miércoles, 22 de mayo de 2024

Quédate Conmigo: Capítulo 34

 –Muy bien, dame el tornillo…


–¿Este?


Pedro, tumbado en el suelo del garaje al lado de una moto, giró la cabeza. Paula Chaves, con unos vaqueros ajustados, estaba ofreciéndole un tornillo.


–No seas ridícula. Cualquiera sabría que necesito uno más grande.


–Perdón –Paula dejó el tornillo y buscó uno más grande, pero apartó la mano cuando él iba a tomarlo–. ¿Dónde está Archie?


-¿Archie?


–El tornillo –insistió Pedro, sujetando la rueda de la moto.


–No está en la pradera.


¿Hablaba en serio?


–No quiero que haya otro accidente.


–No debería haberte enviado ese enlace –dijo Paula–. ¿Que has hecho con él, Pedro?


–Dame el tornillo y te lo diré.


Ella se lo ofreció, con desgana.


–Voy a insistir hasta que me lo digas.


Pedro levantó la mirada. Estaba tan cerca como para oler la hierba en sus botas y ver cómo los vaqueros se ajustaban a sus caderas y al trasero que su mano recordaba tan bien.


–¿Quieres agacharte un momento?


Paula se puso en cuclillas y Pedro vió sus mejillas brillantes después del paseo, los mechones de pelo rubio escapando del prendedor, los enormes ojos grises. El hada madrina en persona. Cuando tomó el tornillo se dio cuenta de que le temblaba la mano. ¿O era la suya? Por un momento, sus miradas se encontraron.


–Pásame la llave inglesa.


–Está llena de grasa –protestó Paula.


–O me las tú o lo hace Iván y no veo a Iván por ningún sitito. ¿Qué has hecho con él?


–El signo mágico de la taza de té. Tenía que hablar contigo.


–Buen intento, pero no…


–Lo de «Sin comentarios» ya no cuela, te lo advierto.


–¿No? –murmuró Pedro–. Parece que los dos estamos haciendo novillos. Yo estoy reviviendo mi juventud, ¿Cuál es tu excusa?


–Lo de siempre: rumores, cotilleos –Entonces, puede esperar hasta que termine con esto.


Y la tuvo allí media hora, dándole herramientas mientras arreglaba la moto. Una mancha de grasa apareció en su mejilla, otra en su camisa. Paula apretó los dientes, pero no se quejó. Casi anticipaba sus movimientos y trabajaban como un equipo.


–Cualquiera diría que has hecho esto antes –comentó él, pasándole un trapo para que se limpiara las manos.


–Puede que haya desguazado mi cortacésped un par de veces.


–Estás llena de sorpresas –Pedro se levantó y le ofreció su mano–. Vamos a ver si Iván ha conseguido encender el fuego de la cocina. Imagino que no habrás traído ese pastel con el que sueles amenazarme. ¿Has estado muy ocupada escardando tus patatas?


–Pedro…


–Archie está en los establos –la interrumpió él–. Está confinado allí hasta que hayan levantado la cerca del prado para que no pueda escaparse.


–Ah.


–¿Qué creías que había hecho con él?


–Nada –respondió Paula–. Solo… Uno de mis colegas dijo algo, no importa.


–Debe importar si has venido hasta aquí.


Paula hizo una mueca.


–Es una tontería que incluye la palabra «Pegamento».

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