—Dios mío, que no muera el niño —susurró. Un sentimiento de culpa la embargó, mientras limpiaba la cocina y tiraba a la basura el plato roto.
Después, se fue a ver a Benjamín, que estaba durmiendo y se sentó a su lado, mientras le acariciaba las orejas a Ringo. Las cosas de Felipe estaban tiradas por la habitación, con su uniforme en el suelo y el osito de peluche debajo de la cama. Lo recogió y se abrazó a él, como si de un salvavidas se tratara. Era sólo un golpe, se seguía diciendo. No era grave. Estaban exagerando. Pero la verdad, no se le podía criticar a Pedro, porque Silvana había muerto de una hemorragia. Dió un beso a Benjamín, le arropó bien y bajó al piso de abajo, dejando a Ringo al cuidado del niño. ¿Por qué los habría dejado salir al jardín? Debería haberse imaginado que la iban a desobedecer y se iban a ir al bosque. Pero, por sentido común, no podía estar vigilándolos en todo momento. Aunque si algo le pasaba a Felipe, de nada serviría el sentido común. En ese momento sonó el teléfono y se fue a responderlo.
—¿Hola? —dijo, esperando que fuese Pedro, con alguna buena noticia. Pero era Gabriela, con la misma actitud de siempre.
—¿Podría hablar con Pedro, por favor? —le preguntó, como si le estuviera dando una orden.
—Lo siento, pero está en el hospital.
—¿Se ha llevado el móvil? Lo llamaré allí. ¿En qué habitación está el niño?
—No lo sé —mintió Paula—. Sin embargo, no creo se le pueda localizar esta noche.
—¿Por qué no? —preguntó.
—Porque su hijo es más importante —le respondió.
—No más que yo, querida. Lo llamaré allí.
—No creo que tenga tiempo para cuestiones de trabajo.
—¿Estás impidiéndome que lo llame? —preguntó Gabriela.
—Lo único que estoy diciendo es que es más importante la vida de su hijo.
Gabriela se echó a reír y Paula estuvo a punto de gritar.
—Ya lo sé, pero es que los jóvenes se ponen siempre muy dramáticos...
—Me estás hablando como si fueras una abuela — replicó Paula con calma—. ¿Por qué no haces lo que tengas que hacer tú misma, sin necesidad de molestarlo?
—Porque tengo que hablar con él, para saber su opinión. Hay cosas sobre las que tomar decisiones, cosas que tú no puedes entender —le dijo.
—Pues yo creo que tendrías que decidir por tí misma. ¿Si no, para qué te habría dado Pedro un puesto de tanta responsabilidad?
—Pero es que...
—Toma la decisión tú sola, o espera a que salga del hospital. Lo que te estoy diciendo es que en estos momentos no le puedes molestar.
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