miércoles, 18 de diciembre de 2024

Nuestros Bebés: Capítulo 72

 —Ya te dije en otra ocasión que las cosas son muy difíciles entre nosotros —afirmó, mientras se ponía de pie de repente—. Además, me gusta mi trabajo.


—Siento haberlo mencionado.


—Bueno, me voy a trabajar.


—Pero si no has cenado...


—Ya comeré algo cuando esté en mi despacho.


—Pedro, no...


Antes de que pudiera terminar la frase, él se había marchado. A Paula le pareció que era un regreso a las discusiones que había tenido con su ex. Sin embargo, aquella vez no tenía la intención de rendirse sin presentar batalla. La amante de Pedro no era una mujer. Era su trabajo y algo que había ocurrido en el pasado con su padre. En ese caso, tenía noticias para su marido. Aquella vez, no permitiría que un trabajo muy exigente o el estúpido orgullo de Pedro los separara. De algún modo, encontraría el modo de salvar su matrimonio y de terminar con la total falta de comunicación que había entre padre e hijo, aunque tuviera que ir en contra de los deseos de Pedro.


—Hola, señor Alfonso. Soy Paula, su nuera.


El único modo en el que pudo describir la expresión que cruzó el gesto de Horacio Alfonso fue de incredulidad. Entonces, sonrió, aunque ella no supo cómo interpretarlo.


—Por favor, siéntate —dijo, apartando una silla de la enorme mesa de la sala de reuniones.


—Sé qué haber venido sin avisar no ha sido muy adecuado, pero me temía que si le decía mi nombre, no querría recibirme.


—¿Por qué has venido a verme? ¿Es que le ocurre algo a Pedro?


—No, está bien. Quería presentarme y conocer al padre de Pedro y al abuelo de mis hijos. Dado que hoy tenía una cita con el médico, me pareció una oportunidad perfecta. 


—¿No pasa nada porque andes por ahí en tu estado? —le preguntó Horacio, mirándole el enorme vientre.


—Bueno, mientras no me ponga de parto —bromeó ella. Horacio pareció asustarse tanto que ella se vió en la necesidad de tranquilizarlo—, pero para eso falta un mes.


—¿Otro mes? —repitió él, mirándole de nuevo el vientre.


—Es que estamos esperando gemelos.


—¿Gemelos? Sabía que Pedro iba a tener un hijo, pero no sabía que fueran dos.


—Sí. Tengo que ir en taxi porque ya no me puedo poner detrás del volante.


La expresión de Horacio se suavizó y sonrió. Tal vez no era el ogro que Pedro le había hecho creer.


—¿Sabes si son niñas, niños o uno de cada?


—No. Pedro y yo preferimos que sea una sorpresa, pero, por las patadas que me dan, yo creo que hay un equipo entero de fútbol ahí dentro.


—Ana, que es la madre de Pedro, estará encantada. Probablemente te volverá loca con sus llamadas.


—Eso me gustaría mucho. Perdí a mis padres en un accidente de coche hace algunos años.


—Lo siento mucho.


—Sigo echándolos de menos. Si quiere que le confiese algo, señor Alfonso...


—Llámame Horacio.


—De acuerdo, Horacio. Hay otra razón para mi visita.


—¿De qué se trata?


—Quería invitarlos a cenar a tu esposa y a tí.


—No estoy seguro de que eso sea una buena idea.


—¿Por qué no?


—¿Se lo has dicho a Pedro?


—No. Quería darle una sorpresa. Me gustaría mucho que viniera toda la familia. 

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