viernes, 3 de mayo de 2024

Quédate Conmigo: Capítulo 3

Mientras se acercaba al camino, Archie, a quien no le gustaba ver a nadie en su territorio, apareció entre unos arbustos. Era aterrador si no lo conocías e inquietante si lo conocías. El truco era tener a mano una manzana y Paula alargó la mano hacia la cesta de la bicicleta… Pero la cesta estaba vacía y recordó entonces con toda claridad que la había dejado sobre la mesa de la cocina. Archie, que esperaba su regalo, rebuznó airadamente para demostrar su enfado. Su primer error fue no bajar de la bicicleta en cuanto se dio cuenta de que no tenía forma de entretenerlo porque, aunque la primera carga había sido una simple amenaza, la segunda era de verdad. Archie atravesó el muro de aligustre mientras Paula pedaleaba como una loca para evitarlo. Su segundo error, más grave, fue mirar atrás para ver si lo había esquivado porque, de repente, cayó en una zanja, una mezcla de ruedas y miembros, no todos suyos, con la cara sobre un macizo de violetas. Archie rebuznó una vez más y luego, con el trabajo hecho, se dio la vuelta para esperar a su siguiente víctima. Desgraciadamente, el hombre con el que había chocado y que estaba bajo las ruedas de su bicicleta, no iba a ningún sitio.


–¿Se puede saber qué demonios hace? –exclamó.


–Oliendo las violetas –respondió ella, mientras comprobaba mentalmente los daños. Su mano parecía estar enganchada en alguna parte de la anatomía masculina y él debía estar atrapado bajo la bicicleta porque no se movía–. Huelen muy bien, ¿No le parece?


La respuesta del hombre fue lo bastante vigorosa como para dejar claro que estaba de una pieza.


–Este es un camino peatonal.


–Sí, es verdad –asintió Paula, diciéndose a sí misma que no se quejaría si estuviese herido. Aunque eso no era un gran consuelo–. Siento mucho haberlo atropellado.


Y era verdad, lo sentía. Sentía mucho haber olvidado la manzana para Archie y sentía que el extraño se hubiera puesto en su camino. Hasta treinta segundos antes llegaba tarde, pero ahora tendría que ir a casa a asearse un poco. Peor, tendría que llamar al periódico para decirle a su editor que había tenido un accidente y él enviaría a otra persona a entrevistarse con el director del comité de planificación del Ayuntamiento. Le habían asignado ese artículo porque ella había vivido en Cranbrook Park toda su vida…


–No debería usar el camino como una pista de carreras –la reprendió él.


Ah, genial. Allí estaba, tirada en una zanja, enredada con la bicicleta y con un extraño a la espalda… Esperaba que él también estuviese atrapado y no lo hiciese por deporte, y su primer pensamiento era darle una charla sobre seguridad en la carretera.


–Iba a trabajar, si no le importa.


–Pero no iba mirando por dónde iba.


Paula escupió lo que esperaba fuese una brizna de hierba.


–Puede que no se haya dado cuenta, pero me perseguía un burro.


–Sí, me he dado cuenta.


Ninguna simpatía, en absoluto. Qué encanto de hombre.

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