viernes, 6 de diciembre de 2024

Nuestros Bebés: Capítulo 54

 —Dejenme que sea el primero en daros la enhorabuena —dijo el juez McLennan, estrechando la mano de Pedro y dando un beso a Paula—. Ahora, si me perdonan, hay varios abogados esperándome. Me imagino que quieren verme.


Cuando el juez salió de la sala, Federico, al que ella había conocido diez minutos antes, se acercó para felicitarles.


—No sé lo que has hecho para llevar a Pedro al altar, pero ya iba siendo hora de que alguien lo convirtiera en un hombre honrado. Bienvenida a la familia.


—Bueno —comentó Mariana—, ¿Dónde van a pasar la luna de miel?


—Tengo que estar en el tribunal el lunes, así que hemos pensado que podríamos ir a algún hotel o a algún lugar tranquilo para que podamos pasar el fin de semana nosotros solos —dijo Pedro, aunque sabía que, sin hacer el amor, no sería una noche de bodas. 


Paula lo miró muy sorprendida, pero guardó silencio cuando él le apretó la mano para que no se intranquilizara.


—¿Podríamos invitarlos a una cena de celebración antes de que se marchen? —sugirió Mariana.


Si el color de cara que tenía Paula servía como indicación, Pedro supo que tenía que sacarla de allí enseguida.


—¿Qué te parece si lo dejamos por el momento? —sugirió él—. Dado que este fin de semana es la única luna de miel que vamos a tener durante un tiempo, tenemos muchas ganas de estar solos.


—Claro. Cuando regresen a la ciudad, los invitaremos a cenar junto con el resto de la familia —comentó Federico.


—Sí, eso sería una idea estupenda.


—Pedro Alfonso, ¿Es cierto que te acaban de echar el lazo?


Él se dió la vuelta y le dió la mano a Leonardo Phillips, otro abogado de Hale.


—Sí, y nos íbamos ahora mismo.


—Menuda jugada. Eres un genio. ¡Qué estrategia! —exclamó el abogado, guiñándole un ojo—. ¿Es esta la afortunada?


Pedro se dió cuenta de que aquellas palabras habían dado que pensar a Paula. Por la expresión que tenía en el rostro, parecía haber sacado sus propias conclusiones. Tenía que sacarla de allí antes de que oyera rumores de que el fiscal del distrito dejaba el puesto. Quería ser él quien se lo dijera, pero no en aquellos momentos. Además, no quería que ella sacara conclusiones equivocadas sobre por qué se había querido casar tan rápidamente con ella.


—Paula, éste es...


—Leonardo Phillips, que trabaja para el bufete Sherwood —dijo ella, estrechando la mano que el abogado le ofrecía—. Yo trabajo para Adrián Williams de Barnett & Williams.


—Trabajabas. En pasado —le recordó Pedro.


—Ya me parecía que me sonaba tu cara —dijo el abogado.


—Ahora, si nos perdonan —afirmó Pedro, agarrando a Paula por el codo—, tenemos que marcharnos.


Tras despedirse precipitadamente de los tres, salieron de la sala. 

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