—No creo que a su padre le parezca bien.
—No se enteraría...
—¿Quién no se enteraría de qué?
Felipe se sobresaltó al oír la voz de su padre.
—Nada —respondió.
—Felipe estaba proponiendo que nos fuéramos a hacer snowboarding en una superficie sin nieve —le explicó Paula, a quien Felipe le dirigió una mirada asesina.
—Pues yo había pensado tomarme mañana el día libre y llevarlos al zoo.
Los niños abrieron los ojos de forma desmesurada.
—¿Y le podemos comprar comida a las llamas? — preguntó Benjamín.
—Me imagino que sí.
—¿Habrá elefantes?
—Posiblemente. Depende del zoo al que vayamos.
—¿Vendrá Paula también?
—Espero que sí. Ir al zoo fue idea suya. Si nos abandona, estaré perdido.
Paula pensó que no se podía perder la experiencia de pasar un día con él y los niños. Al final asintió.
—Está bien, iré, pero sólo si se van hoy pronto a la cama.
Los niños desaparecieron como la nieve en el desierto. Media hora más tarde, estaban metidos en la cama. Les había leído un cuento y estaba en la cocina. Pedro estaba mirando dentro del frigorífico.
—¿No hay nada que comer?
—Filete —le respondió ella—, con patatas y ensalada. ¿Te apetece?
—Sí. Y tú, ¿Qué vas a cenar?
—Yo ya cené con los niños. No sabíamos a qué hora ibas a volver —puso la sartén en el fuego y se dio la vuelta—. Por lo que se refiere a la excursión de mañana, ¿De verdad tienes tiempo?
—La verdad es que no, pero ya veré cómo me las arreglo. ¿Por qué?
—Porque ahora no te puedes volver atrás. Si les has dicho que los vas a llevar...
—Los llevaré. Te prometo que estaré aquí mañana.
Se lo creería cuando lo viera con sus ojos. Sólo un idiota se podía creer todo lo que le decían. Le hizo la cena. Lo vió entrar en la biblioteca, con un plato en la mano y un vaso de vino en la otra y empezó a limpiar los platos de la cena.
—¿Paula?
Asustada, se dió la vuelta, se puso la mano en el corazón y se sonrojó.
—Vaya susto que me has dado.
—Lo siento, he venido a por la mostaza. ¿Es que he hecho algo malo? —le preguntó.
—¿Tú? —se quedó mirándolo sorprendida—. ¡Pensé que era yo la que había hecho algo malo! ¡No me has dirigido la palabra desde volvimos de casa de mis padres!
Pedro se limitó a gruñir y a darse la vuelta. Paula se dió cuenta de que estaba cansado.
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