—Ya te he dicho que no estoy jugando a nada. No pienso quedarme impasible mientras la mujer a la que amo es entregada a otro hombre. Paula no se merece ese trato, y lo sabes. Independientemente de lo que pienses de mí, no tengo ningún problema contigo y solo he venido a llevarla a cenar. Pero, para que lo sepas, después de esta noche no voy a ocultar nuestra relación.
Paula apareció de nuevo.
—Vamos —dijo Pedro agarrándola de la mano.
Una vez fuera, él le abrió la puerta del coche.
—Todo un caballero —comentó ella con sonrisa burlona.
—Soy un hombre, pero desde luego no soy un caballero —contestó él con rotundidad.
Mientras Pedro conducía, Paula no podía dejar de mirarlo. Llevaba la camisa blanca abierta exponiendo un ápice de la suave piel de su cuello. Ahora que lo pensaba, siempre que lo había visto, ya fuera en persona o en foto, él siempre había llevado un traje sastre impecable y un afeitado perfecto. Sin nada fuera de lugar, ni un simple mechón de pelo. Ese nivel de disciplina hacía que no pareciera humano. Solo había una cosa que desentonaba con ese exterior frío e imperturbable: el pendiente. ¿Por qué no se habría planteado quitárselo si tanto ansiaba entrar en Zenith?
—Me sorprende que tengas este coche —comentó para romper el silencio.
—¿Por qué?
—Teniendo en cuenta que estás tan metido en las energías renovables, pensé que estarías muy ocupado intentado salvar el mundo — dijo ella sonriendo.
—No soy ningún héroe, y harías bien en recodarlo. Además, es un híbrido.
Ella soltó una carcajada que hizo que a él le temblaran los labios un ápice.
—Gracias por lo de antes. Seguro que Gonzalo está furioso, pero has resultado de lo más convincente.
—Le he dicho que no tengo ningún problema con él, pero sí lo tengo. No soporto que no esté protegiéndote de Harrison.
—Gracias por ayudarme aunque, básicamente, sea una extraña para tí.
—No eres una extraña. Llevamos meses saliendo.
Paula se rió. Ahí estaba otra vez, ese humor oculto. ¡Y qué bien sentaba que la sacara de su angustia! Ella siempre había sido la eterna optimista, pero últimamente le costaba cada vez más seguir siendo esa persona. Sobre todo cuando siempre estaba intentando disimular el daño que le había causado su familia.
—Hay algo de lo que no hemos hablado —dijo Pedro de pronto—. A partir de esta noche estaremos prometidos y se esperarán muestras de afecto por nuestra parte.
—Yo también lo he pensado. Sería raro que no nos tocáramos nunca. ¿Quieres que establezcamos unas normas?
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