miércoles, 15 de mayo de 2024

Quédate Conmigo: Capítulo 29

Se había sentido como una reportera de verdad mientras charlaba con la chica que limpiaba las mesas, fingiendo que le habían ofrecido un puesto de trabajo en Pedgo. Como esperaba, la mayoría de los empleados estaban comiendo allí a esa hora y las mujeres se mostraban encantadas de hablar sobre su guapo jefe.


–Me he gastado lo menos posible y yo creo que ha merecido la pena. He averiguado que está divorciado y no parece tener una relación con nadie en este momento. ¿Cuántos ejemplares venderá un periódico que publica la fotografía de un multimillonario divorciado y sin compromiso?


–No lo sé.


–Las mujeres compran el periódico local.


–¿Pero cuántas veces podemos publicar una fotografía de Alfonso en la portada? Hasta que sepamos cuáles son sus planes, no podemos darle muchos titulares.


–No necesitamos titulares, Bruno. Te daré artículos –le prometió Paula–. Solo necesitamos una fotografía en la primera página y un pie de foto que lleve a la página dos. Así es como utilizan a la familia real para vender periódicos.


–Una pena que no tenga un título nobiliario, además de todo ese dinero. Pero en fin, no se puede tener todo –Bruno sonrió mientras firmaba la nota de gastos–. Ha merecido la pena, pero la circulación del periódico está notando la crisis, así que no más viajes a Londres.




El teléfono sonó una, dos, tres veces. Pedro miró su reloj. Absolutamente puntual. Mientras levantaba el auricular se echó hacia atrás en el sillón en el que se habían sentado muchas generaciones de la familia Cranbrook.


–¿Qué quieres, Paula?


–Buenos días, Pedro.


–¿Son buenos? No me he dado cuenta.


–Pues es una pena. Yo he estado escardando mis patatas mientras salía el sol, con un petirrojo por compañía.


Pedro estaba frente a su escritorio, lidiando con informes y documentos que parecían multiplicarse.


–Espero que no hayas llegado tarde a trabajar otra vez.


–Pues sí, pero solo porque el autobús se ha retrasado. ¿Alguna noticia sobre mi bicicleta?


–Preguntaré por ella. ¿Alguna cosa más?


–¿Qué tal si me cuentas tus planes para el futuro de Cranbrook Park? –sugirió Paula, con esa voz musical inextricablemente unida al anhelo de algo que estaba fuera de su alcance. ¿Tendría razón Robert Cranbrook? ¿Era aquel el final y no el principio, como había imaginado?


–No.


–Solo una pista –insistió ella–. Algo que pueda usar para mi artículo de mañana.


–¿No es asunto tuyo? –sugirió Pedro. Ese «Chico» en el titular del Observer le había recordado demasiado al insulto de Cranbrook.


–Voy a necesitar algo más que eso.


¿Estaba riéndose?


–¿No es asunto tuyo, Paula Chaves?


–Muy bien, lo dejaremos por hoy, pero yo esperaba poder contarle a mis lectores por qué has bloqueado el camino.


–Nadie se ha quejado.

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