viernes, 10 de mayo de 2024

Quédate Conmigo: Capítulo 16

A pesar de todo, tenía más suerte que muchas otras mujeres en su situación. Más suerte de la que merecía, según su madre. La mala noticia era que el Observer estaba a punto de reducir empleos y una madre soltera con problemas sería la primera de la lista.


–¿Ya está? –le preguntó Pedro, sacando un par de tazas del armario. A pesar de su insistencia en decir que estaba bien, a él le parecía que estaba demasiado pálida.


–Sí, ya está.


–¿No tienes que llamar al Ayuntamiento para disculparte?


–No hace falta –Paula miró el teléfono que tenía en la mano antes de dejarlo sobre la mesa–. Mi editor se encargará de la entrevista.


–Ah, bueno. Voy a limpiarte el pie.


Paula frunció el ceño cuando Pedro puso en el suelo una palangana llena de agua.


–No tienes que hacer eso. Voy a darme una ducha en cuanto te marches.


–Te has hecho un corte. Hay sangre en el suelo.


–¿Ah, sí? –Paula miró el suelo y comprobó que había unas gotitas de sangre–. Ha debido ser cuando me golpeé con la piedra.


Se había cortado y, sin embargo, ni siquiera había dejado escapar un gemido. Culpa suya. Si no la hubiera besado, si la hubiera dejado ir…


–Podría ser un cristal –le dijo–. O la anilla de alguna lata. No me puedo creer la basura que la gente tira en la finca.


–Mucha de esa basura llega volando hasta el camino. Mi padre solía volverse loco.


–Entonces no era yo solo el que destrozaba la finca –dijo Pedro–. Mete el pie en la palangana, tengo que ver qué profundo es el corte.


Sin molestarse en protestar, Paula metió el pie en el agua, suspirando.


–¿Te duele?


–No.


Pedro asintió con la cabeza mientras se daba la vuelta para servir el té. No debería haber ido a Cranbrook. Su intención había sido dejárselo todo a los abogados, pero era como un diente dolorido que uno no podía dejar en paz.


–¿Tienes algún antiséptico? –le preguntó.


–Debajo del fregadero, en el botiquín.


–¿Una toalla?


–Hay toallas limpias en el baño. Está en…


–Sé dónde está el baño –la interrumpió Pedro, sacando una galleta de chocolate de la lata–. Cómetela.


–Yo…


–Y deberías quitarte las medias mientras voy a buscar la toalla.


–¿No crees que puedo hacerlo yo solita?

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