lunes, 30 de diciembre de 2024

Busco Prometida: Capítulo 17

Se subió la cremallera del vestido rosa empolvado. La falda plisada le caía a la altura de las rodillas, y las mangas le cubrían los brazos hasta el codo; suficiente para el moderado fresco otoñal. Pasó las manos sobre las cuentas de cristal que le rodeaban la cintura y admiró cómo los hilos plateados que recorrían la tela captaban la luz. Era perfecto. Se puso unas sandalias de tacón de aguja y tiras con la suela roja, se miró al espejo para comprobar el maquillaje y bajó a esperar a Pedro.


—¿Vas a salir? —le preguntó Gonzalo en cuanto llegó a la planta baja.


—Sí.


—¿Con quién? —preguntó él siguiéndola.


—No creo que sea asunto tuyo.


—Sé que no es con ninguna de tus amigas.


—Si lo sabes, entonces te imaginarás lo que voy a decir.


—Paula…


Otra reprimenda. Ya estaba harta de ellas. Suspirando, se giró hacia su hermano.


—Tengo una cita, Gonza.


—¿Una cita? —preguntó él con expresión de pánico e incredulidad.


Pero a Paula le dió igual. Lo que fuera que Gonzalo quisiera seguir diciéndole quedó interrumpido por el sonido de un motor. Ella no se había esperado esa punzada de emoción en el estómago, pero estaba claro que estaba deseando ver a Pedro.


Pedro conducía por las calles arboladas de Presidio Heights, con sus casas antiguas y preciosas. Sin duda, por ahí fluía el dinero. Era la zona donde debería haberse comprado una casa si hubiera pensado con mentalidad estratégica. Lo habría situado en la ubicación ideal para moverse entre la gente con la que ahora intentaba hacer negocios. Sin embargo, solo pensar en estar ahí le producía escalofríos. La elección de su casa era lo único que había hecho con el corazón, y la libertad que sentía cada momento que pasaba en ella bien valía cada problema que pudiera tener ahora. Después de la infancia que había vivido atrapado en aquella oscura casa, poder dormir ahora mirando al cielo era algo a lo que jamás renunciaría. Pensó en Paula y en lo atrapada que estaba. No se lo diría, pero incluso aunque ella no hubiera accedido a esa farsa, él habría encontrado el modo de ayudarla a vivir su propia vida y encontrar su propio hogar, su santuario. Se detuvo en la entrada de una mansión de estilo eduardiano y apagó el motor de su McLaren Artura. No tenía ninguna intención de dejar que las emociones se inmiscuyeran en sus planes, y menos después de haberla besado en la mejilla y haber sentido una ardiente excitación recorriéndolo. Había querido besarla en los labios y que ella le devolviera el beso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario