miércoles, 1 de mayo de 2024

Pasión: Capítulo 76

Enfadado, se quitó la corbata y la chaqueta para tirarlas sobre un banco. Ese era el problema: Sabía que no podía sentir. Esa capacidad le había sido robada el día que su hermano y él fueron separados por unos padres irresponsables y crueles. De niños se habían querido mucho, tanto como para tener un lenguaje propio que solo ellos entendían y que solía volver locos a sus padres. Pedro recordaba haber intuido que pasaba algo ese día, cuando su padre los hizo entrar en su estudio… Su madre se había inclinado para hablarle al oído y él había notado que su aliento olía a alcohol.


—Pedro, cariño, te quiero tanto que voy a llevarte a Italia conmigo. ¿Quieres venir?


Él había mirado a Federico, que estaba al lado de su padre. Federico quería mucho a su madre y, aunque también él la quería, no le gustaba cuando llegaba borracha a casa. Su hermano, en cambio, no toleraba ninguna crítica.


—¿Pero y Fede? ¿A él no lo quieres? —preguntó.


Ella había suspirado, impaciente.


—Pues claro que sí, pero Fede se quedará aquí, con tu padre.


Pedro empezó a asustarse de verdad.


—¿Para siempre?


Ella había asentido con la cabeza.


—Sí, caro, para siempre. No lo necesitamos, ¿Verdad que no?


Pedro miró a Federico, que estaba pálido y con los ojos llenos de lágrimas.


—Mamma…


Su madre, enfadada, lo tomó de la mano para sacarlo del estudio. Pedro sentía como si estuviera en una pesadilla. Llorando, Federico corrió hacia ella y se agarró a su cintura. Fue entonces cuando él experimentó una extraña sensación; era como si Federico estuviese haciendo lo que él quería, pero no era capaz de hacer. Todo era demasiado horrible. Su madre lo empujó hacia su padre mientras intentaba hacer callar a su hermano.


—¡Basta! Deja de lloriquear. Te llevaré conmigo —anunció—. A tu padre le da igual con quién se quede.


El oscuro recuerdo desapareció. Su madre le había dicho que lo quería y, diez minutos después, había demostrado lo vacías que eran esas palabras. Había cambiado a un hermano por otro como si estuviera eligiendo vestidos en una tienda. Paula también había dicho que lo quería. En cuanto pronunció las palabras Pedro se había visto transportado al estudio de su padre, encerrado en sí mismo, esperando el momento en el que demostraría que no estaba diciendo la verdad. Solo lo decía porque eso era lo que hacían las mujeres, ¿No? Ellas no sabían la devastación que podían causar cuando quedaba claro que su amor era una mentira. Pero parecía tan sincera… 

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