viernes, 8 de agosto de 2025

La Niñera: Capítulo 29

Recordó las palabras de la señora Cripps sobre la otra niñera, diciendo que era fácil ver el porqué la había elegido. Había picado el anzuelo de la forma más inocente.


—Déjame irme, por favor —susurró con la voz entrecortada y, con un suspiro, él se levantó, se sentó en la cama y apoyó su cabeza sobre las manos.


—Lo siento —le dijo él, con un tono distante—. Perdóname, no volverá a ocurrir de nuevo.


Ella se sentó en la cama y se cubrió el pecho con el edredón, como para protegerse de la vergüenza que estaba sintiendo.


—En lo que se refiere a los niños... —empezó a decirle ella.


—Esta noche no, Paula —le interrumpió él—. Mi control sólo pende de un hilo. Creo que será mejor que me marche de aquí, antes de que te arranque ese edredón de las manos y me meta en la cama contigo.


Se levantó y se pasó las manos por el pelo y muy lentamente salió de la habitación, dejándola con un sentimiento terrible de humillación. Paula se levantó antes que los demás y se puso un pantalón de chandal y una camiseta, lo menos sensual posible. Limpió los zapatos de los niños, puso el desayuno y se sentó a la mesa, con una taza de té en la mano. ¡Vaya tontería había cometido! Pero nunca más. De ese momento en adelante, se dedicaría sólo a los niños y trataría de mantener ciertas distancias. La puerta se abrió y levantó la cabeza. El corazón le dió un vuelco al ver aparecer a Pedro. Llevaba el traje, con el pelo todavía mojado de la ducha. Tenía un aspecto inmaculado y remoto.


—Buenos días —le saludó, de forma muy educada—. Hay té en la tetera.


—Gracias —se sirvió, sacó una silla y se sentó—. Te prometo, Paula, que lo que pasó anoche, no volverá a pasar.


—Yo también había decidido lo mismo. No quiero ser otra muesca en tu pistola —dejó la cucharilla encima de la mesa—. En cuando a los niños...


Pedro suspiró.


—Sí, los niños. No sé qué podemos hacer. No sé de dónde han sacado esa idea de que Silvana murió por culpa de ellos.


—¿Les has contado alguna vez cómo murió?


—Creo que no. No me gusta hablar de ello.


—¿Todavía te duele?


—No, ya no. Fue todo muy repentino, pero en aquel momento me sentí...


Hizo una pausa y Paula esperó, dándole un poco de tiempo.

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