viernes, 6 de diciembre de 2024

Nuestros Bebés: Capítulo 53

 —No sé...


—Mira, Paula. Si te casas conmigo, te prometo que no te presionaré. Iremos día a día.


—¿Seguiríamos durmiendo en habitaciones separadas o compartiríamos dormitorio y cama?


—No te mentiré. Te quiero en mi cama, pero dormiremos como tú quieras. ¿Sabes una cosa? Algunas veces pasan cosas que no hemos planeado. No nos preocupemos por ello, déjate llevar y veamos dónde nos lleva la corriente...


—No sé, Pedro. Necesito tiempo para pensar...


—El tiempo es un lujo del que no disponemos —susurró, colocándole la mano sobre el vientre—. Ya se te nota el embarazo.


—Lo sé —musito, conteniendo el aliento al notar cómo le acariciaba el abdomen.


—Paual, ¿Le has dicho a alguien algo de que te venías a vivir aquí?


—Solo al departamento de Personal para que pudieran enviarme mi último cheque, y al doctor Rollins, por supuesto, pero a nadie más. ¿Por qué?


—Solo me lo preguntaba. ¿Sabes una cosa? —le preguntó, mientras miraba las piezas de la cuna—. Puede parecer una locura, pero siempre he soñado con que un día haría muebles para mis hijos, piezas fuertes que ellos podrían guardar para sus hijos. Sin embargo, antes no tuve la oportunidad.


—¿Qué quieres decir con eso de antes?


—Fue hace mucho tiempo...


—Pedro, ¿Quieres decírmelo?


—Dejé embarazada a otra mujer.


—¿Tienes otro hijo? —preguntó Paula. Sintió que el corazón dejaba de latirle.


—No... No tengo más hijos. No tuve la oportunidad de hacer esto, por eso es tan importante para mí. Por favor, no me apartes de tí. No me hagas volver a pasar por eso...


Paula sintió aquel dolor como si fuera el suyo propio y se preguntó cómo iba a poder rechazarlo, pero, ¿Creía en sus promesas? La única razón para considerar su propuesta era que les daría a sus hijos un padre que los amaría sin reserva. Más que necesitar saber lo que había ocurrido en el pasado de Pedro, quería aliviar su dolor. Deseaba darle algo especial que la otra mujer, fuera quien fuera, no había podido darle. Casarse con él sería un riesgo enorme, pero podía suponer tanto... Por mucho miedo que tuviera de cometer otro error, aquella vez no era por ella, sino por sus hijos... Y por Pedro, el hombre que estaba dispuesto a dejar su libertad por sus hijos.  ¿Podría hacerlo? ¿Podría casarse con él, sabiendo que se estaba exponiendo a que le rompiera el corazón? Que Dios la ayudara, pero se estaba enamorado de él. Y aquello era lo que más miedo le daba.


—Me casaré contigo.





—Por el poder que me confiere el estado de Texas, yo los declaro marido y mujer. Puedes besar a la novia.


Pedro se giró para mirar a Paula, la mujer a la que había jurado amar y proteger y notó que estaba muy pálida. ¿Sería que se encontraba mal o era que ya se arrepentía de haberse casado con él? Tal vez estaba pensado en una noche de bodas que no sería tal, exactamente en lo que estaba pensando él. Quería calmar sus temores, decirle que no tenía intención de obligarla a cumplir sus derechos maritales, por mucho que aquello fuera exactamente lo que quería hacer. Le cubrió los labios con un casto beso. Quería estrecharle la cintura con las manos, apretarla contra su cuerpo y profundizar el beso, pero no lo hizo. Paula no estaba bien, lo que demostró cuando abrió los ojos y le dedicó una débil sonrisa. 

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