lunes, 25 de agosto de 2025

La Niñera: Capítulo 61

 —¡Paula!


—¿Qué pasará ahora? —murmuró, tirando el paño de cocina que tenía en la mano y dirigiéndose a las escaleras. 


La habitación de Pedro estaba abierta y también la del cuarto de baño que había al lado. Los gritos procedían de allí. Entró, sin pensar y se encontró a Pedro sentado en un extremo de la bañera, completamente desnudo, y Ringo chapoteando en el agua. Paula se quedó de piedra, sin saber si mirar el cuerpo de Pedro, que no tenía ningún vello en el pecho, o sacar a Ringo de la bañera. En ese momento, el perro se fue hacia él, quien se puso de pie y salió de la bañera. Ringo los siguió, se detuvo en medio de la habitación y se sacudió, justo en el momento que llegaban Benjamín y Felipe. Los niños fueron a esconderse detrás de Paula y Pedro intentó echar de allí a Ringo con la toalla. Aquello fue demasiado. Se apoyó en la pared y empezó a reírse a carcajadas, deslizándose hacia abajo, hasta quedar sentada en el suelo. Había que haber visto la cara que puso él, pero estaba segura de que veía el lado divertido de la escena.


—¡Estoy harto de animales en las bañeras! —gritó, poniéndose la toalla en torno a la cintura—. ¡Primero el pingüino, ahora este perro!


Paula logró al fin calmar su risa, agarró a Ringo y se lo llevó al piso de abajo. Cuando llegaron abajo, el perro volvió a sacudirse. Estuvo a punto de enviarlo a que se sacudiera de nuevo en el prístino estudio. Pero se lo pensó mejor. Lo llevó a la cocina y lo secó, mientras le restregaba las orejas y trataba de hacerle entender un poco. Pero el perro sonrió, sacó la lengua y segundos más tarde se fue a saludar a Pedro. Llevaba la toalla alrededor de la cintura, con las piernas todavía mojadas. Se quedó donde estaba, una posición excelente para admirar sus musculosas y bien formadas piernas. Sin embargo, decidió que era mejor ofrecerle algo de beber y pedirle disculpas. Se levantó con mucha decisión y lo miró a los djos.


—Lo siento. Tenía que habértelo dicho. Nosotros aprendimos desde pequeños a echar la llave en el cuarto de baño, porque a Ringo le encanta darse baños y le da igual si hay alguien dentro o no.


Pedro esbozó una sonrisa y se dió la vuelta, tratando de mantener una cierta distancia.


—Ya me he dado cuenta —contestó—. Supongo que nunca habrás pensado en llevarlo a algún sitio a que lo enseñen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario