miércoles, 20 de agosto de 2025

La Niñera: Capítulo 53

 —Tenemos que ir a dar de comer a Copito —le dijo, con un tono de voz muy alterado.


No esperó a ver si él la seguía, pero chascó los dedos para que Ringo la acompañase.


—Toma —le dijo a Pedro, tirándole el impermeable y las botas de su padre—. Ponte esto si vas a venir.


—¿Dónde conseguís la leche? —le preguntó él colocándose a su lado, cuando ella salió fuera.


—Tengo que ordeñar uno de los carneros —le gritó.


El viento soplaba con tanta fuerza que lanzaba la nieve contra sus rostros. Paula agachó la cabeza y se echó a correr. Ringo la siguió y después Pedro. Entraron al granero y ella se quitó la nieve de los hombros y del pelo. Él se sacudió la nieve del abrigo.


—Está seca —dijo.


Paula asintió.


—Con este viento, será difícil que mañana podamos irnos —lo miró a los ojos—. ¿Será eso un problema?


Pedro se encogió de hombros.


—No tiene por qué. ¿Tienen un fax o un módem?


—Nosotros somos pobres, Pedro. ¿Qué te has pensado?


Sonrió y ella se sintió un poco culpable por engañarle. Porque la verdad es que tenían una habitación donde había bastantes ordenadores, porque desde hacía años ya estaban utilizando Internet. El problema era, que si se lo decía, se iba a pasar el día hablando con la oficina, en vez de divertirse con los niños y con ella. Tenía derecho a hacer una escapada. Le vendría bien. Gabriela se podría ocupar de todo.


—Gabriela se puede encargar de todo —le dijo, para animarlo—. Toma, sujeta esto —le dio un cubo, se recogió el pelo y le quitó otra vez el cubo y se puso a ordeñar a uno de los carneros. Llenó la botella de Copito de leche y le puso una tetilla de goma—. ¿Vienes conmigo? —le dijo, dejándole sitio en la paja.


Él estuvo dudando unos segundos. A continuación se sentó a su lado. Después, saltó la valla y se sentó en un montón de paja a su lado. No había demasiado espacio, por lo que tenían que estar uno pegado al otro. Pedro se sintió tenso durante unos segundos. Le puso la mano en el hombro y le dió un apretón. Paula sintió una sensación desconcertante por dentro, sensación que dejó a un lado, para concentrarse en el corderillo. El animal tenía hambre. Le puso la tetilla en la boca de Copito.


—¿Qué tal ahora? —le preguntó Paula.


—A mí me parece que está muy bien —le dijo Pedro, detrás de ella.


Dando un suspiro, Paula se apoyó en él, dejando la cabeza sobre su hombro y cerrando los ojos. Copito estaba chupando del biberón, haciendo unos ruidos increíbles. Paula miró a su alrededor y pensó que un granero no era un mal sitio para nacer. Todo el mundo sentía pena por María y José, pero podría haber sido peor. Los animales conferían un ambiente terrenal, muy distinto al que se respira en los hospitales modernos. Ella había hecho las prácticas en un hospital y era un sitio que odiaba.

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