miércoles, 4 de diciembre de 2024

Nuestros Bebés: Capítulo 47

 —¿Difícil? ¿En qué sentido?


—Mi estilo ha sido siempre solucionar un problema. Abandonar nunca ha sido una opción aceptable para mí.


—Eso es lo que más me asusta.


Precisamente por eso, al contrario de otras ocasiones, cuando instintivamente había tomado decisiones en nombre de Paula, decidió que en aquella ocasión no podía hacerlo. Tenía que esperar hasta que ella cambiara de opinión sin que él la presionara. Sin embargo, nunca había andado holgado de paciencia. Y ya había tomado la decisión de casarse con ella. Pronto.


—¿Crees que podría convencerte o coaccionarte de algún modo para que te casaras conmigo?


—No, creo que no.


—En ese caso, te aseguro que lo que ocurra entre nosotros será porque los dos lo queremos.


Pedro decidió que tenía que encontrar un modo de convencerla de que el matrimonio era la mejor solución. Quería proteger a Paula de los canallas como su jefe. Sin embargo, más que querer protegerla, ansiaba besarla, tenerla entre sus brazos, girarse durante la noche y encontrarla a ella. Y, por mucho que tratara de no pensarlo, se imaginaba cómo se sentiría si le hiciera el amor...


—¿Sabes una cosa? Nunca creí que diría esto, pero, por alguna razón, estoy segura de que hablas completamente en serio al decir esas palabras.


—No quiero controlarte —susurró él, colocándole la mano sobre el abdomen—. Solo quiero cuidar de mis hijos y de tí y hacerte feliz. Quiero hacer lo correcto.


—Pero...


—Piénsalo —concluyó. Entonces, se puso de pie—. Si me necesitas, estaré en el sótano.


—Bajas ahí todas las noches, Pedro. ¿Qué es exactamente lo que estás haciendo?


—Nada importante.


El trabajo físico le daba algo que hacer con las manos, pero, principalmente, evitaba que hiciera algo estúpido como volver a besarla. Si ella seguía mirándolo con aquellos ojos tan hermosos, Pedro sería capaz de hacer mucho más que besarla, algo que no podía hacer hasta que el médico les diera el visto bueno y Paula lo deseara. Desgraciadamente, su mente no tenía control sobre el resto de su cuerpo. Al menos, no en lo que se refería a ella. Necesitaba pensar, preparar un plan para poder controlar su deseo al tenerla bajo su mismo techo. Si no se imaginara que aquello era una tontería, pensaría que ella lo estaba tentando a propósito convirtiendo el cuarto de baño en una selva de medias y de sujetadores. Además, las braguitas que había encontrado en la ropa de lavar le había llevado a imaginarse exactamente la piel que aquella minúscula tela podría llegar a cubrir. Sin embargo, mucho más que eso, se había obsesionado completamente con desear cubrir con las manos lo que dejaba expuesto. Abrió la puerta del sótano y empezó a bajar las escaleras. Necesitaba ejercicio físico para dejar de pensar en Paula. Quería hacer bien las cosas para que ella no pagara el precio que él había tenido que pagar años atrás. ¿Cómo podía estar tratando de convencerla de que se casara con un hombre que era famoso por los errores que cometía? Y, si hacía que cambiara de opinión, ¿Terminaría desilusionándola, haciéndola sufrir, igual que había hecho con sus padres? 

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