viernes, 22 de agosto de 2025

La Niñera: Capítulo 58

 — ¡Bájate ahora mismo de ahí! —gritó Paula y el perro dejó caer las patas, manchando la parte frontal de la camisa y los pantalones de Pedro. 


Otro traje que tendría que enviar al tinte. Se apoyó en la puerta y miró a Paula.


—¿Ringo? —preguntó, en tono suave.


—Mmm


Puso cara de alivio.


—Qué descanso. Por un momento pensé que habías traído un perro guardián.


Los niños se removieron en sus sillas y Paula tragó saliva. Pedro los miró a todos. Ella se aclaró la garganta y esbozó una sonrisa.


—Bueno, más o menos eso es lo que he hecho.


—Explícate.


—Pues que pensé que podría servir precisamente para eso. Luego hablamos de que a los niños les vendría muy bien tener un animal de compañía y pensé que no te iba a importar.


—¿Un animal de compañía? —repitió él—. Yo había pensado en un hámster, o un pez, o algo así.


Miró a Ringo, que estaba sentado y con la lengua fuera. Le pasó una mano por la cabeza y le acarició las orejas, para quitarle tensión al momento. Se apartó de la puerta y se fue hacia la mesa. Al lado de la estufa habían puesto una caseta para que durmiera. Dios mío. Parecía que alguien le había echado otro problema encima y lo cierto era que estaba muy cansado. Se sentó en una silla y se miró el reloj. Después miró a los niños.


—¿No creen que es hora de ir a la cama?


—Paula nos dijo que nos podíamos quedar hasta que vinieras.


Miró a Paula.


—¿Estás utilizando como arma a los niños?


Paula se sonrojó. Pedro se dió cuenta de que le había dolido.


—La verdad es que se iban a ir ahora mismo a la cama — respondió, mirando a los niños y desafiándolos a que le respondieran lo contrario. De pronto, se levantaron y se fueron a la cama.


—A la señora Cripps no le va a gustar —le dijo, después de un silencio.


Paula no dijo nada, y Pedro tuvo la sensación de que a ella le importaba poco que a la señora Cripps le gustara el perro o no. De hecho, desde que estaba con ellos, la casa estaba mucho más limpia, por lo que era posible que ella estuviera haciendo más que la señora Cripps. Además, parecía que se llevaba muy bien con los niños. Se preguntó si sería capaz de arreglar los estropicios que hiciera Ringo. Miró el suelo de la cocina, cubierto de huellas de perro y después al que las había hecho, que estaba tumbado a los pies de Paula, cansado después de haber generado semejante caos. ¿Se iba a quedar con ellos? A ella parecía que le gustaba la idea, y los niños estaban encantados. Suspiró hondo. ¿Cuántos desastres podría provocar un perro?

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