miércoles, 18 de diciembre de 2024

Nuestros Bebés: Capítulo 74

 —¿Qué he hecho?


—¿Por qué me parece que soy la única que no sabe de qué están hablando?


—¿Es que no lo sabe? —preguntó Horacio, atónito.


—No, no se lo he dicho —le espetó Pedro, aunque sentía que todo aquello era culpa suya por haber pospuesto lo inevitable.


—¿Por qué no? A ella la afecta —le recriminó Ana con severidad.


—Pedro Alfonso, eso parece algo que haría tu padre.


Lo último que quería Pedro era que lo compararan con su padre, pero mucho menos que Paula se enterara de aquel modo.


—Gustavo Tyler deja el puesto —le dijo, colocando el brazo sobre el respaldo de la silla de ella—. A menos que haya otro candidato, parece que yo seré el elegido para ocupar el puesto.


—¿Como fiscal del distrito? —preguntó ella, abriendo mucho los ojos.


—Sí.


—¿Cuánto tiempo hace que sabes esto, Pedro?


—Desde antes de que nos casáramos.


—¿Lo sabías cuando me pediste que me casara contigo?


—Sí.


Paula bajó los ojos. Después de un largo momento, se levantó de la mesa.


—Perdonen.


—No lo sabía —dijo Horacio—. Lo siento.


Pedro se puso de pie tan rápidamente que tiró la silla al suelo.


—¿De verdad, papá? —le espetó.


—¡Ya basta! —exclamó Ana, poniéndose de pie también—. Los quiero mucho a los dos, pero esto ya durado más que suficiente. Así no van a resolver nada y esta vez han disgustado a Paula.


Pedro no se dió cuenta hasta aquel momento de que Paula se había marchado. Tenía que encontrarla, explicarle por qué no le había hablado de que existía la posibilidad de que lo nombraran fiscal del distrito. 


—Creo que sería mucho mejor que se marcharan —le dijo a su familia.


—Tienes lo que te mereces —le dijo su madre, después de rodear la mesa para darle un beso—. Si yo fuera Paula, estaría muy enfadada contigo durante al menos un mes.


—Llámanos si nos necesitas —le pidió Mariana, con una sonrisa de preocupación.


—Vas a ver cómo logras hacérselo entender —le prometió Federico, tras darle una palmada en la espalda.


Horacio seguía de pie al lado de la mesa, con el ceño fruncido.


—No lo sabía. Nunca habría mencionado nada si hubiera sabido que...


—Venga, Horacio —le dijo Ana—. Vayámonos de aquí. Creo que Pedro y Paula necesitan estar un tiempo a solas para solucionar esto.


Pedro no estaba del todo seguro que el tiempo fuera suficiente para arreglar las cosas entre Paula y él. Se pasaba la mayor parte de los días en los tribunales, argumentando casos, pero, en aquella ocasión, no tenía defensa posible. No obstante, tenía que intentarlo, porque no sabía qué haría sin ella. La encontró en su dormitorio, mirando por la ventana a pesar de que era de noche.


—Paula...


—¿Esa fue la razón de que te casaras conmigo?


—No. La elección no tuvo nada que ver con ello —respondió. Cuando le colocó una mano en el hombro, ella se giró bruscamente para apartarla—. Tienes que creerme.


—¿Por qué no me lo dijiste?


—Tenía intención de hacerlo.


—¿Cuándo? ¿Después de que prestaras juramento? ¿Crees que me habrían agradado las noticias? Ahora casi no te veo y tú me dijiste que el fiscal trabaja muchas más horas que tú. ¿Cuándo tendrás tiempo de ver a tus hijos o a tu esposa? ¿Es ese puesto más importante que tu familia?


—Claro que conseguiré hacer tiempo para los niños y para tí. ¿Crees que me importan tan poco como para no hacerlo? 

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