lunes, 11 de agosto de 2025

La Niñera: Capítulo 31

El problema era que se iba de casa todos los días a las cinco de la mañana, para poder hacer el trabajo en la oficina y Paula lo veía más cansado cada día que pasaba. Y a Gabriela aquello no le gustaba.


—Pensé que habías contratado a una niñera —la oyó una vez decirle, una de las veces que fue a casa a trabajar con él.


—Y la he contratado.


—Pues que los cuide ella.


Paula no se quedó a escuchar nada más. No podía soportar la presencia de una mujer tan fría y calculadora. Les llevó una bandeja con café al estudio. Era un sitio que odiaba. Lo más curioso era que a Gabriela le encantaba. Tenía la sensación de que Pedro pensaba de aquella habitación lo mismo que ella. Era una habitación pintada de color crema, aséptica. Se fue a la cocina, se preparó un vaso de leche con cacao y se sentó a leer un libro. Antes de las diez oyó que Pedro estaba despidiéndose de Gabriela y se fue al estudio, a retirar la bandeja. Pedro entró detrás de ella y la ayudó.


—¿Paula? ¿Qué te ocurre?


—Nada, ¿Por qué?


—Porque tienes una mirada como de querer asesinar a alguien.


—¿De verdad?


—Sí, ¿Quieres que hablemos?


Ella suspiró y se pasó la mano por el pelo.


—Es que no me gusta esta habitación.


—¿De verdad? Pues he de confesarte que a mí tampoco.


Lo miró con cara de sorpresa.


—Entonces, ¿Por qué no cambias la decoración?


—Porque se la encargué a un decorador de los más caros.


—¿Un amigo de Gabriela, por casualidad?


—Sí. Parece que la odias, ¿No?


—¿Odiarla? —Paula se sintió culpable—. A mí no me tiene que gustar, ni disgustar.


—Eso no es lo que yo he dicho.


—No —le respondió.


—Pero, en respuesta a tu pregunta, sí, fue un amigo de Gabriela. También decoró el piso de ella.


Paula miró a su alrededor.


—Es que es tan...


—¿Insulso?


—Sí y todo parece nuevo. En una casa antigua, uno tiene que tener antigüedades. En las otras habitaciones las tienes.


—Sí —frunció los labios—. Gabriela pensó que tenía que tener una habitación más moderna. Casi nunca la uso, de todas maneras.


—Porque la odias.


—Más o menos. La encuentro muy... Anodina.


Los dos se echaron a reír.


—Y tú, ¿Cómo la pondrías?


—Yo la pintaría con un color un poco más cálido, le pondría cortinas y algunos cojines. Y una alfombra en el centro. Además, cambiaría el mobiliario y pondría algo de madera antigua.

No hay comentarios:

Publicar un comentario