lunes, 6 de mayo de 2024

Quédate Conmigo: Capítulo 7

 –¿Sigues de una pieza? –le preguntó Paula, mientras concentraba la mirada en las violetas de la zanja.


–Sobreviviré –respondió Pedro.


Ella se encogió de hombros, arriesgándose a mirarlo de nuevo.


–Estupendo.


Esta vez la sonrisa llegó a sus ojos y, de nuevo, el corazón la traicionó.


–¿Nos arriesgamos a movernos? –preguntó él.


Ella ya no era una impresionable adolescente, se recordó a sí misma. Era una mujer adulta, una madre.


–La verdad es que sigo un poco mareada.


Eso, al menos, era verdad. Aunque no sabía si el mareo tenía que ver con la caída o con aquel inesperado encuentro.


–Muy bien, tú rueda un poco hacia la derecha y yo haré lo posible para desengancharnos.


Paula dejó escapar un gemido al sentir sus dedos en la rodilla. Había pasado una eternidad desde que era una niña tímida que lo miraba desde lejos, pero Pedro seguía atrayéndola y asustándola en la misma medida. Bueno, tal vez no en la misma medida…


–¿Te duele?


–¡No! Es que tienes las manos frías –respondió ella.


–Eso es lo que pasa cuando tocas una trucha –dijo Pedro, confirmando su impresión de que volvía del río cuando lo atropelló.


–¿Sigues vendiendo la pesca al dueño del Feathers?


–¿Sigue comprando truchas furtivas? –le preguntó Pedro–. Hoy en día tendría que pagar mucho más.


–Ese es el problema de la inflación –asintió Paula–. Espero que tu caña siga de una pieza.


Pedro movió cómicamente las cejas.


–¿No te has dado cuenta?


–Tu caña de pescar –aclaró Paula, apartando la mirada.


–No es mía –dijo Pedro, apiadándose de ella–. Se la confisqué a un chico que estaba pescando sin licencia.


–¿Se la has confiscado?


Paula vió el escudo de los Cranbrook bordado en el mono. ¿Trabajaba en la finca? ¿Un furtivo convertido en guardés? Le parecía muy raro. Pero a Hacienda le serviría de ayuda si quería proteger lo que quedase de las posesiones de sir Enrique porque conocía la finca al dedillo…


–¿No son caras las cañas de pescar?


–Se la devolveré cuando pague la multa.


–¿Una multa? –repitió Paula–. Solo estaba haciendo lo que hacías tú cuando tenías su edad.


–La diferencia es que yo era lo bastante listo como para que no me pillaran.


–No sé si eso es algo de lo que debieras estar orgulloso.


–Es mejor que la alternativa –replicó él–. Y veo que conoces al chico.

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