Pedro tomó a su hijo más pequeño en brazos y ayudó a Ashley a subir los escalones del porche. Entonces, su madre les abrió la puerta.
—Entre, que hace mucho frío ahí fuera.
Al acceder al salón, vieron que Horacio estaba sentado frente al fuego, con un gorro de Santa Claus en la cabeza y con la perra Kira dormida a sus pies. En los brazos, tenía al nieto al que le habían dado el alta tres semanas antes.
—¿Puedes tomar también a este en brazos? —le preguntó Pedro, mientras le colocaba al otro nieto en el brazo que le quedaba libre.
—Te tuve a tí, ¿No? —replicó el padre, con una sonrisa en los labios.
En aquel momento, Lauren entró con una bandeja de tazas de chocolate caliente. Los recién llegados se quitaron los abrigos y vieron que Gustavo Tyler estaba sentado al lado de Federico en el sofá. Pedro contempló el rostro de Paula al ver el árbol que su familia había preparado mientras los dos habían ido a recoger al pequeño al hospital. El montón de regalos que había a los pies era impresionante.
—¿De dónde han salido esos regalos?
—Tu padre y yo hemos esperado mucho tiempo a tener nietos — respondió Ana—. No lo tomen a mal.
Pedro y Paula sonrieron y se sentaron en el sofá con los demás para tomarse el chocolate.
—¿Qué nombres les van a poner al final? —quiso saber Gustavo.
—Como has accedido a ser su padrino, tendrás que venir a visitarlos con frecuencia para que aprendas a distinguirlos. El más ruidoso es Baltazar Horacio, por mi padre.
—Y el pequeño es Miguel Pedro, por mi padre —dijo Paula.
Federico se puso entonces de pie y levantó la taza.
—Me gustaría hacer un brindis —anunció—. Por los niños presentes y los que vendrán el año que viene —añadió, tomando a Mariana de la mano.
—Estamos tan cansados de levantarnos por la noche que no creo que... —comentó Hunter.
—Pues acostúmbrate. Solo han empezado —bromeó Ana, con una sonrisa.
—Sí, por mucho que queramos más niños, no veo ninguno más en un futuro inmediato —concluyó Pedro.
—En realidad, yo me refería a Mariana y a mí. Vamos a tener un hijo.
Los gritos de enhorabuena resonaron por toda la sala. Todos los presentes abrazaron a Mariana y a Federico. Pedro dió las gracias por cómo estaban saliendo las cosas.
—Habíamos decidido adoptar. Pensábamos que yo era el problema — explicó Federico—, pero el médico nos había advertido que cuando se terminara el estrés de tratar de concebir un hijo, podría terminar quedándose embarazada y así ha sido.
—Es maravilloso —comentó Horacio—. Vamos a tener una casa llena de nietos. No podría ser más feliz. ¿Sabes una cosa, Pedro? Todavía no sabemos cómo se conocieron Paula y tú.
—Es una larga historia, papá —dijo Pedro, pensando que era mejor que algunas cosas no se supieran—. Digamos que fue amor a primera vista. Los dos queríamos tener hijos y así empezó todo.
—Bueno, fuera como fuera, me alegro de que así haya sido. Para todos —añadió, mirando a su otro hijo y a Mariana.
—Siento que hayas decidido no aceptar el puesto de fiscal —observó Gustavo—, pero después de ver a tus hijos, te entiendo. Yo, por mi parte, me marcho de Hale cuando salga de esta casa.
—Espero que encuentres lo que andas buscando —observó Pedro.
—Ya lo he hecho, pero no puedo tenerlo...
Al ver el vacío en los ojos de Gustavo, Pedro vió reflejada su angustia cuando creyó que había perdido a Paula.
—Tal vez las cosas hayan cambiado.
—Es una historia muy complicada. Bueno, yo me marcho ya. Cuiden de esos niños.
Cuando salió por la puerta, Horacio se puso de pie y le dió a Baltazar a su madre.
—¿Ha dicho Gustavo que no vas a aceptar el puesto de fiscal? —le preguntó a su hijo.
—Así es. Por cierto, papá, ¿Estabas buscando otro socio?
—¿Quieres decir que deseas trabajar con Federico y conmigo?
—Efectivamente. Sé mucho sobre delincuentes juveniles y me gustaría dedicarme a eso. Además, cuento con las credenciales necesarias.
—¿Cuándo quieres empezar?
—Ya he terminado de explicárselo todo a la persona que va a sustituir a Gustavo, pero quiero pasar un par de semanas con Paula y los niños. ¿Qué te parece dentro de quince días?
—Alfonso, Alfonso & Alfonso... Suena estupendamente —afirmó Horacio, mientras le daba a Miguel a Pedro.
Él sonrió. Tener a su familia tan cerca era estupendo. Entonces, vió el muérdago que colgaba del techo y se volvió hacia Paula.
—Quería darte un regalo de Navidad muy especial —susurró, mientras la besaba dulcemente. Entonces, se sacó un anillo del bolsillo de la chaqueta y se lo colocó en el dedo anular—. Este.
—¡Oh, Pedro! ¡Es tan hermoso! —exclamó ella, contemplando los dos topacios que brillaban en el anillo de oro.
—El joyero me aseguró que se pueden añadir más piedras...
—¿De verdad quieres más?
—Claro, pero esta vez espero estar presente para su concepción — susurró.
Entonces, volvió a inclinarse sobre ella para besarla. Así, le dijo sin palabras que no volvería a tener razón alguna para dudar de su amor o de su dedicación a la familia. Se había convertido en un padre de familia y no deseaba ser otra cosa.
FIN