miércoles, 29 de mayo de 2024

Quédate Conmigo: Capítulo 48

 –¿A la señorita Webb no le gusta la vida en el campo? ¿O es señora Webb?


–¿Eso importa?


–A mí no, pero imagino que a ella sí.


–Es señora Webb, divorciada, y su problema no es el campo sino las viejas cañerías.


–Cobardica –murmuró Paula.


–Que no te oiga –dijo Pedro.


Él no tenía ningún problema de oído, evidentemente. Y el problema era ella… O más bien su apellido. Paula miró a Sofía, pero la niña estaba demasiado ocupada mirando por la ventanilla.


–¿Por qué has comprado Cranbrook Park?


Estaban parados en un semáforo y Pedro se volvió para mirarla.


–¿Porque podía hacerlo? –sugirió.


Y luego sonrió. No era nada espectacular, solo un esbozo de sonrisa, pero el efecto fue como meter los dedos en un enchufe y la descarga la recorrió de la cabeza a los pies.


–Entonces, es una cuestión de poder –dijo Paula, intentando ignorar la descarga.


¿Había algo más irritante que desear a un hombre al que una no quería desear? ¿Al que sería una locura desear?


Regla número cuatro para trabajar con Pedro Alfonso: No decir nada que lo hiciera sonreír.


–No, es una promesa que hice el día que me marché de Cranbrook Park – respondió él.


Y, evidentemente, no era un buen recuerdo porque perdió la sonrisa y la descarga quedó reducida a un cosquilleo, como cuando se te dormía un pie.


–¿Juraste volver rico como Creso y echar de aquí al malvado barón?


Paula imaginó la confrontación entre sir Enrique y Pedro. El villano entrando en el salón sobre su moto, con pantalón de cuero negro en lugar de armadura, jurando volver algún día para ocupar su sitio. Una moderna versión del caballero mortalmente ofendido… Qué bobada. Además, Pedro ya le había dicho que no había sido ese incidente por lo que lo echaron de Cranbrook Park. Por otro lado, tampoco se había molestado en negarlo. ¿Pero por qué entró en la mansión en su moto? ¿Quería provocar que lo echasen?


–Es un cliché, pero parece la verdad –sugirió, para presionarlo.


–No te pongas dramática, Paula.


¿Dramática? Su propio drama había contenido todos los clichés del mundo, pero era la historia de Pedro en lo que estaba interesada. ¿A quién le habría hecho esa promesa, a sir Enrique, a su madre, a sí mismo? Su madre debía seguir viva, pero hacía años que no sabía nada de ella.


–¿Qué tal tu madre?


Pedro la miró con el ceño fruncido, como si le sorprendiera la pregunta.

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