—¿Se trata de ese adolescente del que te oí hablar por teléfono anoche?
—No. Kevin Johnson es un muchacho muy brillante, pero anda con malas amistades. Se va a meter en líos y yo estoy tratando de que no sea así. Sin embargo, no es eso lo que me preocupa.
—Entonces, ¿De qué se trata?
—No quiero preocuparte con mis problemas.
—No me dejes al margen —le pidió ella, mientras la preocupación la llevaba a su lado.
—¿Es eso lo que te parece que estoy haciendo?
—Es exactamente lo que estás haciendo —contestó ella, poniéndole una mano en la espalda—. Sé que lo que haces no es asunto mío, pero mi ex marido...
—No me compares con él —replicó Pedro. En aquel momento, se dió la vuelta y la agarró de las muñecas, acercándola hacia él hasta que los senos de ella le rozaron el pecho.
Paula se quedó en silencio por el hecho de que él sonara como un amante, como un amante celoso. Trató de dar un paso atrás, pero él se lo impidió.
—No me había dado cuenta de que estaba haciendo eso.
—No es culpa tuya —comentó él, soltándola de repente—. Tengo mucho en qué pensar en estos momentos. No tenía que haberlo pagado contigo.
—Me gustaría ayudarte, Pedro. Tal vez si me dijeras lo que te está molestado, podríamos hablar sobre ello.
—Creo que deberíamos casarnos —afirmó, tras una breve pausa.
Paula lo miró, atónita. Abrió y cerró la boca varias veces, una reacción que no agradó del todo a Pedro.
—Venga, Paula. Dí algo. A mí no me parece que sea tan mala idea.
—¿Estás bromeando?
—¿Es eso lo que te parece? ¿Que yo bromearía sobre algo en lo que estamos metidos hasta el cuello?
—Sinceramente, ya no sé lo que pensar. Nunca hubiera esperado que...
—Yo tampoco, hasta hace muy poco tiempo —murmuró. Solo hasta que se había dado cuenta de las buenas cosas que Paula le hacía sentir. Solo estar con ella le ponía feliz—, pero si lo piensas, tiene sentido.
—No estoy de acuerdo.
—¿Por qué?
—No quiero volver a casarme.
—¿Por qué no? ¿O acaso es la perspectiva de estar casada conmigo lo que te resulta tan poco atractivo?
—Ya es suficientemente difícil hacer que un matrimonio funcione cuando estás enamorada o piensas que lo estás. Nosotros lo estaríamos haciendo por las razones equivocadas.
—Tonterías. Lo estaríamos haciendo por nuestros hijos. ¿Me puedes dar una razón mejor? —le preguntó, mientras la tomaba del codo y la llevaba al sofá, donde los dos se sentaron—. Además, no nos casaríamos con ridículas expectativas ni esperando que nuestros sueños se hicieran realidad.
—¡Qué emocionante! Haces que el matrimonio suene tan atrayente como lavar retretes.
—Mira, yo te tengo cariño y no quiero que te hagan daño los rumores.
—Sospecho que la gente hablará, pero no creo que esa sea razón para casarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario