháramos de tu casa, tu madre estaba muy preocupada porque Paula estaba tan disgustada. Cuando no contestaban al teléfono, llamó al hospital y le dijeron que ella había ingresado. Lo siento, Pedro. Me siento responsable.


—No es culpa tuya. Si es culpa de alguien, es mía. Se lo debería haber dicho... ¿Dónde está mamá?


—En la sala de espera. Solo dejan pasar a una persona y yo quería disculparme por lo que ocurrió durante la cena. 


—No fue culpa tuya. Debería haber hablado con Paula hace meses. Por cierto, ¿Qué le pasó a mamá durante la cena? Ella nunca levanta tanto la voz.


—No lo entiendes. Hemos destrozado a tu madre con nuestras discusiones. Es hora de que firmemos una tregua. Paula, los niños y tú necesitan el apoyo de toda la familia.


Pedro no creía lo que acababa de escuchar.


—¿Qué es eso que le has dicho sobre quererlo incluso cuando cometa errores? ¿Es que crees que yo no te quería a tí?


—Sí.


—Siempre he estado muy orgulloso de tí, aunque nunca te lo haya dicho. Supongo que creía que sabrías cómo me sentía. Siento no haberlo hecho nunca.


—No lo sabía. Ojalá lo hubiera sabido...


—He sido muy duro contigo. No eras como tu hermano y tal vez me excedí contigo, pero tú siempre tenías que hacer las cosas a tu modo. Habías tenido algunos problemillas y entonces tu novia se quedó embarazada. Entonces, me di cuenta de que tenía que hacer algo, así que te envié a ese colegio privado. Sentía que tenía que hacerlo antes de que arruinaras tu vida. Tú nunca me escuchabas y yo esperaba que otra persona pudiera enseñarte lo que yo no había podido.


A pesar de que dudaba de que su padre comprendiera lo que había sentido cuando Brenda perdió el hijo, se dió cuenta de que tenía razón. Precisamente había sido aquella determinación de su padre lo que le había convertido en un buen abogado y le había transmitido su preocupación sobre los chicos con problemas y por cuidar de sus hijos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario