lunes, 9 de diciembre de 2024

Nuestros Bebés: Capítulo 57

 —Tengo que cambiarme —dijo, señalando la camiseta y las mallas que llevaba puestas.


—Estás bien. El restaurante que tengo en mente es muy informal.


—De acuerdo. Déjame que me peine un poco.


—A mí me gusta así —replicó él, acercando la mano para tomar entre los dedos un mechón.


—No puedes estar hablando en serio. Lo tengo muy despeinado.


—No. Es el modo en el que cada hombre quiere que esté su mujer.


¿Su mujer?


—¿A qué te refieres?


—Como si te acabaras de levantar de la cama.


—Pero acabo de hacerlo.


—Como si te acabaran de hacer el amor, larga y apasionadamente. Todos los hombres del restaurante pensarán que nos hemos pasado toda la tarde disfrutando del mejor sexo de nuestras vidas.


—Oh... —musitó Paula, sintiendo que el anhelo se apoderaba de ella.


—Y todos ellos estarían dispuestos a intercambiar el puesto conmigo.


Paula sintió que se sonrojaba profundamente. Rodeó a Pedro y trató de poner algo de distancia entre ellos. Era difícil, sino imposible, no prestar atención a aquellas palabras de seducción y a la promesa que había en aquellos ojos azules. Si no salían los dos de aquella habitación, se vería muy tentada a compartir aquella cama, considerando lo que acababa de mencionar. Sin embargo, no se habían casado por amor y sería peligroso fingir que así había sido.


—Aprecio mucho lo que estás tratando de hacer, Pedro, pero no es necesario.


—¿Y qué crees que es?


—Seducirme con palabras para que yo no te diga que has conseguido una habitación con una sola cama.


—Me declaro culpable.


—¿Qué hay de tu promesa de no presionarme, de que yo podría elegir dónde dormía? 


—Si te sientes mejor, dormiré en el sofá.


—Oh —susurró ella, tratando de ocultar su desilusión.


—Te quiero en mi cama, pero no te presionaré.


—Tenemos que recordar la verdadera razón que hay detrás de nuestro matrimonio.


—Y esa razón es nuestros hijos, ¿Verdad?


—Por supuesto.


—También acordamos que nuestro matrimonio fuera todo lo real que fuera posible para que tuviera más posibilidad de prosperar.


—Sí, por los niños, pero no tienes por qué tratarme como a una esposa normal. Eso significa que no tienes que mentir sobre lo que sientes por mí... Por nosotros.


—No he mentido. Tú eres mi esposa y tengo la intención de tratarte como tal. No sé lo que nos deparará el futuro. Ninguno de los dos lo sabemos, pero no creo que debamos descartar ciertas posibilidades. Démosle una oportunidad y veamos lo que pasa. Mira, voy a ser muy sincero contigo. Eres una mujer muy hermosa y muy deseable. Si las cosas fueran diferentes, no te dejaría que salieras de esta habitación hasta que faltaran cinco minutos antes del momento de marcharnos a casa pasado mañana. 

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