lunes, 6 de mayo de 2024

Quédate Conmigo: Capítulo 10

 –Para unos cuantos privilegiados.


–Esta finca siempre ha sido importante para la gente de Maybridge.


–Si estás cubriendo la noticia sobre la finca, imagino que trabajas para el periódico local.


–Para el Observer, sí.


–¿Eso es lo mejor que has conseguido con una educación tan cara?


–¡Pero bueno…!


De modo que Pedro Alfonso se acordaba de ella. Su uniforme rosa y gris del colegio Dower llamaba la atención entre las camisetas rojas del instituto Maybridge. Los otros chicos del pueblo se reían y Paula fingía que no le importaba, pero los  envidiaba porque no le gustaba ser diferente. Quería ser uno de ellos, formar parte del grupo que esperaba en la parada del autobús todas las mañanas mientras ella iba en dirección contraria.


–Según tu madre, ibas directa a Oxbridge y conseguirías un puesto en un periódico importante.


–¿Ah, sí? –murmuró Paula, como si no recordase los comentarios de su madre. Ella no se daba cuenta, pero sabía que las dos eran objeto de burla en el pueblo–. Evidentemente, no soy tan lista como ella creía.


–No, eso no es verdad. ¿Cuál es la verdadera razón?


Debería sentirse halagada, pero hablar de eso le recordaba un momento triste de su vida.


–Mi hija –respondió Paula. Si había vuelto al pueblo, Pedro se enteraría de todas formas–. Doña Estirada, vencida por sus hormonas. En su momento fue la comidilla del pueblo.


–¿Conozco al padre? –preguntó él.


–No creo que haya mucha gente en el pueblo a la que recuerdes –respondió Paula–. Como sabes, ya no hay muchos puestos de trabajo en la finca para la gente de nuestra generación.


La fortuna de sir Enrique había ido disminuyendo con los años. Las importaciones baratas habían arruinado su negocio y, con las fábricas cerradas, la finca había perdido dinero. Y Cranbrook Park necesitaba reparaciones urgentes. Algunos de los edificios estaban a punto de caerse y muchas de las cercas ya no servían de nada. De ahí que Archie se hubiera instalado allí.


–Nadie que se acuerde de mí es lo que quieres decir. ¿Crees que no me darían la bienvenida?


–No, no, lo que quiero decir…


–Sé lo que quieres decir –la interrumpió él, intentando desenganchar la chaqueta de los pinchos.


-¿Puedes decirme qué va a ser de la finca? –le preguntó Paula entonces, yendo directa al grano.


–Su futuro se anunciará públicamente en un par de días. Imagino que tu periódico recibirá una copia…


–¡Entonces es verdad que la han vendido! –exclamó ella. Ese era un titular de portada–. ¿Quién es el nuevo propietario?


–¿Quieres una exclusiva para el Observer? –Hal esbozó una sonrisa y Paula tuvo que tragar saliva. Era más madura, pero el efecto que Pedro Alfonso ejercía en ella seguía siendo el mismo–. ¿O solo quieres cotilleos?


–Oye, soy una madre soltera que trabaja mucho, no me dedico a perder el tiempo con cotilleos.


–¿El padre de tu hija te dejó?


–No es asunto tuyo –replicó Paula–. Vamos Pedro, es evidente que sabes algo.


Si fuera el director del comité de planificación habría pestañeado coquetamente, pero Pedro Alfonso no era un hombre con el que una quisiera flirtear… A menos que esperase algo más. De niña, no sabía el peligro que él representaba; de adulta, no tenía esa excusa.

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