miércoles, 6 de agosto de 2025

La Niñera: Capítulo 23

Cuando bajó a preparar el desayuno, a eso de las siete, Pedro ya se había marchado. Era lo mejor. Después de la tensión del día anterior, no quería quedarse sola con él. Llevó a los niños al colegio y, cuando volvió, la señora Cripps estaba pasando la aspiradora por el salón. Esa era la primera vez que Paula la veía. Se acercó a ella con aire de humildad, porque no quería empezar con mal pie una relación.


—¡Hola! —la saludó—. Me llamo Pala y soy la niñera. Usted debe ser la señora Cripps.


La señora Cripps apagó la aspiradora.


—Ya he supuesto que había contratado a una nueva — comentó ella—. Porque todo estaba un poco más limpio de lo normal —era una mujer gorda y baja—. Espero que le vaya mejor que a la última que estuvo. Se fue embarazada. Aunque, la verdad, se lo estaba buscando.


Miró a Paula de arriba abajo y continuó diciéndole:


—Aunque es fácil imaginarse por qué la ha elegido. Espero que no cometa la misma equivocación. Aunque seguro que tiene más cabeza. No la envidio, sin embargo, porque los niños son muy malos. No les permita que la vuelvan loca, porque no soportaría otras vacaciones teniéndolos que cuidar por la mañana.


Paula sonrió.


—Puedo manejar a los niños, señora Cripps.


—Ya veremos —volvió a encender la aspiradora. 


Paula se fue sonriendo a la cocina, cerró la puerta y empezó a preparar la comida. Así que la última niñera se había quedado embarazada. ¿Qué querría decir la señora Cripps con eso de que Pedro la había elegido? Seguro que no habría querido decir que él... Se sentó en una silla y cerró los ojos. Tampoco era nada extraño. Había muchos hombres que se divertían con las niñeras. Además, él no se había casado otra vez. A lo mejor esa Gabriela era sólo una colega y no estaba saliendo con ella y se concentraba sólo en las niñeras. Empezó a sentirse enferma. No deseaba ser el objeto de una burla. Enfadada consigo misma por dejarse llevar por la fantasía, empezó a cortar las verduras como si se estuviera peleando con ellas. Tenía suerte de no estar allí, porque si hubiera estado, habría sido capaz de hacerle cualquier cosa. Pocos segundos más tarde, sonó el teléfono. Era el director del colegio de los niños, que solicitaba una entrevista con el padre.


—Escuche —dijo Paula, en tono tranquilizador—. ¿Por qué no me da una lista de horas a las que puede visitarlo?


—A las dos y media y a las cuatro.


—Hoy ¿Y mañana?


— ¡No! O viene hoy, o los niños suspenderán.


—Está bien, señor Jones, veré lo que puedo hacer.


Llamó a Pedro al trabajo y solicitó hablar con él.


—Está en una reunión —le dijeron.


—Pues dígale que se ponga, porque es importante.


—Pues me ha dicho que no le interrumpiera, señorita...


—Chaves. Dígale que se ponga.

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