—Si es lo que yo estoy oliendo, será fantástico. Muchas gracias, Paula. ¿Dónde están los niños?
—En la cama, leyendo, señor Alfonso.
Él enarcó las cejas.
—No seas muy duro con ellos. Sólo intentan llamar la atención. Dales un abrazo y diles que no lo vuelvan a hacer.
—No iba a pegarles, Paula.
—No tienes que pegarles para que les duela. Lo único que buscan es tu aprobación. Diles que los quieres mucho. Sólo quieren oír eso.
—Eso se llama chantaje emocional.
—Lo siento, pero alguien se tiene que poner de su lado —le contestó.
—No te preocupes, Paula, lo entiendo. Esta vez no los mataré. Yo estoy a su lado, ¿Sabes? Lo único es que me cuesta demostrarlo.
Paula lo observó marcharse. Por primera vez albergó cierta esperanza de alguna relación con los niños. Se oyó ruido fuera y Pedro se apoyó en la balaustrada.
—Esa debe ser Gabriela. Dile que pase y que se tome algo. Bajaré enseguida.
Por fin iba a conocer a la famosa Frisbee en persona. Paula se levantó, tomó aliento y se fue a abrir la puerta. Era una mujer muy guapa, de casi la misma edad de Pedro, alta, delgada, muy bien vestida, con zapatos de tacón alto y el pelo recogido. Se sintió una pordiosera a su lado, con sus vaqueros y camiseta que iba. Pero le gustaría ver a Helen dar un baño a los niños, según iba. La señora en cuestión, porque no había duda de que de una señora se trataba, desde la cabeza a los pies, cerró la puerta de su BMW y se dirigió hacia donde estaba ella, estudiándola desde lejos. Cuando llegó a las escaleras que subían hasta la puerta principal, se detuvo, sin importarle que ella estuviera más alta y sonriéndola le dijo:
—Tú debes ser Paula.
—Sí, y usted debe ser la señora Fosby—Lee. Ya hemos hablado por teléfono. Entre. El señor Alfonso está dando un beso a los niños. Bajará en un minuto. ¿Quiere que le sirva algo de beber?
Gabriela subió los escalones y le dió el maletín a Paula.
—Gracias. Pon eso en la biblioteca, por favor. Tengo que ir a refrescarme un poco. Sírveme un vaso de vino.
Paula apretó los dientes.
—¿Sabe ya dónde está el cuarto de baño?
Gabriela se echó a reír.
—Mucho mejor que tú, imagino. Conozco muy bien esta casa —miró a Paula de arriba abajo—. Parece que le caes muy bien a Pedro. Debo decir que es muy afortunado, porque no es fácil encontrar buenos empleados.
—¿De verdad? Pues a nosotros no nos pasó lo mismo. Aunque lo cierto es que los que teníamos contratados estuvieron mucho tiempo.
Se lo dijo con una sonrisa. Gabriela sonrió también, sin saber si la estaba tomando el pelo o insultando.
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