lunes, 23 de diciembre de 2024

Busco Prometida: Capítulo 5

Sentada al lado de Gonzalo, Paula jugueteaba con su pulsera de diamantes mientras miraba por la ventanilla de la limusina. No había vuelto a dirigirle la palabra a su hermano tras la conversación de antes, aunque, siendo sincera, agradecía que no la hubiera obligado a asistir al evento con Javier. En el más absoluto silencio, cruzaron las calles arboladas hasta llegar a la bahía.


—Cuando entremos ahí, ¿Podrás fingir que no me odias? —preguntó Gonzalo.


Paula lo miró.


—No te odio, Gonza. Odio lo que me están obligando a hacer — respondió con voz suave antes de volver a mirar por la ventanilla.


Sabía que era una noche importante. Era el primer gran evento empresarial desde que Gonzalo había ocupado el puesto de su padre y quería ofrecerle su apoyo.


—Estás muy guapa, por cierto —dijo él tras una breve pausa.


Paula se miró el vestido; era un diseño largo, amarillo y ceñido a las muñecas con tiras de diamantes. La velada se celebraría en The Royal, un hotel boutique de El Presidio. Siempre le había encantado ese sitio. De día era precioso, pero de noche, con el Golden Gate iluminado, resultaba aún más impresionante. Era un evento dirigido a las familias de ilustre abolengo que lo habían iniciado muchos años atrás. De hecho, conocía a muy pocas personas nuevas que hubieran entrado en el círculo, y, si lo habían hecho, había sido por tener unas cuentas bancarias imposibles de ignorar. La limusina se detuvo debajo de un pórtico. Al instante, un joven con un uniforme impecable le abrió la puerta y la ayudó a bajar. En cuanto entraron en la gran sala, notó la mano de Gonzalo en la espalda, como animándola a avanzar. El lugar estaba lleno de personas muy arregladas, sonrientes y con copas en la mano. Se oían los suaves acordes de la música clásica, aunque el constante murmullo de las voces los amortiguaba. Allá donde miraba había grupos de personas y, entre ellas, camareros con chalecos negros circulando con bandejas de obras de arte comestibles. Gonzalo oteó unos cuantos rostros entre la multitud antes de indicarle que se dirigieran a un punto en particular. A Paula le dió un vuelco el estómago. A pesar de la discusión, había esperado poder pasar la noche acompañada de su hermano, pero ahora veía que sería imposible y que tendría que disimular la rabia que sentía con una sonrisa encantadora. Miró a Gonzalo y vió un brillo de inseguridad en su mirada que enseguida se transformó en uno de determinación mientras la conducía hacia Javier Harrison. Notó el amargo sabor de la traición. Si esa tarde no lo había tenido claro, ahora no había duda: Su hermano no la ayudaría. Miró a Javier, que la observaba como si fuera una baratija que le perteneciera. Y así era como se sentía. Aquello era una transacción empresarial y ella era la mercancía.


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