miércoles, 20 de agosto de 2025

La Niñera: Capítulo 51

 —Este viento está calando mis huesos. El pronóstico del tiempo dice que va a nevar más.


—¿Otra vez? —preguntó Paula—. Pensé que ya no iba a nevar más este año.


—Eso parecía. Vamos a calentarnos en el fuego y a cenar.


—¿Podemos ir a dar de comer al corderito un poco más tarde? —preguntó Benjamín.


—Mucho más tarde —respondió Alejandra—. Primero tendrán que comer ustedes. Paula, llama a tus hermanos, están en el granero.


Todos acudieron a cenar. Se sentaron en torno a la mesa y probaron el guiso que había hecho Alejandra. Paula vió a Pedro comerse aquella comida tan simple y pensó en lo distinto que estaba, si se le sacaba de sus cuarteles generales. La cocina de los Chaves, nada tenía que ver con su despacho, pero parecía sentirse más a gusto allí. Tan a gusto, que aceptó tomarse una segunda y hasta una tercera taza de café después de la cena. Se quedaron en la cocina, jugando a las cartas, hasta que a las nueve de la noche, el padre de Poppy se puso en pie y se fue a ver a los animales. Veinte minutos más tarde estaba de vuelta, quitándose la nieve de las botas y cerrando la puerta tras él.


—No creo que podáis salir de aquí esta noche —les dijo, con tono grave—. Está nevando mucho y hay ventisca.


—¿Qué? —Pedro se levantó y se fue hacia la puerta, la abrió y miró fuera. Un minuto más tarde, la cerró y miró a Paula, con ojos de sorpresa.


—No se ve ni el granero. Todo está cubierto de nieve.


—Será mejor que se queden esta noche, Paula. Los niños pueden dormir en la habitación de invitados —dijo Alejandra—. Y Pedro puede dormir en la habitación que hay al lado de la tuya. La cama no es muy grande, pero sí muy cómoda. Y soporta una tormenta.


—No quisiera que se tomara tantas molestias... —empezó a decir Pedro, pero Alejandra lo interrumpió, haciendo un gesto con la mano.


—No puedo dejar que se vayan con este tiempo. Paula, ayúdame a poner las sábanas.


Pedro le puso una mano en el hombro de Alejandra y le dijo:


—Ya las ponemos Paula y yo. Tú descansa.


Alejandra lo miró con cara de sorpresa.


—¿Seguro?


—Sé hacer camas.


— Ya sé que sabes hacer camas, pero has estado trabajando todo el día...


—¿Y tú no?


Sonrió.


—Está bien, hagan la cama tú y Paula. Ya sabes dónde están las sábanas, cariño.


Paula asintió y empezó a subir las escaleras. ¿Cómo se tomaría Pedro aquello? Había echado un vistazo por la ventana y había visto que de la manera que estaba nevando, por la mañana no habría forma de irse de allí. Toda la carretera estaba cubierta de nieve. No podrían marcharse hasta que Gonzalo sacara el tractor y la limpiara.

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