miércoles, 4 de diciembre de 2024

Nuestros Bebés: Capítulo 46

 —¿Sigues enfadada conmigo por lo de tu trabajo?


—En parte, pero desde que entraste en la sala de reuniones, has tomado el control de mi vida, como mi ex... Lo siento. Supongo que estoy haciendo comparaciones de nuevo. Realmente no quería hacerlas. Me hice la promesa de que no dejaría que nadie volviera a dirigirme la vida, pero eso es lo que has hecho tú, lo que sigues haciendo.


—¿Cómo?


—Has hecho que me venga a vivir contigo. En parte tuviste la culpa de que me despidieran y ahora quieres que nos casemos. Lo siento, Pedro, pero no puedo hacerlo. Vas demasiado rápido para mí.


—¿Qué te parece si aprieto un poco el freno y dejo que lleves tú el control? 


—No puedes dejar de ser tú mismo —respondió ella, sonriendo—. Es tu naturaleza. No estoy diciendo que ser tan dominante sea malo necesariamente. Es solo que no es algo que yo quiera. La necesidad que tú tienes de llevar siempre las de ganar solo empeorará si nos casamos. Casarse por el bien de los niños es algo que no estoy dispuesta a considerar.


—¿Crees que confiarás alguna vez en mi juicio?


—Probablemente no.


—Pues te aseguro que creo de verdad que esto es lo mejor para nosotros. ¿Qué puedo hacer para que cambies de opinión?


—No lo sé.


Pedro se acercó a ella hasta que el aliento de Paula le llegó a los labios, invitándole a saborearla una vez más a pesar de la barrera creada por las palabras.


—No es propio de mí rendirme sin presentar batalla.


—Lo sé, pero yo no quiero enfrentarme contigo —susurró ella, mirándole los labios como si le estuviera pidiendo que la besara, invitándole a tomar lo que ella le ofrecía.


Pedro deseaba aceptar su oferta, pero sabía que si volvía a besarla, ya no podría contenerse.


—Un enfrentamiento no es lo que yo tenía en mente —replicó.


A pesar de sus intenciones, cuanto más le miraba la boca, más deseaba besarla. De hecho, ella parecía inclinarse más y más sobre él, como si no tuviera huesos, como si esperaba que los labios de Pedro se posaran sobre los suyos... Sería tan fácil. Podría verlo allí mismo, tomarla entre sus brazos, ver hasta dónde podía llegar... Sin embargo, ¿cuál sería el precio que tendría que pagar? Comprendió que no podía hacerlo, aunque Paula estuviera dispuesta. Por mucho que quisiera ver dónde les llevaban aquellas sensaciones, debía recordar que estaba bajo tratamiento médico y que él la había llevado a su casa para cuidar de ella, no para seducirla.


—Si no es un enfrentamiento, ¿Qué es exactamente lo que tenías en mente?


—No estoy seguro —susurró, mientras le acariciaba suavemente la mandíbula, ardiendo de necesidad. Se apartó de ella y decidió que necesitaba tiempo para pensar cómo podía hacer que Paula cambiara de opinión en vez de para seducirla—. Me lo estás poniendo muy difícil... 

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