lunes, 27 de mayo de 2024

Quédate Conmigo: Capítulo 44

Era su ídolo, en realidad. Habían ido al mismo colegio, aunque Paula era más joven. Mónica Armstrong había empezado como periodista en el periódico de su hermana en Melchester, escribiendo historias de «Interés humano», como ella. Pero ahí se terminaban las comparaciones. Mónica había rechazado la oferta de trabajar en un periódico de tirada nacional y se había quedado en Melchester para llevar el grupo Armstrong.


–Y siempre está ocupada –añadió–. No es solo un nombre, de verdad dirige laempresa.


–Eso no explica por qué parecías tan sorprendida al verme en su despacho.


–No es eso. Es que… En fin, tú no eres alguien que atienda a reporteros locales. Tú eres…


–¿El malvado señor Alfonso?


Paula iba a decir «El señor del castillo», pero sir Enrique siempre había tenido tiempo para ella. Al contrario que Pedro Alfonso, que se había reído de su falta de ambición, además de usar su poder para apartarla del periódico.


–Tú eres una reportera local, ¿No?


–Según tú, no muy eficaz.


–Desde entonces te has puesto las pilas.


–He seguido tu consejo, Pedro –dijo Claire, irónica–. No es nada personal.


–Yo creo que «El malvado señor Alfonso» es muy personal. Que no hayas vuelto a ver a Archie y que le pidieras a Iván que llevase el pastel deja bien claro que loes.


–Ya te he dicho que he estado ocupada. Tengo mucho que hacer en el jardín en esta época del año.


–Lo sé. Por cierto, van a arrancar la rosaleda la semana que viene.


–¡Pedro! ¿No has llamado a los especialistas de los que te hablé?


–He estado ocupado. Tengo que dirigir una empresa, aparte de restaurar una casa.


–Y jugar con las motos.


–Eso también.


–Si pudiera, yo misma arreglaría la rosaleda…


–No podrías a menos que tuvieras una varita mágica. Vas a estar muy ocupada haciendo realidad los sueños de otras personas.


Regla número uno para trabajar con Pedro Alfonso: Ser profesional.


–Bueno, entonces será mejor que empecemos. ¿Cómo te gusta el café?


–Que no sea de máquina –respondió él, tomándola del brazo para llevarla hacia la puerta.


Y la temperatura ambiente aumentó unos cuantos grados. Paula se dijo a sí misma que era rabia y no atracción. La electricidad que había en el aire cada vez que estaban en la misma habitación era real, pero Pedro no estaba interesado en ella. Y tampoco estaba interesado en los deseos de una pequeña comunidad como Maybridge. Su retorno a Cranbrook Park tenía que ver con lo que sir Enrique le había hecho. Lo que su padre le había hecho.

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