miércoles, 15 de mayo de 2024

Quédate Conmigo: Capítulo 27

¿Bien? Llevaba ocho años sin que un hombre pusiera la mano en su trasero y, de repente, ocurría dos veces en un día…


–Estoy perfectamente –respondió, poniéndose el cinturón de seguridad–. ¿Qué ha sido de mi bicicleta? ¿Tengo que tirarla? –le preguntó cuando se colocó tras el volante.


–Vas a necesitar una rueda y un guardabarros nuevo. Estoy intentando localizarlo.


–Podrías haberme llamado por teléfono –dijo Paula. Pero enseguida se dió cuenta de que estaba siendo una desagradecida–. Quiero decir que no tenías que venir en persona.


–Estaba en esta zona de la finca.


–¿Inspeccionando tus dominios?


Pedro giró la cabeza para mirarla.


–Algo así.


Porras. Tenía cien preguntas que hacerle y había perdido la oportunidad con ese comentario tan poco afortunado. Pero, aunque era fácil mostrarse profesional cuando solo era un nombre o un rostro en la pantalla del ordenador, de cerca y con la huella de su mano en el trasero, resultaba imposible ser desapasionada, profesional, fría.


–¿Cuándo ibas a decirme que has comprado Cranbrook Park? –le preguntó por fin.


–¿Me habrías creído si te lo hubiera dicho esta mañana?


–Nunca lo sabremos –respondió ella–. Bueno, probablemente no.


–Además, sabía que lo leerías en los periódicos el lunes.


Unos segundos después llegaron al colegio y las madres que esperaban en la puerta se volvieron, todas a una, para mirar a los recién llegados.


–Será mejor que me vaya –dijo Pedro–. Se supone que debería estar supervisando a unos obreros.


–¿Vas a involucrarte personalmente en las reformas de Cranbrook Park?


–Voy a tomarme un par de días libres para jugar con mi carísimo juguete – respondió él, burlón.


–Carísimo, seguro, pero Cranbrook Park no es un juguete.


–No, es cierto. Como todas mis inversiones, tendrá que trabajar para ganarse el sustento.


–¿Qué piensas hacer con la finca?


Pedro alargó un brazo para abrirle la portezuela.


–Alguien te llevará la bicicleta cuando esté arreglada.


Paula bajó del Land Rover y se volvió para mirarlo.


–Díselo a Iván. Es como tú, sabe usar las manos.


Después de decirlo se puso colorada.


–Adiós, Paula.


–Adiós, Pedro. Gracias por traerme.


El Land Rover se alejó, dejando atrás un olor mezcla de metal y diesel. Trabajar para ganarse el sustento… ¿Sería una advertencia? ¿Quería decir que sus días de pagar una renta mínima a cambio de mantener la casa estaban a punto de terminarse? Le había advertido que no gastase dinero en papel pintado…

No hay comentarios:

Publicar un comentario