—Siéntate, Pedro. Tengo algo que decirte y esta vez me vas a escuchar.
Pedro levantó la vista y contempló la alta figura que lo contemplaba desde la puerta, fría como el mármol. Horacio Alfonso. Su padre.
—No sé lo que quieres —replicó Pedro, mientras dejaba la taza de café encima de la mesa y se ponía de pie—, pero vienes en un mal momento. Tengo que estar en el tribunal dentro de quince minutos.
—¿Qué diablos te crees que estás haciendo? —le preguntó Horacio, mirándolo con severidad.
—¿De qué estás hablando?
—Voy a darte un consejo, Pedro —replicó su padre, acercándose al escritorio y apoyándose en él—. Espero que esta vez no dejes que tu orgullo te impida escuchar. Tal y como yo lo veo, si de verdad quieres ser el próximo fiscal del distrito, no puedes seguir comportándote como si siguieras siendo un niño irresponsable.
—No sé a lo que te refieres —contestó Pedro, rodeando la mesa con una mezcla de sorpresa y enfado—. Me siento muy responsable de todo lo que hago. Además, no es oficial que Gustavo se vaya a marchar hasta que él lo anuncie —añadió, a pesar de que él lo sabía a ciencia cierta.
—Mis fuentes son dignas de fiar. Cuando Gustavo se marche, tú eres el candidato evidente. A menos que lo estropees de algún modo, te convertirás automáticamente en fiscal del distrito.
—¿A qué te refieres con eso de estropearlo de algún modo?
—Corre el rumor de que hay una mujer viviendo contigo, que está embarazada... Y que el hijo que espera es tuyo.
—No es lo que piensas.
—Nunca lo es —le espetó su padre—. Había esperado que hubieras aprendido la lección hace ya muchos años, pero veo que no es así. Esa mujer...
—Deja a Paula al margen.
—No puedo y lo sabes. Todo lo que hagas de ahora en adelante afectará a tu carrera. La política es un asunto muy complejo. Una comunidad cree que un candidato debería tener una moral muy alta. En las últimas elecciones tuviste mucha suerte de que esta ciudad quisiera a Gustavo a toda costa, porque, de otro modo, nunca habrías conseguido este puesto. A pesar de todo, has hecho un buen trabajo y has conseguido que esta ciudad olvide todas las cosas que hiciste años atrás, aunque eso no significa que pasarán por alto que vivas y que tengas un hijo con una mujer soltera. ¡Maldita sea, Pedro! Si quieres ser fiscal del distrito, tienes que cambiar tu modo de vida.
—Ya lo he hecho. Eso es lo que estoy tratando de demostrar, pero nadie parecer ver más allá de mi pasado.
—Lo harán si dejas que lo hagan. Por eso tienes que decidir lo que quieres. ¿No te das cuenta que es como si estuvieras resucitando el pasado? Cuando los periódicos se hagan eco de que Gustavo se marcha, revolverán todo lo que puedan sobre tí. Te dejarán pelado y Dios sabe que, con tu pasado, no les costará mucho. Y también lo harán con tu familia.
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