—Lo único que tenemos que hacer es fingir que estamos prometidos.
En ese momento Paula tuvo claro que se le había parado el corazón y se había quedado sin aire. Por eso no supo cómo logró decir:
—¿Prometidos?
—Entiendo que puede parecer un poco extremo, pero has dicho que intentarías tener la mente abierta.
—Sí.
—Sabrás la clase de reputación que tengo, así que tenerte como prometida suavizará mi imagen. Además, hará que la gente acepte mejor mi entrada en su círculo. En Zenith. En cuanto a tu situación, que estés prometida complicará mucho que Javier pueda casarse contigo. Podrías tener tu libertad. Cuando pase el tiempo apropiado, anularemos el compromiso y para entonces ya habrás salido de la casa de tu hermano y serás libre para seguir el camino que desees. Me aseguraré de que seas libre. Tienes mi palabra.
—Pedro… —dijo Paula con la voz entrecortada.
No sabía qué decir. ¿Cómo podía confiar en él si ni siquiera podía confiar en su propia familia?
—Haré correr la voz de que hemos estado viéndonos en secreto — continuó Pedro— y que, tras la repentina muerte de tu padre, nos hemos dado cuenta de que ya es hora de hacer pública nuestra relación.
—No sé qué decir —dijo Paula levantándose—. La gente ya cree que estoy con Javier. Esto sería un escándalo.
—Te prometo que serás libre, y yo nunca falto a mi palabra.
Paula estaba dudosa. Pasar de un matrimonio concertado a un compromiso falso le parecía un plan peligroso. Además, Javier era muy vengativo.
—Esto es una locura —dijo con voz suave.
Pero entonces, al mirar a Pedro, de pronto sintió que podía confiar en que la protegería; que él se ocuparía de Javier. Estaba segurísima. Aun así, era una solución extrema. Se giró, cerró los ojos y sintió su presencia detrás. Sintió el peso de sus manos en los hombros, girándola. El roce la atravesó hasta lo más profundo. Se le aceleró la respiración al ver ese fuego en la mirada de Pedro y, sin darse cuenta, empezó a acercarse a él…
—Tienes que alejarte de Javier y yo puedo ayudarte —dijo Pedro agachando la cabeza hacia ella.
—¿Por qué quieres que lo haga?
—Porque he visto cómo te mira. Creo que sabes a lo que me refiero. ¿Es esa la vida que quieres?
—Tengo que alejarme de él. Solo quiero vivir mi vida, pero me da miedo caer en otra trampa.
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