A Pedro le dolió mucho ver que no había ido a verlo por sentirse preocupado por su futuro, sino para salvaguardar su propia reputación.
—No puedo evitarlo. Paula se queda conmigo.
—¿Cómo las has conocido? ¿De dónde viene?
—¿Por qué? ¿Es que te preocupa que no sea lo suficientemente buena para mí?
—No, no es eso.
—Bueno, pues no te preocupes. Es mejor de lo que yo me merezco y no pienso pedirle que se marche. Estoy dispuesto a correr el riesgo con la prensa. Por cierto, ¿Cómo te has enterado?
—Eso no importa... Bueno —dijo Horacio, tras respirar profundamente—, si esa mujer te importa tanto que estás dispuesto a arriesgarlo todo, tal vez deberías considerar casarte con ella. Tal vez te sorprendería ver lo mucho que te gustaría. Una esposa te daría una apariencia respetable y podría ayudar a que te eligieran.
La misma canción... Todo era tan típico de Horacio...
—Para que conste, me gustaría que supieras que yo nunca me casaría por las apariencias. Sí, quiero que me elijan fiscal del distrito, pero porque me haga subir socialmente o consiga que la gente me acepte. Quiero hacerlo por el bien que puedo hacer para la comunidad.
—Sería un buen lema para tu campaña si consigues presentarte. ¿Y esa Paula? ¿Es una buena mujer?
—La mejor.
—Entonces, como padre de su hijo, ¿no te parece que debes hacer lo adecuado?
—Ya le he pedido que se case conmigo, pero mi proposición no tuvo nada que ver con que me eligieran como fiscal del distrito.
—Me alegro de saberlo. Espero que hables en serio sobre enderezar tu vida. Si no es por tí mismo, hazlo por ella.
—Paula es la única razón por la que voy a hacerlo. Ahora, si me perdonas, tengo que ir al tribunal.
Cuando Pedro trató de marcharse, Horacio se lo impidió.
—¿Piensas presentársela a tu madre?
—No sé si Paula desea que eso ocurra. Tal vez más adelante, cuando llegue el momento adecuado.
—El momento ya ha llegado. Tu madre está preocupada por tí.
Pedro observó cómo se marchaba su padre, diciendo la última palabra, como había hecho siempre. Por mucho que odiara admitirlo, sabía que su padre tenía razón en una cosa. La ciudad no había olvidado lo que él había hecho y la gente seguía levantando rumores pasados. Solo era cuestión de tiempo antes de que alguien le dijera algo a Paula. Cuando ella supiera lo que había hecho cuando era un adolescente, tal vez optara por marcharse, tras decidir que no era adecuado para ella. No importaba que pudiera tener razón. Ya nada importaba, excepto demostrarle que podría ser un buen marido y padre. De algún modo, tenía que convencerla para que se casara con él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario