viernes, 13 de diciembre de 2024

Nuestros Bebés: Capítulo 65

Paula estaba cansada de ser el segundo plato. Como todas las noches, Pedro, se había llevado trabajo a casa y se había encerrado para trabajar, casi como si estuviera tratando intencionadamente de evitarla. Aquella noche, había traído pollo a la barbacoa, pero casi no lo había tocado y se había encerrado en su dormitorio... otra vez. Estaba cansada de que la dejara al margen. De algún modo, tendría que conseguir que Pedro le contara qué era lo que le preocupaba y así aliviar la intensa soledad que había sufrido en los últimos años. Después de ducharse, se puso una bata y fue al dormitorio de Pedro, tras armarse de valor. Había hecho lo posible en las últimas semanas por respetar su necesidad de trabajar, pero aquella noche no. Sin darse oportunidad de volver atrás, llamó a la puerta y entró antes de que él pudiera decir nada. Pedro levantó la mirada. Estaba trabajando encima de la cama, apoyado contra el cabecero. La mirada de Paula se centró en el botón superior de los vaqueros, que tenía desabrochado, y en lo gastada que tenía la tela a lo largo de la bragueta. Además, tenía una raja en una de las rodillas. Aquella no era la imagen típica del ayudante del fiscal del distrito, sino la de un hombre deseable y sensual.


—¿Querías algo? —preguntó, mientras revolvía unos papeles.


—¿Estás ocupado?


—No mucho —respondió, golpeando suavemente el colchón—. Ven a sentarte —añadió, apartando un poco los papeles para hacerle sitio. 


—Me ha dado la impresión de que algo te molesta. Creí que te vendría bien hablar.


—En realidad, no hay mucho que decir.


—¿Está relacionado con el trabajo? —insistió ella, sabiendo que había algo.


—En parte sí —confesó Pedro, por fin—, pero no es nada sobre lo que debas preocuparte.


—En ese caso, ¿Podríamos hablar de otra cosa?


Pedro dejó su trabajo encima de una silla y abrazó a su esposa, estrechándola contra su pecho.


—Túmbate aquí conmigo y podremos hablar todo lo que quieras —le aseguró. 


Aquello era algo que el ex de Paula no había hecho nunca.


—Supongo que eso es algo que debería preocuparme, pero te tomaré la palabra.


Pedro se puso de pie, y, tras apoyarse sobre el colchón, la ayudó a tumbarse. Entonces, la besó en la frente.


—Créeme si te digo que quiero hacer todo lo posible para que seas feliz. ¿Sigue molestándote la espalda? —preguntó, mientras se echaba a su lado y volvía a tomarla entre sus brazos.


—Un poco.


Rápidamente, se puso de costado y empezó a frotarle suavemente la espina dorsal.


—¿Te gusta? —le susurró al oído.


—Es un paraíso...


La fuerza de sus dedos fue empujándola poco a poco hasta él, apretándola aún más contra su cuerpo. Cuando trató de apartarse un poco, él empezó a masajearle los hombros.


—No pasa nada. Relájate...


Y eso fue lo que hizo. Dejó que él siguiera frotándole la espalda, abrazándola como lo había hecho en su luna de miel. De repente, sintió una fuerte patada en el vientre y abrió los ojos, completamente atónita. Miró a Pedro, que parecía como si acabara de ver un marciano. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario