lunes, 18 de agosto de 2025

La Niñera: Capítulo 47

Le estaba dando un masaje en los músculos del cuello y de los hombros, liberándola de la tensión acumulada en los mismos. Echó la cabeza para atrás y la apoyó en su abdomen, que irradiaba calidez. Él le puso las manos en las mejillas, se agachó y le dio un beso en los labios. Ella gimió y dió la vuelta a la silla. Él la estrechó entre sus brazos y siguió besándola. Su boca cada vez se hacía más exigente y su lengua buscaba la de ella, haciéndola perder el control. Apretó su cuerpo contra el de él y sintió que lo recorría un escalofrío. Estaba excitado, su miembro duro y caliente. En esos momentos, se acordó de que los niños estaban en la casa y todavía despiertos y ellos no deberían estar haciendo lo que estaban haciendo.


—Maldita sea —se quejó él. Levantó la cabeza y la abrazó con fuerza y la empezó a mecer—. Maldita sea, maldita sea.


—Antes de hacer una promesa, hay que pensárselo dos veces —se burló ella, con lo poco que le quedaba de sentido del humor.


—No, pero la hice. Y la voy a cumplir. Si me concedes unos segundos, te diré por qué —se apartó un poco y se quedó al lado de la ventana, mirando a la oscuridad del jardín—. Te quiero, Paual —le dijo—. No creo que pueda seguir fiel a la promesa que le hice a tu madre.


—¿Y por qué te preocupa? —le preguntó ella.


—¿Por qué? —se dió la vuelta y la miró a los ojos—. Porque yo no soy lo que tú necesitas. Porque no te quiero utilizar. Te mereces a alguien mejor que yo.


—Te estás haciendo a tí mismo poca justicia —le respondió ella—. Ya soy mayor, Pedro. Quizá sería mejor que me dejaras a mí decidir sobre nosotros.


—Es que no hay un «Nosotros». Ese es el problema. Mi vida ya es un lío. No se puede mezclar el placer con el trabajo. Te necesito para que cuides de los niños, como le dije a tu madre. No puedo dejar que mis necesidades, o las tuyas, interfieran.


—¿Es que las dos cosas son excluyentes? —le preguntó.


Pedro se encogió de hombros.


—No sé. Lo único que sé es que los niños ya han sufrido bastantes traumas en sus vidas. Eres alguien que significa mucho para ellos. No puedo poner en peligro esa relación por una diversión temporal. Y no puedo permitírtelo a tí tampoco. Lo siento, Paula. Nunca sabrás de verdad, cuánto lo siento.


A continuación, se dio la vuelta y salió de la cocina, dejándola sola con sus emociones. 

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