viernes, 1 de agosto de 2025

La Niñera: Capítulo 12

 —Eso es ridículo. No lo hizo con mala intención.


—Ese hombre tiene dinero. Eso es suficiente.


—A mí poco me importa su dinero.


—Pero uno se acostumbra muy fácilmente a él —Gonzalo levantó un cojín y se quedó mirándolo—. Paula, es un hombre muy...


—¿Muy...?


—Muy masculino. No me digas que no te hás dado cuenta.


—Es muy masculino, ¿Y qué? Eso no significa que se va a aprovechar de nuestra relación para seducirme —le quitó el cojín y lo estrechó entre sus brazos—. Confía en mí, ese hombre está tan desesperado con los niños, que no se atreve a dar un paso en falso.


Gonzalo puso un gesto de no creerse lo que decía.


—Confía en mí —volvió a repetirle, sonriendo.


—Yo confío en tí, Pau —la abrazó y luego la soltó—. Pero llámame si te molesta, ¿Vale?


—Seguro que no...


—Prométeme que me vas a llamar, si te pasa algo.


Paula suspiró.


—Te lo prometo. Ahora vete y deja de preocuparte. Ya tengo veinticinco años.


Lo acompañó hasta la calle y se quedó en el camino, viéndolo marcharse. Después, dando un suspiro, volvió a entrar en la casa.


—Un hombre muy protector.


Paula levantó la cabeza y lo miró como disculpándose.


—Lo siento, no me dí cuenta de que se notara tanto.


Pedro torció un poco la boca.


—Es normal, yo haría lo mismo si fueras mi hermana.


Le sostuvo la puerta de entrada, en gesto de cortesía. Cuando pasó a su lado, la agarró del brazo y le dijo:


—Aquí estás segura, Paula. A pesar de lo que ha pasado esta mañana. Quiero que tengas eso en cuenta.


El corazón empezó a latirle con fuerza. Lo miró a los ojos e inmediatamente giró la cabeza.


—No estaría aquí si pensara lo contrario —le contestó.


—Sólo quería que lo supieras.


La soltó y se fue hacia la biblioteca.


—Estás en tu casa —le dijo, volviendo un poco la cabeza—. Hasta luego.


Paula subió al piso de arriba y sacó las fotos de su familia y de sus amigos, un oso de peluche, sus vaqueros, camisetas, una falda y unas cuantas blusas, además de lo básico para la cocina, como el té, café y leche en polvo. Colocó sus cosas de aseo personal en el cuarto de baño y guardó la maleta. Después se fue a ver dónde estaban las criaturas a las que había ido a cuidar... Encontró a los niños en el jardín, con barro hasta las orejas, construyendo una presa, en un pequeño riachuelo.


—Papá quiere verte —le dijo uno de ellos. 


Ella se quedó mirándolo.


—¿Benjamín?


—Sí ¿Cómo lo has averiguado?


—Ha sido por causalidad. Aunque se los puede distinguir al uno del otro.


—Pues mi padre nos confunde —le dijo Felipe—. Algunas veces le tomamos el pelo.


Paula sonrió.


—Me lo creo. ¿Saben dónde está?


—En la cocina —le informó Benjamín—. Está haciendo té. No lo sabe hacer muy bien. Tú lo haces mejor.

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