lunes, 11 de agosto de 2025

La Niñera: Capítulo 34

Paula se pasó el fin de semana preguntándose cómo habría encajado Pedro en aquel sitio. Y las conclusiones fueron un tanto confusas. El Pedro que veía todos los días marchar al trabajo y encerrarse en la biblioteca hubiera estado perdido en aquella granja. El hombre que se había puesto los vaqueros y había corrido por el campo detrás de sus hijos, se lo habría pasado en grande. ¿Quién era el verdadero Pedro?


—¿Cómo es él, Ringo? —le preguntó al setter irlandés que estaba a su lado. 


Ringo movió la cola y miró a Paula.


—Yo tampoco lo sé —le dijo al perro—. Ojalá lo supiera.


—¿Saber qué? —le preguntó su madre.


—Quién es el verdadero Pedro. Está tan ocupado aparentando ser importante, que ni siquiera tiene tiempo para ser él mismo. Me pregunto si sabe quién es de verdad.


Alejandra Chaves se sentó en el suelo, al lado de su hija y empezó a acariciar al perro.


—Es una pena que no haya podido venir. Se hubiera relajado aquí.


—No lo dudes. El otro día fuimos a dar un paseo y si no le hubiera dicho que se cambiara, habría ido con traje y corbata.


Alejandra se echó a reír.


—Gonzalo estaba muy preocupado por tí. Pensaba que te ibas a meter en un montón de problemas con él. Yo no lo conozco y me fío de tí, pero me pregunto la razón por la que se alarmó tanto.


—Pues porque pensó que Pedro era muy masculino.


—¿Lo es?


—Es un hombre, mamá. Un hombre solo e infeliz.


Alejandra se quedó mirando pensativa a su hija.


—Mmm


—¿Mmm?


—A lo mejor Gonza tenía razón. A lo mejor te has metido en problemas, pero no en los problemas que él se imagina.


—Puede ser, mamá, puede ser...





No había casi nadie en la carretera. Kilómetros y kilómetros de carretera, sin tener nada en que pensar, más que en lo que les había perjudicado a los niños. ¿Tan mal habría hecho las cosas? Probablemente. Y había tenido que ser Paula, con su gran corazón, la que se lo había tenido que decir. Era una mujer amable y cariñosa, en absoluto impositiva. Se preguntó cómo se lo estarían pasando en la granja. Un sentimiento de soledad le inundó, pillándole por sorpresa. Se acordó de cuando era niño, de cuando se iba a pasar las vacaciones a la casa de campo de su tío, en Hampshire, donde jugaba con sus primos. En aquella granja había vacas, cerdos y pollos. También había montado en tractor. Durante el verano, él había ayudado en las labores del campo y era algo que le había divertido.

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