lunes, 27 de mayo de 2024

Quédate Conmigo: Capítulo 41

 –¿Y qué ha ofrecido exactamente? ¿Su dinero, su tiempo? –preguntó Paula–. Y, sobre todo, ¿Qué quiere a cambio?


Vanesa se encogió de hombros.


–Lo único que sé es que se ha ofrecido a patrocinar el evento y que, a cambio, el señor Alfonso solo quiere que lo ayudemos con un deseo propio…


–Pero si es multimillonario, ¿Qué podemos hacer por él? –preguntó alguien.


–¿Despedir a Paula? –sugirió Gustavo, apartándose cuando ella le tiró un periódico a la cabeza.


–Ha pedido elegir al hada madrina de este año.


–Seguro que será alguna modelo con la que está saliendo…


–Sí, por favor –dijo Bruno–. Eso garantizaría una mención en la revista Celebrity.


–¡No! –exclamó Paula. Todo el mundo se volvió para mirarla–. Pedro no quiere ese tipo de publicidad.


–¿Y tú cómo lo sabes?


–Ella es una autoridad en Pepe Alfonso–se burló Gustavo.


–Además, no puede ser alguien de fuera –les recordó Paula–. Tiene que ser alguien del periódico…


Nooooo.


–Eso es –asintió Vanesa–. Y si tienes un momento libre, la señora Armstrong quiere hablar contigo.


–¡Toma ya! –gritó Gustavo.


–Paula no está en la oficina –dijo ella. Si iba a ser el hazmerreír del periódico, al menos tenía derecho a reír también.


–¿Está haciendo otro reportaje de investigación? –bromeó Gustavo. Por lo visto, el viaje a Londres con gastos pagados aún no había sido olvidado.


–¿Está investigando el polvo bajo su escritorio?


–No, en realidad estoy escribiendo un artículo importante sobre seguridad en el trabajo –replicó Paula.


–¿Quién necesita seguridad cuando tiene una varita mágica?


–Qué graciosos sois todos –dijo ella, intentando mostrarse valiente–. Si el señor Alfonso ha decidido limpiar su conciencia ayudando al pueblo, que así sea. Me sacrificaré.


«Sé dura, sé despiadada». En lugar de perder horas y horas intentando convencer a los empresarios locales para que aportasen dinero, iba a trabajar con Pedro Alfonso. Y si pudiera elegir, no lo haría con un tutú y unas alitas. Respirando profundamente para darse valor, Paula se acercó a la puerta del despacho de la señora Armstrong y se volvió para mirar a sus compañeros.


–Señoras y señores –dijo, moviendo su bolígrafo como una varita mágica–. Les dejo para que se peleen por la portada mientras yo, moviendo mis alas, voy a sacarle todo el dinero que pueda al malvado señor Alfonso.


Había anticipado una carcajada, pero todos estaban en silencio. Paula miró a Gustavo, que siempre estaba de broma, pero también él estaba serio y cuando se volvió…

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