miércoles, 2 de julio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 36

A la mañana siguiente, a las seis, Paula se levantó para preparar el desayuno, pero se encontró a C. J. y Pedro en la cocina. Ninguno estaba muy dicharachero y comían cereales. No hizo falta que mirara a los ojos al hombre que estuvo a punto de derretirla con un beso. Paula fue a darse una ducha y a vestirse para ir a trabajar. Le dejaría que actuara como si no hubiese pasado nada. No se hacía ilusiones, sabía que Pedro solo la deseaba porque le venía bien y para que dejara de preguntarle sobre sus pesadillas. Se dió cuenta de que también tenía que olvidarse. C. J. era su único punto de contacto. Se vistió, fue a la cocina y se encontró a C. J. esperándola en la puerta principal. Pedro estaba recogiendo los platos.


—Que pases un buen día en el colegio —se despidió Pedro.


—Seguro —murmuró el niño antes de salir y montarse en el todoterreno de Paula.


—Tendré que ser la mala… —dijo ella con un suspiro.


Aunque Pedro tenía la ropa arrugada y no se había afeitado, estaba guapo y ella no pudo evitar acordarse de lo que había pasado la noche anterior. Mejor dicho, de lo que pudo haber pasado.


—Si quieres, lo llevo yo —se ofreció él.


—No, tengo que ir al trabajo en cualquier caso. ¿Irás a recogerlo a las tres? —él asintió con la cabeza y ella también fue hacia la puerta principal—. Hasta luego.


Pedro la agarró del brazo para que no se marchara.


—Paula, en cuanto a lo de anoche…


Ella no quería oír excusas.


—Tenías razón, no es de mi incumbencia.


—No lo es, pero el beso… Digamos que me encontraste en un mal momento.


Ella tuvo que hacer un esfuerzo muy grande para disimular su reacción.


—¿Tienes muchos momentos de esos?


Él pareció sorprenderse por la pregunta.


—Algunos, pero como te dije, puedo dominarlos. Nuestra preocupación es C. J. Si este… Arreglo sigue pareciéndote bien. Quiero decir, no quiero que pienses que voy a abordarte mientras esté aquí.


—Si lo creyera, no lo habría aceptado.


—Perfecto. Yo también tengo que marcharme. Hasta esta tarde.


Pedro salió antes de que ella pudiera decir algo, se despidió con la mano de C. J., se montó en su camioneta y se marchó.


—Debería estar acostumbrada a que me dejara plantada.


Sin embargo, todavía le sentaba fatal.



Treinta minutos después, Paula llegó a las obras de Vista Verde. Llevó a C. J. al remolque de la constructora y se encontró con su jefe, Antonio Casali, detrás de la mesa. Se disculpó por llegar tarde y le explicó la situación.


—Siempre he dicho que la familia es lo primero —Antonio miró al niño—. C. J., ¿Quieres dar una vuelta para ver lo que hace Paula?


—Tengo que ir al colegio —contestó él mirando con el ceño fruncido a Paula.


Antonio le guiñó un ojo a ella.


—Falta un rato para que empiecen las clases. Tenemos unos minutos.


Antonio agarró un casco del gancho de la pared y lo puso en la cabeza del niño. Él le premió con una sonrisa. Una vez fuera, Paula ejerció de directora del proyecto y estuvo hablando con los contratistas sobre rellenar los cimientos el viernes. Antonio se mantuvo al margen y dejó que ella hiciera su trabajo. A ella le gustaba eso de su jefe, no intentaba tomar las riendas e imponer su poder.

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