miércoles, 1 de mayo de 2024

Pasión: Capítulo 77

Recordó sus palabras de nuevo: «Gracias a tí he descubierto lo fuerte que soy». Pedro se sentía asqueado. ¿Y él era fuerte? ¿Se había enfrentado alguna vez con sus demonios? No, porque se decía a sí mismo que recuperar la confianza en el apellido Fonseca era lo único importante. Oyó un ruido sobre su cabeza y levantó la mirada. Un avión cruzaba el cielo desde el aeropuerto. Sabía que no podía ser el avión de Paula, pero la imaginó en él, marchándose para siempre, y sintió un ataque de pánico. Debería haber protestado aquel día, cuando sus padres los separaron de forma tan cruel. Debería haberse puesto a gritar en lugar de enterrar el dolor tan profundamente que desde entonces se portaba como un robot, temiendo dar rienda suelta a sus sentimientos. Temiendo enfrentarse con la culpa de saber que podría haber hecho algo más para proteger a Federico. Y a él mismo. Si hubiera mostrado su rabia y su dolor, como había hecho su hermano, entonces tal vez no habrían sido separados. Dos mitades de un todo desgarradas. Tal vez sus padres se hubieran visto obligados a reconocer la barbaridad que estaban a punto de cometer para hacerse daño el uno al otro. Y se dió cuenta entonces de que estaba haciéndolo de nuevo. Que mientras tenía una excusa para lo que ocurrió tantos años atrás porque solo era un niño, en aquel momento era un adulto y si no era capaz de gritar, llorar y exigir lo que quería… Entonces Federico y él habían sido peones para nada. Tendría que enfrentarse con una vida sin sentido, sin posibilidad de ser feliz. La felicidad nunca había sido una preocupación para él hasta ese momento. Se había contentado con centrarse en la fundación, en el trabajo, intentando convencerse a sí mismo de que eso era suficiente. Y no lo era. Ya no.




Paula estaba en la sala de embarque de primera clase, agradecida porque había suficiente espacio como para no tener que lidiar con la gente a su alrededor. No quería pensar en Pedro, aunque sus pensamientos volvían a él y a esa expresión: «Lo siento». También ella lo sentía. Incluso lo entendía cuando dijo que desearía no haberla conocido nunca. Pero ella no lamentaba haberlo conocido. O amado. Aunque sus sentimientos no fueran correspondidos. En un momento de locura pensó en volver para decirle que aceptaría lo que quisiera darle. Y entonces se vió a sí misma en unos meses, unos años, con el alma encogida por no tener su amor. No, no podía hacerlo. La auxiliar de vuelto tomó su tarjeta de embarque y cuando estaba a punto de devolvérsela oyeron unos gritos a su espalda.


—¡Tengo que verla!


Paula se dió la vuelta y vió a Pedro a unos metros, retenido por dos agentes de seguridad, despeinado y con expresión salvaje.


—¿Qué estás haciendo? —exclamó, asustada, apartándose de la cola para dejar sitio a los demás pasajeros.


No quería que su corazón latiese tan aprisa. No podía ser. No significaba nada.


—Por favor, no te vayas. Necesito que te quedes. 

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