miércoles, 25 de diciembre de 2024

Busco Prometida: Capítulo 7

Pedro había visto esa sonrisa en Esteban muchas veces a lo largo de los años y, aun así, seguía sin poder devolvérsela. Por suerte, su amigo nunca esperaba que lo hiciera, y eso hacía que estar a su lado resultara mucho más sencillo. Había terminado el instituto pronto, por eso había sido mucho más joven que los demás en la universidad. Mucho más joven y mucho más inteligente. Esteban había detectado la genialidad de aquel chico tan pobre, tan serio y tan motivado, y lo había acogido bajo su ala. Ahora Pedro era el propietario de IRES, una empresa líder en tecnología de energías renovables que lo había convertido en millonario primero y multimillonario después. Sin embargo, el éxito de IRES había provenido principalmente de mercados internacionales. Aún seguía intentando posicionarse en los Estados Unidos; costaba convencer a las empresas nacionales cuando incluso las de San Francisco, donde había ubicado la sede, se negaban a trabajar con él. Pero a él no le bastaba con el éxito internacional. Necesitaba replicar ese éxito en su país. Convertir IRES en el gigante que era ahora había requerido inteligencia y saber dónde centrar sus esfuerzos. Por eso no se iría con cualquiera que tuviera dinero, que eran todos los allí presentes, sino con los pocos que fueran a generar un mayor impacto. Después de todo, un depredador no iba detrás de una manada a ciegas, sino que primero elegía a su presa y después se lanzaba a por ella.


—El problema es que justo la gente que quiere hablar conmigo es la que me da igual —contestó Pedro mirando a su alrededor.


—En ese grupo será complicado entrar —dijo Esteban mirando al hombre que miraba Pedro.


—Javier Harrison no me daría ni la hora. Ni siquiera aceptaría una llamada de IRES.


—Se rumorea que quiere invertir en energía verde para Arum… — dijo Esteban apoyándose en la barra.


—Sí, pero seguro que espera que uno de sus socios con el pedigrí adecuado le ofrezca, como por arte de magia, la solución que está buscando.


Ese era el problema con el que Pedro no dejaba de toparse. A la gente como Javier Harrison no le importaba quién podía ofrecerle la mejor solución, sino quién de su lista de aduladores de alta cuna podía ofrecerle la mejor solución. Y es que, en ese mundo, nacer en los barrios bajos era imperdonable. De pronto una mujer entró en la sala. Piel dorada oscura. Pelo reluciente en un recogido alto que exponía un elegante cuello. Esbelta y refinada, con un vestido amarillo claro que lo hizo sentirse como si de pronto el sol estuviera bañándolo. Era Paula Chaves. Y Pedro no pudo apartar la mirada mientras su hermano y ella se acercaban al mismísimo Javier Harrison. Vió a Paula esquivar el beso y tensarse ante el roce de Javier. «Interesante». Con gran esfuerzo, porque lo único que quería era seguir mirándola, volvió a centrar la atención en su amigo.


—¿Por qué quiere ir ahora de ecologista? ¿Para dar buena imagen? —preguntó Esteban.


—No, y tampoco es por una cuestión de responsabilidad moral. Ha descubierto todo el dinero que ganaría a la larga, así que ahora está dispuesto a hacer un desembolso de capital.


—Bueno, mientras sea una buena cantidad de dinero…


—Eso nos da igual si ni siquiera tengo la oportunidad de contactar con Arum.


—Y sabes por qué es, ¿Verdad?


Claro que lo sabía, y no podía hacer nada al respecto.

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