miércoles, 8 de mayo de 2024

Quédate Conmigo: Capítulo 15

 –Mi madre solía hacer lo mismo –le explicó él–. De hecho, estoy seguro de que era el mismo ladrillo.


–Vete –dijo Paula, tirando el zapato que le quedaba en la entrada, donde colgaban las botas y los impermeables.


–¿No vas a ofrecerme una taza de té? –le preguntó él, quitándose las botas.


–Si no hay más remedio…


–No me gusta el azúcar.


–Pues a mí sí.


El teléfono empezó a sonar en ese momento y, cojeando, Paula se acercó para responder.


–¿Sí?


Pedro apartó a dos gatos que dormían sobre una silla y, sin decir nada, la sentó en ella.



–¿Paula?


–Ah, Bruno…


–¿Algún problema? –Bruno Gough, el editor jefe del Observer, parecía más preocupado que enfadado. Pero era lógico porque ella siempre había intentado hacer bien su trabajo y ganar puntos por si su hija se ponía enferma algún día y no podía acudir a la oficina–. Acabo de hablar con Charlie…


«Charlie» debía ser Carlos Peascod, el director del comité de planificación. Paula miró su reloj y dejó escapar un suspiro.


–Sí, lo siento…


–¿Qué ha pasado?


–Lo siento mucho, pero he tenido un pequeño accidente.


–¿Estás bien?


–Sí, no ha sido nada.


–No parece que estés muy bien.


–Lo estaré –murmuró ella, mientras Hal llenaba de agua la tetera–. Me he caído de la bicicleta.


–¿Has ido al hospital? –le preguntó él.


–No es nada grave, solo tengo algunas magulladuras, pero me he caído en una zanja y estoy llena de barro. En cuanto me haya dado una ducha iré para allá. Con un poco de suerte, tomaré el autobús de las once.


–Yo puedo ir a la reunión, no te preocupes.


La inmediata reacción de Paula fue protestar, pero por alguna razón estaba temblando como una hoja. Si no estuviera sentada se habría caído al suelo.


–Tómate el resto de la semana libre, Paula. Nos veremos el lunes.


–Si insistes –dijo ella–. Llamaré al señor Peascod para pedirle disculpas y quedaré con él el lunes.


–No te preocupes por Charlie. Voy a ir a comer con él y seguramente será más indiscreto cuando haya tomado una copa de vino.


Por supuesto que sí. Los chicos se entendían bien, fuera en el campo de golf o en el pub. Bruno Gough no tenía que hacer un esfuerzo por ir arreglado o ponerse su mejor traje de chaqueta. Lo llevaría al King’s Head, donde tomarían un roast beef a costa del periódico, y Charlie le contaría todo lo que pasaba en Cranbrook Park. Siempre había sido así. A ese paso, acabaría escribiendo artículos sobre el belén navideño del pueblo hasta que se jubilase. Gracias a Dios por el blog "El pulgón y el diente de león", que había creado para la edición digital del periódico. Nadie más que ella podía escribir un blog sobre jardinería y esa era una buena noticia.

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