lunes, 2 de diciembre de 2024

Nuestros Bebés: Capítulo 42

Una puerta se abrió al final del pasillo y Federico entró en el salón, sacando a Pedro de sus pensamientos.


—Bueno, ¿Qué es tan importante que no puede esperar?


En realidad, le habría gustado posponer aquella conversación, pero cuando su secretaria le había preguntado por un rumor que circulaba sobre Paula y él, había decidido que era el momento de hablar con su hermano. Desgraciadamente, la puerta se volvió a abrir y apareció Mariana, que se sentó con Federico en el sofá. 


—Fede, ¿Podríamos hablar fuera? —le preguntó a su hermano, para no disgustar a Mariana.


—Puedes hablar de lo que quieras. Mariana y yo no tenemos secretos.


—Sin embargo, si mi presencia hace que Pedro se sienta incómodo, no me importa marcharme —ofreció Mariana, tras ponerse de pie.


—Pero a mí sí —replicó Federico, tirando de ella para que se sentara sobre su regazo—. Bueno, Pepe, ¿Qué pasa?


Pedro deseó que hubiera otro modo de decir aquello sin herir a Federixo y a Mariana, pero no lo había.


—Voy a ser padre.


Federico se quedó boquiabierto. Cuando cerró la boca, miró a su hermano con preocupación.


—¿Debería felicitarte?


A pesar de que la conmoción se le reflejó en el rostro y de que los ojos se le llenaron de lágrimas, Mariana guardó la compostura.


—¿Qué es lo que te pasa, Fede? —le preguntó a su marido—. Pues claro que debemos felicitarle. No sabía que estuvieras viendo a alguien asiduamente.


—Y no lo estoy. O, al menos, no lo estaba.


—Entonces, ¿Quién es ella y cómo ocurrió todo esto? —quiso saber Federico.


—Se llama Paula Chaves—dijo Pedro, sin entrar en detalles sobre el error de la clínica de inseminación—. Ninguno de nosotros quería implicarse, pero ocurrió.


—¿Y en qué trabaja? —preguntó su hermano.


—Es secretaria en un bufete, o al menos lo era hasta que su jefe la despidió. Adrián Williams cree que el hecho de que Paula esté viviendo conmigo y que esté esperando mis hijos es un conflicto de intereses.


—¿Que están viviendo juntos? —exclamó Federico, mirando perplejo a su mujer—. Espera un minuto. ¿Has dicho «Hijos»?


—Sí —susurró Pedro. No sabía si mostrar su orgullo como padre o la pena que sentía por su hermano y cuñada.


Mariana le dedicó una temblorosa sonrisa al tiempo que una lágrima le caía por las mejillas. 

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