miércoles, 27 de agosto de 2025

La Niñera: Capítulo 68

Paula se quedó pensativa. ¿Le habría molestado a Pedro el que hubiera tratado de convencer a Gabriela para que no llamara? Qué más daba. Dieron casi las tres de la mañana, antes de terminar y colgar las cortinas. Pero mereció la pena. Quedaban preciosas. A la habitación sólo le faltaba la alfombra, que la estaba limpiando una casa dedicada a ese tipo de cosas. Cansada, pero todavía sin sueño, se preparó un vaso de leche y se fue a ver a Benjamín, antes de irse a su habitación. A las cuatro y cuarto, hora en la que ella todavía estaba dando vueltas, Benjamín se fue a su cama y se abrazó a ella.


—Me duele la cabeza —le susurró.


—¿Te duele? Lo siento —le dió un beso en la frente, y lo abrazó—. ¿Quieres que te cuente un cuento?


—Mmm.


Paula se inventó una historia sobre un niño llamado Benjamín que en una ocasión se fue de aventuras y descubrió que tenía un hermano gemelo.


—Y los dos vivieron felices y comieron perdices —le dijo cuando terminó de contarle el cuento.


—¿Eso es todo? —le preguntó el niño.


—Sí. Anda vete a dormir.


—¿Qué tal está Felipe? —le preguntó, mientras bostezaba.


—Está bien. Tu padre ha llamado y ha dicho que mañana por la mañana vendrán.


—Lo echo de menos —murmuró el niño, medio dormido. 


Se acurrucó en los brazos de Paula y se durmió.



Así es como Pedro los encontró a las siete y media de la mañana, cuando llegó a casa para ducharse y cambiarse. Había ido a la habitación de Benjamín y había visto que no estaba. Preso del pánico, se había ido a mirar a la habitación de Paula y allí encontró a su hijo. El perro estaba durmiendo a los pies de la cama. Movió la cola, para darle la bienvenida. Se apoyó en el quicio de la puerta y se pasó la mano por los ojos. No había dormido en toda la noche y su preocupación por Felipe se había visto incrementada por su enfado con Paula.  Tendría que haberse quedado con ellos. Aunque la verdad, los niños eran unos desobedientes. Llegó a pensar que la culpa era incluso de él, por no haber sabido educarlos. Aquel torbellino de emociones lo estaban matando. También a Paula le estaba afectando bastante. No tenía que haberle dicho lo que le había dicho la noche anterior. Pero nadie era perfecto. Miró una vez más a Benjamín, para asegurarse de que estaba bien. Salió de la habitación y se fue a su dormitorio, se desnudó y se metió en el cuarto de baño. El agua salía caliente. Fue como una lluvia cálida en la que lavó sus temores y emociones acumulados durante el día antes. Cuando terminó, se secó con la toalla y entró en la habitación, a ponerse ropa limpia. Nada más entrar, se detuvo. Paula estaba en su cama, mirándolo con los ojos abiertos de forma desmesurada. Estaba colorada como un tomate. Pedro descolgó la bata y se la puso. A continuación, fue a sentarse a su lado.

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