lunes, 18 de agosto de 2025

La Niñera: Capítulo 48

Días más tarde, y como una continuación de la política de distanciamiento, Pedro le dijo a Paula que debería tomarse algún día de descanso. Ella se sintió un poco rechazada, cuando le dijo que, desde ese momento en adelante, tendría libres los domingos y los lunes.


—Si no salgo los domingos por la noche, puedes irte a casa. Yo llevaría a los niños los lunes al colegio y haré que alguien los recoja a la salida. He encontrado a una mujer que está dispuesta, por no mucho dinero —le dijo a Paula—. Así que no tendrás que volver hasta el martes por la mañana.


Y eso fue todo. Tendría unos fines de semana un tanto raros. Debería haberse sentido encantada.


El primer fin de semana fue el que vino después de que los niños terminaran el segundo trimestre. El domingo por la tarde, Paula empezó a preparar las cosas para irse a casa. Estaba deseando tomarse un merecido descanso. Pero se dió cuenta de que los echaba mucho de menos. Su familia, aunque eran desprendidos y cariñosos, no podían llenar el vacío que dejaba en su corazón Pedro y los niños. Pasó un fin de semana bastante decaída. El lunes por la mañana fue a la cocina y encontró a su madre, con un corderito recién nacido.


—¿Qué ha pasado? —preguntó, mientras colocaba la tetera en la cocina y se ponía un delantal para tomar en brazos al corderillo. De los corderos siempre se encargaba ella.


—Los dos primeros murieron. Tu padre logró salvar a éste, pero la madre ha muerto.


—¿Y no hay otra cordera que lo amamante?


Alejandra sonrió.


—Es posible. Pero he pensado que, por ahora, sería mejor que nos encargáramos nosotros de él. ¿Crees que a los niños les puede apetecer verlo?


Paula se puso muy contenta al oír aquella sugerencia, pero contestó:


—Seguro que les encantaría, pero ya va a ir alguien a buscarlos después del colegio.


—Pues ve a buscarlos tú. Podrían cenar aquí. Les encantará. Esos niños no están muy acostumbrados a ver animales.


—Está bien, pero tendré que preguntarle a Pedro primero.


Llamó a casa, confiando en encontrarlo allí, pero ya se había marchado y respondió el contestador automático. Lo llamó a la oficina, pero estaba en una reunión, y no quiso asustarle, como la última vez, cuando le había dicho a la secretaria que los niños estaban en el hospital. Tendría que ir a la oficina ella, en persona. Sabía más o menos dónde estaba, aunque nunca había ido allí. Iría a la oficina con tiempo para después poder recoger a los niños a la salida del colegio, siempre y cuando él diera su consentimiento. Por qué no lo iba a dar. Le dió un beso a su madre, y se fue a Norwich, en el Mercedes de Pedro. Se estaba acostumbrando a presumir de coche allá donde iba. Porque hasta ese momento, siempre había ido en utilitarios. Suspiró. Se estaba acostumbrando al lujo. Encontró la oficina sin gran dificultad. La única dificultad que tuvo fue la de recuperar el habla, después de ver el impresionante edificio en el que estaban las oficinas de la empresa de Pedro. Se dió cuenta de que su jefe era una persona muy poderosa.

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