miércoles, 6 de agosto de 2025

La Niñera: Capítulo 24

 —La verdad, no puedo arriesgarme a perder este trabajo...


—Le aseguro que si no le dice que se ponga, eso es lo que le va a ocurrir. Dígale que los niños están en el hospital.


—¿Paula? ¿Qué ha pasado? —le preguntó él, a los pocos segundos.


—Nada, los niños están bien. Tenía que hablar contigo urgentemente, pero tu perro de presa no quería pasar la llamada.


—¡Pues no vuelvas a hacer eso nunca más! —le gritó—. Casi me da un ataque al corazón.


—Lo siento, pero es que tenía que hablar contigo. Me han llamado del colegio. El director quiere tener una entrevista contigo hoy mismo.


—No puedo...


—Pues no creo que tengas otra elección. O vas a verlo, o los niños van a suspender. Puedes ir a las dos y media, o a las cuatro.


Se le oyó suspirar, al otro lado de la línea.


—Está bien, iré a las cuatro. Tendré que seguir después con esto. Sabe Dios a qué hora voy a llegar a casa.


Cuando colgó, Paula llamó al colegio. Cuando llegó la hora, se fue a recogerlos. Los observó a través del espejo retrovisor y pensó que esperaría a llegar a casa, para que se tranquilizaran, antes de llegar al fondo del asunto. Benjamín fue el primero en hablar de ello, mientras se estaba bebiendo el zumo de manzana en la cocina.


—¿Ha llamado a mi padre?


—¿El señor Jones? Sí. Creo que habéis escrito algo de algún niño en la pizarra.


Felipe se encogió de hombros.


—Fiorella tuvo la culpa. Nos dijo que no se creía que mi madre hubiera muerto. Que seguro que se había ido y nos había dejado por lo malos que éramos.


—¿Y por qué piensa que son malos?


Benjamín, de repente, sintió un inusitado interés por las migas de bizcocho en la mesa.


—¿Benjamín?


—Porque le puse una araña en la leche —confesó—. Pero ella antes ya me había dicho lo del examen de matemáticas...


—¿El examen de matemáticas? —Paula se sintió perdida.


—Yo no sabía las respuestas y Felipe me ayudó. No fue culpa mía. Yo me puse enfermo. Y ella gritó.


—¿Quién gritó? —aquello era un lío.


—Fiorella, cuando vió la araña. Ya se había bebido medio vaso.


—Bueno, vale ya de historias. Lo primero que tienen que hacer son los deberes, después se dan un baño y, en cuanto cenen, a la cama.


—¿No nos vas a castigar?


Paula tuvo que reprimir las ganas de darles un abrazo.


—Creo que vuestro padre quiere hablar con ustedes, en cuanto tenga ocasión. Mientras tanto, nosotros seguiremos a lo nuestro, ¿Vale?


Por lo visto, Pedro se enfadó muchísimo cuando oyó lo que el director tenía que contarle. Cuando llegó a casa, parecía un poco más calmado, pero era incapaz de ver el lado divertido.


—No sé de qué te ríes —comentó él—. No es para tomárselo a broma.


—Lo único que necesitan es un poco de tiempo.


—Todos lo necesitamos. Y hablando de tiempo. Gabriela va a venir esta tarde a trabajar aquí. ¿Podrías por favor prepararnos algo de comer?


—He hecho pollo guisado. ¿Le gustará?

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